Por la desgracia infinita de éste país, fue su presidente, y desde hace más de treinta años figura de un sistema político y de una economía donde la plata mala se mezcla con la buena, en una sociedad en su mayoría de gente buena y alguna bastante mala.
Once investigaciones penales tiene en curso Uribe en la Corte Suprema de Justicia, y en otras vinculado como en la de su hermano Santiago con el caso de los Doce Apóstoles. Entre algunas o entre todas posiblemente hay conexidades porque son hechos de la misma trama que relaciona política, narcotráfico y paramilitarismo, siendo la reciente investigación por falsos testigos la menos grave de todas, y la cual no tiene conexidad con el conflicto armado al cual se quiere asociar con el fin de distraer al común ignorante: pobres, clase media o ricos.
Uribe debe decir la verdad en la Corte Suprema de Justicia – como presidente que fue de la nación -, por obligación constitucional y respeto a sus instituciones, y por esa patria que tanto dice amar. Su verdad destaparía otras situaciones ocultas, porque si bien es la cabeza visible, seguramente habrá cabezas ocultas que lo empoderaron.
Ascenso y caída
Aglutinó un país ultraconservador, de baja cultura política, con poca y mala educación, y defensor de un modelo económico feudalista, especulador, capturador de rentas y no generador de valor económico, empeñado en la desindustrialización por la cantidad de TLC desventajosos que él firmó para ganar la confianza inversionista de multinacionales explotadoras de economías de enclave y no para atraer inversiones en industrias y centros de investigación que son los que contribuyen a construir una economía emergente dinámica, inteligente, innovadora, sostenible y equitativa, en el siglo XXI.
Se fue del partido liberal porque se dio cuenta que ser conservador y de ultraderecha le daría la oportunidad de ser presidente. Observó que a más conservador se mostrara más gente lo seguiría, más ignorantes captaría, más polarizaría el escenario político, y más fragmentaría a la oposición, tanto que el centro y la izquierda parecen como si unos fueran de ultraderecha y los otros de ultraizquierda, mientras él por el camino del medio entraba y ganaba. El triunfo del NO a la paz y el triunfo de Duque fueron victorias de él y la derrota de los demás.
Tal como fue estructurada la decisión de la Corte Suprema, por una denuncia de locos contra el senador Cepeda, y si llegan a ocurrir decisiones desfavorables en las otras investigaciones, será el último aliento del uribismo, y ojalá de la ultraderecha y su mano negra, porque estos no pueden ser actores perpetuos en la vida política de este país, porque eso es dictadura o seguridad democrática en el jerga de Uribe, y no democracia en el idioma de la humanidad.
ÉL episodio judicial que asombra al mundo, es alucinante porque fue un montaje lleno de odio, cero verdad, cero inteligencia y total desquiciamiento jurídico que me hizo recordar otra estupidez histórica de la derecha de este país. Cuando el abuelo de Paloma Valencia, el expresidente Guillermo León Valencia, ordenó bombardear al último reducto guerrillero de la violencia que empezó a germinar en el golpe de Pasto al presidente López Pumarejo en 1944. Ese puñado de campesinos liberales armados pedía una zona de reserva campesina para desmovilizarse, pero se la negaron. De esa equivocación nacieron las FARC, y ya sabemos la demencia que se desató. Ahí se desdibujó y para siempre, el Frente Nacional, y de ahí resultó más adelante Uribe.
Pero este fue mucho más allá de reducir a las FARC que fue para lo que Colombia lo eligió. El poder lo desorbitó y se llevó por delante cientos de miles de vidas campesinas y de humildes ciudadanos. Atropelló las instituciones y la constitución cuantas veces le dio la gana.
En la medida que Colombia supere su fatalidad, será posible empezar a construir una nación avanzada que supere setenta años de dolor, inequidad, centralismo, abandono de las periferias urbanas y de toda la periferia rural, y de dependencia tecnológica y desindustrialización.
A Corea, Taiwán, Singapur, les ha tomado setenta años alcanzar el desarrollo en un ambiente de paz. Polonia y otros países de la Europa del este, llevan treinta años de construcción de capacidades y desarrollo de industrias avanzadas, y les faltan otros treinta sólo para alcanzar a la Corea de hoy. A Colombia le tomará más de medio siglo en ser la Corea 2020, cuando en 1960 era más.
