Cómo nos cambió la vida (del 19 al 20)

Por: Jaime Polanco


El tema de análisis y debate del año pasado por estas fechas, eran las revueltas sociales en varios países, especialmente en Latinoamérica. Nadie terminaba de entender como países tan diferentes como Chile o Ecuador, tenían a sus respectivos gobiernos contra las cuerdas, por las ingentes y violentas manifestaciones demandando, más igualdad y mejores oportunidades.

Semejante estallido ciudadano, forzó cambiar las políticas en muchos países. Hizo repensar como y de qué manera se pueden mejorar los programas de integración social. Empujó al sector público a comprometerse con los jóvenes, animando a los diferentes jugadores, empresarios y sindicatos a tener una mejor y más formal oferta de empleo.

Manifestaciones reclamando cambios estructurales. Mensajes desesperados, demandando atención a los cambios climáticos, por los grandes incendios del Amazonas y Australia, que arrasaron miles de hectáreas de zonas difícilmente recuperables. Miles de personas en docenas de países pidiendo atención y cambios en el sistema de justicia social, el cual marca de manera inexorable nuestro estilo de vida.

Mientras tanto, solamente la esperanza de una recuperación mundial de la economía iluminaba las caras de los gobernantes en esas cumbres, que tienen poco o ningún valor para nadie.

Las expectativas de crecimiento eran raquíticas 0,2%, pero la llegada de nuevos dirigentes políticos a la región, (Brasil, Argentina y México principalmente) animaba un poco más el panorama político, que había obligado años atrás, a estar alineado en los encorsetados bloques bolivarianos o neocapitalistas.

El momento del crecimiento fácil por la venta de materias primas y petróleo se fue evaporando. Afortunadamente dejó pensando a los mas capaces de los gobiernos para desarrollar otras políticas que ayudaran a diversificar los ingresos comerciales. Diseñando nuevas herramientas de política monetaria, que permitieran un menor endeudamiento externo.

Consiguiendo el consenso político necesario para traer nuevas y mejores reformas fiscales, que acercaran a la ciudadanía a pagar impuestos así fueran mínimos. Promocionando ventajas impositivas que atrajeran mayores inversiones, ayudando a los empresarios a mejorar los procesos de innovación industrial, creando así mejores ofertas de empleo.

Los políticos más confiados apretaban los puños, mientras tenían los ojos puestos en el fin de la guerra comercial entre China y EE.UU. Les ilusionaba ver el reconocimiento social cortoplacista, al enseñar los logros de sus economías después de tantos años. Habían despegado y abandonado los fantasmas para siempre. De esta manera tan anodina transcurrió el año 2019.

Pero como en las películas de terror, siempre el malo sobrevive cuando piensas que esta muerto. El comienzo del año trajo para quedarse el COVID-19. La peor pandemia conocida por nuestras sociedades en tiempos de paz.

Pandemia que está afectando de manera cruel y despiadada a las economías más potentes del mundo. Solamente en los Estados Unidos hay más de 350.000 contagiados y más de 10.000 fallecidos.

Situación que está poniendo en tela de juicio la capacidad de algunos gobernantes para manejar sus países en época de crisis.

Qué nadie piense que, entre una población de más de 600 millones de habitantes en América latina, el virus va a pasar de largo. La lección más importante de lo que ha ocurrido en Europa ha sido la falta de respuesta común. El cierre unilateral de sus fronteras y la nula capacidad de compartir logros y soluciones, ha llevado el caos a las naciones más poderosas de occidente. Pero esta corta visión de las soluciones, puede ser aquí también, el talón de Aquiles de las políticas voluntaristas para combatir la enfermedad.

Mientras todo esto ocurre en el mundo, las guerritas mediáticas entre las autoridades nacionales y locales está despertando lo peor de la clase política. Todos quieren mejorar sus escuálidas notas de popularidad, proponiendo medidas sin escuchar a los que saben y sin medir las consecuencias económicas y personales, sobre una población terriblemente asustada.

El debate salud-economía nos está llevando a pensar soluciones que no necesariamente son las que tocan. Cuando y cómo abrir las cuarentenas para que la población no contagiada, pueda seguir trabajando. Primero la salud, luego lo demás.

Dicho esto, hay una realidad que tienen que entender los gobernantes, la economía nos lleva al grado de bienestar que buscamos y además es el motor para que los bienes y servicios que consumimos en nuestras casas estos días, estén disponibles. No busquemos fantasmas despiadados del sistema capitalista, pensando que hacen grandes negocios con la desgracia de los demás. No es este el momento.

Pero la paradoja más importante en estas semanas, es la voluntad de permanencia de la gente en sus casas, sin dejar de revindicar todas y cada una de las demandas que hicieron en las calles meses atrás.

Las tímidas respuestas dadas por los dos colosos regionales Brasil y México, frente a este problema de salud pública, nos alertan de la falta de visión de Estado de unos gobernantes irresponsables y populistas, eso sí, con diferente perfil político. Sus bravuconadas van a provocar desgraciadamente un sinfín de número de afectados y quien sabe cuantas muertes como consecuencia de minusvalorar la pandemia.

Los más pesimistas piensan que este será el peor año en la economía de los países de la región de los últimos 50 años. Que quizás la involución de algunos países les hará devolverse más de una década hacia atrás. Que los niveles de desempleo podrían acercarse al 30% en algunos países, lo que haría inmanejable socialmente la situación. Que el deterioro financiero y comercial de las empresas llevarán a sus responsables al cierre masivo de las mismas poniendo en la calle millones de trabajadores.

Por ello creo que es importante la altura de miras de los que nos dirigen. Pensando ya en organizar pactos de estado con los diferentes actores sociales, económicos y sindicales para encontrar salidas consensuadas, que lleven a un aterrizaje más cómodo de la previsible recesión económica. Qué busquen fórmulas para que todas estas demandas sociales, convivan con las necesidades de la salud y acompañen las obligadas medidas que recuperen el tejido empresarial.

Ante esta situación, es importante que las instituciones nacionales e internacionales, sigan funcionando de manera permanente. Si presencialmente no se puede, virtualmente. Que haya dialogo entre los países. Que las soluciones se piensen globalmente actuando localmente, pero donde las ayudas lleguen donde más se necesiten.

Por una vez, por encima de intereses personales o partidistas, hay que tomar decisiones en el beneficio del interés general. Pero también con la convicción de que entre todos, seremos capaces de vencer la pandemia y salir reforzados de este gran reto a nuestra manera de vivir.

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