Colombia no puede defender su dignidad frente a Estados Unidos porque su historia no le ha permitido engrandecerse como nación.
La semana pasada el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, inició su andanada contra diferentes países del mundo, con el fin de plantar los límites de su nación, ampliar su poder y establecer un nuevo orden mundial. Con Colombia tuvo un encontronazo feo, envió dos aviones con migrantes esposados y tratados como delincuentes, el presidente Gustavo Petro respondió con firmeza a las presiones estadounidenses, defendiendo la soberanía nacional y criticando la forma en que Estados Unidos estaba tratando a sus connacionales, entonces a Trump no le tembló y sacó sus dientes poniendo aranceles y creando una cantidad de castigos a la economía colombiana. Lo que hizo que los colombianos, radicados en Colombia, reaccionaran de una manera reveladora: muchos criticaron a Petro por “poner en riesgo” la estabilidad de la relación con Estados Unidos. Respuesta que refleja una dependencia histórica y una falta de capacidad para construir un futuro autónomo.
Colombia no puede defender su dignidad frente a Estados Unidos porque su historia no le ha permitido engrandecerse como nación. Y esto no es solo una cuestión de política exterior, sino de realidades internas que nos han debilitado como sociedad.
Los números que nos condenan
Comencemos por la educación, base de cualquier proyecto de nación. Según la Encuesta Nacional de Lectura de 2020, el 52% de los colombianos no lee un solo libro al año, y el promedio de lectura es de 2.7 libros anuales por persona, muy por debajo de países como Alemania (12 libros) o Finlandia (15 libros). Este bajo índice de lectura se traduce en una población con dificultades para analizar críticamente su realidad y elegir líderes con estándares altos. No es casualidad que, según Transparencia Internacional, Colombia ocupe el puesto 87 de 180 en el Índice de Percepción de Corrupción (2022).
La pobreza, otro lastre histórico, afecta al 39.3% de la población (DANE, 2022), y la desnutrición crónica en niños menores de cinco años alcanza el 10.8%. Una población mal alimentada enfrenta mayores dificultades para desarrollar procesos cognitivos complejos, lo que limita su capacidad para innovar y pensar estratégicamente.
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En el ámbito científico, Colombia produce apenas 0.2% de la investigación mundial, según Scimago Journal & Country Rank (2023). Comparado con Estados Unidos, que lidera con el 28%, o incluso con Brasil, que aporta el 2.7%, nuestra contribución es ínfima. La brecha tecnológica también es abismal: mientras en Estados Unidos el 93% de la población tiene acceso a internet de alta velocidad, en Colombia la cifra es del 50%, según el Ministerio de las TIC (2023).
El tejido empresarial no es más alentador. Según el Banco Mundial, el 80% de las empresas colombianas son microempresas, muchas de ellas informales y con baja productividad. Además, el peso colombiano es una moneda débil y vulnerable, que se devalúa fácilmente ante las fluctuaciones del dólar, lo que nos hace dependientes de las decisiones económicas de potencias como Estados Unidos.
Una propuesta país: Reinventarnos para crecer
Frente a este panorama, es urgente un proyecto de nación que nos permita diversificar nuestras relaciones internacionales, fortalecer nuestra economía y construir una sociedad más justa y educada. Aquí, algunas propuestas concretas:
Diversificar mercados: Colombia debe dejar de depender exclusivamente de Estados Unidos, que representa el 28% de nuestras exportaciones. Es clave fortalecer relaciones comerciales con la Unión Europea, Asia y África. Por ejemplo, potenciar acuerdos con países como India, que tiene una economía en crecimiento y demanda de productos agrícolas, o con Corea del Sur, líder en tecnología.
Transformar la educación: Necesitamos un modelo educativo que priorice el pensamiento crítico, la ciencia y la tecnología. Finlandia, líder en educación, invierte el 6% de su PIB en este sector; Colombia apenas llega al 4.5%. Debemos aumentar la inversión y modernizar los currículos para formar ciudadanos capaces de competir en un mundo globalizado.
Eliminar el hambre: Programas como “Hambre Cero” deben ser una prioridad. Brasil, durante el gobierno de Lula, redujo la desnutrición en un 50% en una década mediante políticas de seguridad alimentaria y apoyo a la agricultura familiar. Colombia puede seguir este ejemplo.
Fomentar la ciencia y la tecnología: Crear incentivos fiscales para empresas que inviertan en I+D, y fortalecer alianzas entre universidades y el sector privado. Corea del Sur pasó de ser un país agrario a una potencia tecnológica en 30 años gracias a una apuesta decidida por la educación y la innovación.
Fortalecer la moneda: Reducir la dependencia del dólar mediante acuerdos comerciales en monedas locales con otros países de la región, como Brasil y Argentina.
Combate a la corrupción: Implementar sistemas de transparencia con tecnología blockchain y fortalecer la independencia de las entidades de control.
Colombia no puede seguir siendo el patio trasero de nadie. Para defender nuestra dignidad frente a Estados Unidos y el mundo, debemos empezar por resolver nuestras propias contradicciones. Esto implica invertir en educación, ciencia, tecnología y justicia social. Solo así podremos construir una nación que no dependa de la caridad ni de la condescendencia de otros, sino que se levante sobre sus propios pies.
El camino no es fácil, pero es posible. Y el momento de empezar es ahora.
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