Corea exportó en 2018, 450.000 millones de dólares en bienes industriales, Polonia más de 245.000, y Colombia sólo 15.000 millones en exportaciones distintas a las minero energéticas. Éste es el legado que deja una política ligada al extractivismo, a la corrupción y al narcotráfico. Esta es la cohesión social de Uribe, que es distinta a la de los países mencionados y muchos más: el desarrollo conduce a la cohesión social.
La Colombia que viene
Las fuerzas alternativas deben centrarse en proponer un nuevo país, con un nuevo discurso político y programático que supere desde la argumentación y las propuestas las ideas de Uribe, cuya fundamentación es débil, pero que supo usar y convertir en un programa para incautos y desesperados con las FARC, y para los que tomaron caminos equivocados porque no tenían más oportunidades. En parte, Uribe fue consecuencia de una dirigencia incapaz, indolente y atrasada.
Si las fuerzas alternativas piensan su propuesta para los cuatro años siguientes, y no los cuatro años siguientes como base de un proyecto de largo plazo, no le harán bien a Colombia, y la gente los verá como más de lo mismo, y en las urnas volverá a cometer errores, uno tras otro.
Sin embargo, Uribe es lo de menos. Lo importante es atender la economía y el mal modelo que tiene, la corrupción, la inequidad, el narcotráfico, la violencia de género, y la depredación de los recursos naturales, como factores internos; y la crisis del capitalismo de mercado, la inequidad y los desequilibrios entre ricos y pobres en el mundo, entre países avanzados y los que parece que nunca se desarrollarán como Colombia, el calentamiento global, y los efectos del covid, como factores externos. Esos son los problemas y los desafíos monumentales de Colombia. Es la responsabilidad que tienen los políticos alternativos, los empresarios, los emprendedores y los innovadores, la academia y sus investigadores, los artistas y la cultura, los analistas y los medios, asumir esos desafíos y no detenerse en un personaje que no es una nación.
El empresario que se necesita
¿Por qué la inmensa mayoría de empresarios son de derecha y ultraderecha? ¿Por qué hay tan pocos de centro o si se quiere liberales, y ninguno de izquierda? Pregunto porque nadie está protestando en el mundo ni en Colombia por el fin del capitalismo, porque esas ideas murieron hace treinta años.
No obstante, la equidad es un concepto que atormenta a los empresarios colombianos, que les produce pesadilla con feroces enemigos que les quitan todo, cuando la equidad lo que trae es un capitalismo humano y sostenible, más grande, inteligente e innovador, más seguro, menos fragmentado en lo social, cultural y racial, y si se quiere, un modelo donde la propiedad privada no se negocia, pero sí se fortalecen los derechos colectivos a través de un estado más responsable con los objetivos de una sociedad justa, de una ciudadanía empoderada de su destino, y de una economía orientada a la productividad y a la generación de valor económico, amiga de la creatividad, del conocimiento, de la innovación, y de los nuevos emprendimientos para un desarrollo sustentable, avanzado y equilibrado. La equidad ha sido unos de los objetivos y logros de los países avanzados y emergentes, sin ella no hay desarrollo ni crecimiento alto y duradero.
El futuro de Colombia no es ni el castrochavismo, ni el uribismo, ni el neoliberalismo. Son categorías de la estupidez vivida, son rezagos para tener a la sociedad amarrada al pasado y sin esperanza en el futuro. El capitalismo del tipo que han creado personajes como el de esta columna, no es el capitalismo de la sociedad siguiente.
Sin él en la política, Colombia tendrá tranquilidad para construir una sociedad distinta, para que la corrupción no siga destruyendo instituciones y la justicia no continúe siendo un océano de impunidades, que la maldita violencia no siga acabando con la vida de líderes y campesinos defensores de sus derechos y nada más, los macroeconomistas no hagan más reformas tributarias para quitarle a todos y darles a pocos, y ganaderos, agricultores, mineros, narcotraficantes y disidencias arrasando selvas, páramos, ríos y bosques, agotando las fuentes de vida de las nuevas y las siguientes generaciones.