La Comunicación y la educación ocupan un lugar en la agenda de debates, foros, seminarios, espacios académicos y hasta en charlas con amigos y conocidos. En una excusa para entablar polémicas donde no alcanzan a dimensionar la importancia de dos palabras que siempre estarán en una crisis sin fin, que agobia a catedráticos, políticos, iglesia y estado.
La educación debe partir de procesos comunicativos que coadyuven en la construcción de narrativas que den claridad sobre lo actual y permitan, a su vez, interactuar e interpretarla. Estos contenidos y su interacción con los públicos objetivos, dan como resultado una visión clara sobre nuestra cultura, costumbres y realidades.
Gracias a la globalización y a las nuevas tecnologías de información y comunicación, nos permite acortar brechas de conocimiento y educación, con respecto a países desarrollados que diagnosticaron las falencias y replantaron su modelo educativo dando pasos estratégicos en la consecución de saberes y su modo de comunicarlos.
La comunicación y la educación, es nada más que un vehículo hacia la construcción social del conocimiento, que tiene como objetivo el respeto y el derecho a la libertad de expresión de todos aquellos que hacen parte de nuestro estado social de derecho. Un elemento fundamental para hacerlo es enseñarles el uso público de la razón, de la expresión. Reflexionar sobre el error y la interacción comunicativa.
Uno de los retos del designado ministro de educación, Alejandro Gaviria, es darle un vuelco al pensum académico desde la escuela. Enseñar qué es religión, pero no a través del Padre Nuestro y Ave María (somos un país laico), sino dando cuenta de la problemática mundial histórica y sus confrontaciones, donde la religión ha sido protagonista de primera plana, sus víctimas, actores de segunda mano y los sobrevivientes parias en su propia tierra.
Otro de los temas fundamentales es ese revolcón educativo, debe ser el de la incorporación de la participación política como materia obligada. Es necesario que nuestros nuevos ciudadanos conozcan todo lo relacionado con el funcionamiento de los poderes del estado, conocer a fondo la constitución, reconocerse en sus derechos y fundamentar sus deberes, decidir sobre su futuro y potencializar su inteligencia emocional. Distinguir lo público de lo privado.
En varios escenarios, se critica la educación olvidando que lo hecho o dejado de hacer por la academia, ha contado con el beneplácito de algunos sectores de la sociedad y del Estado. La educación en este momento tecnológico pide a gritos la intervención de diferentes actores para generar intercambio de experiencias y conocimientos encaminados en la transformación colectiva y sensata.
El estado debe educar mentes críticas, que sepan diferenciar política de politiquería, que tengan coherencia y dignidad. Para que no les pase lo que al ministro entrante Alejandro Gaviria cuando en campaña dijo que nunca trabajaría con Petro. Para que no les pase lo de Sebastián Guanumen cuando, para despotricar de los contendores del Pacto Histórico, por un puñado de votos, cruzó un poquito la línea ética.