Por Juan Camilo Clavijo Martín
Con el golpe del miércoles en Gabón, África ha sufrido ocho golpes de Estado desde agosto de 2020, la mayoría en países de habla francesa. (Le Devoir, 31 de agosto, 2023)
Desde 2020, los países del continente africano se han visto plagados de disturbios debido a golpes militares. La oposición a los gobiernos desacreditados y el “envío de un mensaje a Francia y sus aliados occidentales” fueron los principales factores esgrimidos por las juntas militares para justificar estos golpes. Al 30 de agosto de 2023, estos seis países tuvieron golpes de estado: Mali, Guinea, Burkina Faso, Chad, Sudán, Gabón y Níger (dos veces).
Hay factores comunes que, como mínimo, crearon condiciones en las que los soldados podían operar con relativa impunidad y, a menudo, con el apoyo de una gran parte de la población urbana, en particular los jóvenes frustrados. Esta desilusión se ve alimentada por una serie de situaciones: la escasez de empleos e incluso de oportunidades económicas informales para los educados y menos educados, la percepción de altos niveles de corrupción, y el resentimiento por la persistente influencia de Francia en muchos países, que sigue teniendo fuerte, abusiva y explotadora presencia en sus excolonias.
Pero también existe un profundo resentimiento por la forma en que muchos líderes civiles manipulan los procesos electorales o las reglas constitucionales para prolongar su permanencia en el poder. La eliminación del límite del mandato presidencial -después de cambios controvertidos a la Constitución- es una fuente de resentimiento particularmente fuerte.
Estos abusos también socavan la autoridad moral de organizaciones como la Unión Africana y la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), a menudo denominada “club de presidentes en ejercicio”, que buscan obligar a los golpistas a restaurar un régimen civil electo.
Si bien todos estos factores crean un clima en el que los soldados se sienten cada vez más alentados a tomar el poder, afirmando que ofrecen un “nuevo comienzo”, cada golpe también ha estado motivado por razones nacionales específicas o razones locales estrechas. Sin embargo, estos golpes son parte de una lucha más amplia por la influencia en África entre Occidente y Rusia, donde, según los expertos, el aumento del “sentimiento antifrancés” ha dejado la puerta abierta al Kremlin.
Desde el plano internacional (no las particularidades de cada país), uno de los objetivos de Rusia es lograr la legitimación diplomática de su guerra en Ucrania. “Rusia realmente necesita a África”, dice a Deutsche Welle – DW, Mark Duerksen, investigador asociado del Centro Africano de Estudios Estratégicos, sobre todo ahora que Rusia se enfrenta a un aislamiento internacional cada vez mayor.
Los gobiernos africanos que carecen de controles y equilibrios internos crean un entorno que permite a Rusia ejercer influencia en el continente. A menudo ellos mismos se encuentran aislados internacionalmente y, por lo tanto, son bienvenidos socios de Rusia.
Podría decirse que Rusia ha ampliado su influencia en África en los últimos años más que cualquier otro país. Estos compromisos se extienden desde la profundización de los vínculos en el norte de África, la ampliación de su alcance en la República Centroafricana y el Sahel y el reavivamiento de los vínculos de la Guerra Fría en el sur de África.
El enfoque de Rusia se distingue, en que Moscú recurre a medios irregulares (y frecuentemente extralegales) para expandir su influencia: despliegue de mercenarios, desinformación, interferencia electoral, apoyo a golpes de Estado y acuerdos de armas a cambio de recursos, entre otros.
Por ejemplo, el Grupo Wagner (que también tiene fuerte presencia en Ucrania), fue fundado por el empresario ruso Yevgeny Prigozhin (muerto recientemente), y es una destacada empresa militar privada vinculada al Kremlin. Surgió por primera vez en 2014 durante la anexión de Crimea por parte de Rusia y desde entonces ha operado en Siria y al menos media docena de países africanos.
Más que una entidad única, Wagner es una red compleja de empresas y grupos mercenarios cuyas operaciones han estado estrechamente vinculadas a la comunidad militar y de inteligencia rusa. Se estima que tiene unos cinco mil miembros estacionados en toda África, una combinación de exsoldados rusos, convictos y ciudadanos extranjeros.
