Elegir un buen congresista se ha convertido en una de las tareas más difíciles para la gran mayoría de los ciudadanos, en primer lugar porque son tantos que difícilmente se alcanza a conocer un 10% de los nombres de quienes se presentan a consideración del electorado.
En segundo lugar, porque todos se venden como la dulce niña o niño inocente que no rompe un plato, pero que a la hora del té, por lo menos la mitad rompen toda la vajilla y, al llegar al cargo se olvidan de lo que significa la palabra honestidad, lealtad y compromiso con los electores.
Elegir un senador o representante a la cámara se ha convertido en una verdadera odisea para los colombianos porque deben votar por el nombre de una persona que muchas veces no conocen, que saludaron mientras estuvo en campaña y que no es de extrañarse, prometió un cargo en alguna entidad pública, en alguna de las pocas veces que les extendió la mano.
Otra de las razones por la que resulta a veces tedioso pensar en elegir un legislador, es por los constantes escándalos en los que estos se ven inmersos luego de tomar posesión en el cargo. Muchos de estos por tráfico de influencia o cambiar el voto a cambio de determinado número de contratos en alguna entidad pública.
Total, siempre habrá algún motivo para que el Congreso de la República se encuentra dando de qué hablar, no en vano es una de las entidades con peor calificación de parte de los colombianos.
Para colmo, los medios de comunicación de mayor consumo en nuestro país (radio y televisión), no dieron el suficiente espacio para que la mayoría de los ciudadanos pudiesen conocer al menos los nombres de quienes tienen la aspiración de ocupar una curul en el legislativo. Se cometió el error de dar prelación a las consultas presidenciales y olvidar que el 14 de marzo se elige a quienes serán los nuevos senadores y representantes a la cámara.
Por supuesto que son importantes las consultas, pero desde mi punto de vista es más importante conocer las caras y los nombres de quienes serán los responsables de ejercer el control político al próximo gobierno y de redactar las leyes y actos legislativos, que no es cualquier tarea.
Ojalá que este error no salga caro, porque en un país como el nuestro donde no faltan hechos de corrupción en las instituciones públicas, se requiere de un fuerte y constante control ciudadano y el Congreso de la República no debe ser ajeno a este y para esto se hace necesario conocer a las personas que lo van a integrar.
No es extraño entonces que en los días previos a la elección de los nuevos senadores y representantes, corran no ríos de dinero sino océanos de dinero a la espera de que lleguen los electores para vender su voto, al fin de cuentas el colombiano que habita en los municipios y veredas, muchas veces lejos del centro país, tiene el concepto errado de creer que lo que suceda en adelante no es con él.
Por supuesto que si con él y, es a la vez con todos y es responsabilidad de los medios de comunicación hacerlo entender, tarea que se dejó de hacer por dar prelación a unas consultas y brindar espacio a unos cuantos candidatos a senado y cámara de renombre, dejando a un lado a más del 60% de quienes aspiran a una curul.
Desafortunadamente ya lo que fue, fue y no hay manera de retroceder. Espero que en esta ocasión Colombia elija buenos congresistas, que más que aprobar a ciegas iniciativas del próximo Gobierno y convertirse en máquinas de leyes, en ocasiones inútiles, ejerzan con firmeza el control político al nuevo presidente de la república.
Por cierto, mi voto esta vez va por dos amigos que aprecio con toda mi alma y que han demostrado un buen trabajo en temas de control político: hablo del senador y candidato a reelección Antonio Sanguino y al representante Mauricio Toro, también candidato a reelección.