Por: Samuel Azout
Son pocos los que dudan que Covid19 ha cambiado al mundo para siempre. Nada será igual. Tendremos que prepararnos para una vida distinta. Es muy temprano todavía para sacar conclusiones – la pandemia apenas comienza – pero hay aprendizajes en relación al comportamiento humano, entre los cuales destaco las siguientes:
En primer lugar, podemos confirmar que la educación y la cultura ciudadana son elementos determinantes para el avance de los pueblos. Aquellas poblaciones donde priman la “recocha,” el desorden y la indisciplina, son las que más pierden en las crisis. Es evidente que se han equivocado quienes han priorizado inversiones en cemento y ladrillos, sobre inversiones en capital humano. Más importante que reformar parques es invertir en las actividades pedagógicas que en ellos se realizan. Las ciudades deben invertir primero en su gente. Los mejores gobernantes se preocupan por ofrecer programas masivos que desarrollan valores y actitudes positivas en los ciudadanos, chicos y grandes, construyendo así mayores niveles de responsabilidad, solidaridad y respeto. Claramente, los países y ciudades con mayores niveles de cultura ciudadana están enfrentando la pandemia con mejores resultados.
También es indiscutible que los países que aprovechan las ventajas de la tecnología les va mejor frente a Covid19. Independientemente de la controversia sobre privacidad, los sistemas de geo localización y vigilancia permiten identificar los desplazamientos de los infectados, detectar focos de infección y prevenir contagios. Existen sistemas que le asignan un color (rojo, amarillo o verde) a cada ciudadano indicándole que tanto debe aislarse, dependiendo del nivel de riesgo que representa para los demás. La aplicación de la ciencia de datos y la tecnología digital permiten reducir los niveles de contagio sin necesidad de aislar a todo el mundo. La tecnología le ha permitido a Corea, Japón, Hong Kong e Israel cuidar la salud de sus habitantes sin triturar la economía.
Otra enseñanza de Covid19 es la importancia del liderazgo femenino. Lo que necesita la gente son líderes empáticos que demuestren amor y compasión, que tengan la capacidad de sembrar esperanza y dar alivio donde hay dolor. Las Primeras Ministras Ángela Merkel y Jacinda Ardern de Alemania y Nueva Zelandia respectivamente, han demostrado auténtico liderazgo y resultados extraordinarios, al igual que las líderes de Taiwán, Tsai Ing-Wen y Noruega, Erna Solberg. Durante la pandemia estas mujeres se han conectado extraordinariamente con la gente y con los importantes roles del cuidado y protección, tan importantes en estos momentos.
Con Covid19 aprendimos la importancia del liderazgo incluyente. Tristemente, hemos observado líderes tomando decisiones sin consultar a los expertos. Los hemos observado dar clases de epidemiología por televisión y redes sociales. Son demagogos naturales y les encanta ser el centro de la atención. Son generalmente los mismos que excluyen, administran con arrogancia y tienen agenda personal. A estos, les va muy mal en las crisis. Ahora, más que nunca, triunfan aquellos que lideran de manera abierta, humilde y bondadosa, que colocan el bien común por encima de la ganancia individual, que saben construir consensos y que tienen el coraje moral para hacer lo correcto, no lo popular.
Finalmente, Covid19 nos recordó la importancia del ahorro. Muchos gobiernos malgastaron, derrocharon y contrajeron deudas altas que comprometieron los ingresos del futuro. Hoy, cuando más se necesitan, no tienen los recursos para atender las necesidades de la población. Los hábitos de la prudencia y el ahorro son en sí mismos educación porque cultivan el orden, la disciplina y la sensatez. Los ahorros son sueños; algunos lugares se han quedado sin sueños.
Si tu gobernante invierte en educación y cultura, utiliza las grandes posibilidades de la tecnología, es mujer, administra de forma abierta e incluyente, y ha ahorrado a través de los años, muy probablemente saldrás bien librado de la pandemia.
De lo contrario, tu salud y tu economía pueden estar en alto riesgo. Desafortunadamente.
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