El estatus como ejercito privado del Grupo Wagner limita los costos financieros de la intervención rusa y le da al Kremlin una negación plausible, permitiéndole ocultar las pérdidas de personal al público ruso y al mismo tiempo utilizar la infraestructura militar rusa.
En algunos casos, la participación de Wagner en África ha dado lugar a presuntas violaciones de derechos humanos y ha exacerbado la inseguridad regional. En Libia, las tropas de Wagner, que lucharon junto al Ejército Nacional Libio durante su campaña en Trípoli de 2019, han sido acusadas de cometer ejecuciones extrajudiciales y plantar minas terrestres en zonas civiles.
Más recientemente, se informa que el grupo ha estado suministrando misiles a la milicia de las Fuerzas de Apoyo Rápido de Sudán durante su guerra contra el ejército sudanés. Las tropas de Wagner también operan en las mismas áreas que la misión de paz de la ONU en la República Centroafricana, amenazando la capacidad de las Naciones Unidas para proteger a los civiles.
Mientras tanto, el grupo ha seguido ampliando su presencia en el Sahel. La inteligencia estadounidense filtrada recientemente ha revelado que Wagner está trabajando con los rebeldes chadianos para derrocar al presidente de transición del país, y algunos analistas predicen que Burkina Faso pronto podría contratar a Wagner para ayudar a contrarrestar una creciente insurgencia yihadista después de que Francia retirara sus tropas del país a principios de este año.
En una entrevista con la BBC, para el investigador nigeriano Ebenezer Obadare, del grupo de expertos Council on Foreign Relations (CFR), la lucha de poder entre Rusia y Occidente en África es un nuevo capítulo en la rivalidad entre estos dos polos de poder, que se intensificó especialmente el año pasado tras la invasión de Ucrania. “Lo que Rusia quiere en África es lo que también quieren los países occidentales: influencia diplomática, influencia en la economía y la política, proyección de su poder e influencia”, explica. “No hay intenciones altruistas, sólo intenciones políticas”.
Las circunstancias cada vez más complejas que encarnan desafíos como la crisis climática, la pobreza y la inseguridad alimentaria también hacen de la región un foco de intervención internacional. Sin embargo, según los analistas, la abundancia de recursos naturales como el petróleo y los minerales es un punto importante. Aunque no es tan grande como otras partes de África, el Sahel tiene valiosos depósitos de uranio, piedra caliza y fosfato. Por ejemplo, países como Estados Unidos, Francia, Corea del Sur y otros se interesaron repentinamente por Níger. “Es un país pobre, pero tiene uranio”, explica Obadare.
Al mismo tiempo, al verse favorecido el aislamiento de Rusia por las sanciones impuestas por Occidente tras la invasión de Ucrania, el Kremlin busca constantemente socios comerciales en nuevos mercados. Rusia también está desarrollando su política en términos de controlar las fuentes de energía, como el petróleo y la energía nuclear, en todo el mundo. Todas estas preocupaciones económicas, sumadas a la geopolítica, hacen de África una de las prioridades de Rusia en este momento.
Por lo tanto, los resultados de las intervenciones de Rusia en África tendrán implicaciones de gran alcance para las normas de gobernanza y la seguridad en el continente, y un fuerte debilitamiento de occidente en la región. Esto tendrá consecuencias en mercados claves como el energético, en el cual Francia depende del uranio africano. En 2022, el uranio proveniente de Níger representó el 20,2 por ciento del total importado por Francia, que va directamente a sus centrales nucleares para abastecer de energía su territorio.
¿Consecuencia del golpe de estado? Este país africano, uno de los principales actores en la producción y comercialización del uranio a nivel mundial, aumentó el precio de este recurso de 0.84 usd por kilogramo a 214 usd. (¿acaso los franceses abusaban de su poder para comprar este material a un precio ridículo?)
En conclusión, no hay que mirar estos golpes de estado desde la lejanía de nuestra América Latina. Se deben seguir con la cautela de un ajedrecista, para saber cuál será su próxima jugada en el tablero internacional. Analizar nuevos escenarios como los BRICs, y lideres emergentes como China, o potencias economías como los Emiratos Árabes Unidos, y así hacer el movimiento que mas nos convenga.