“El 80 % de lo que aprende un ser humano. Lo aprende o forma una conducta y habito de aprendizaje en la familia. La familia tiene un nivel muy alto de influencia en el ser humano, antes de los 4 años se aprende, se consolida el 80 % de la concepción de la vida. Al ingresar a la escuela ya se sabe si somos buenos o malos, si el mundo es seguro o peligroso, si somos inteligentes o torpes y si hemos de temer o confiar en otras personas, si es importante reciclar o no, si es importante ser honesto y transparente o no¨.
Parece que la lucha contra la violencia intrafamiliar y contra la mujer fuese una de las asignaturas pendientes, en la cual todos, sociedad civil, organizaciones, y gobierno, debemos trabajar conjuntamente para fuerzas en contra este flagelo.
La pandemia no sólo agudizó este problema, sacó a la luz una vez más la descomposición en materia familiar, de valores, respeto y tolerancia que sufrimos como comunidad; muchos casos de violencia contra las mujeres y dentro de la familia son totalmente desconocidos, no son tan nombrados porque desafortunadamente los casos que conocemos, los conocemos porque quizá son los más aberrantes y así llegan a los medios de comunicación, pero estoy seguro que la fiscalía entre otros, cuenta con un amplio historial de denuncias por este asunto.
La pandemia y la violencia contra la familia.
Este tiempo de aislamiento colectivo que nos trajo la pandemia, llegó con una ola de violencia doméstica, violencia que ha engrosado las cifras de agresión, ha sido un tiempo donde la intolerancia y la falta de respeto desafortunadamente ha reinado en muchos hogares, ha sido un tiempo donde mujeres, madres, hijos, abuelos, personas con discapacidad han vivido una guerra silenciosa en su propio hogar.
La violencia doméstica ya era una de las violaciones de los derechos humanos más flagrantes. En los últimos 12 meses, hubo un incremento en las cifras de violencia intrafamiliar, por supuesto, en los meses en que empezó el aislamiento fue donde más se agudizó este problema, pues para los primeros meses de este 2020, pues los picos registrados llegaron a 3.626 casos reportados en Bogotá.
Es preocupante que en el lugar donde precisamente uno se siente más tranquilo y seguro, es donde muchas familias encuentran un campo de batalla e incluso hasta un rin de boxeo.
La violencia intrafamiliar es la otra pandemia.
La violencia intrafamiliar, exacerbada como lo dicen las estadísticas por la propagación del Coronavirus y por el consecuente confinamiento y aislamiento social, requiere, como problema de salud pública, una atención estructural urgente, pues las dificultades que enfrentan las víctimas en este entorno, les dificulta denunciar a sus agresores y buscar ayuda idónea para enfrentar la situación que están viviendo, y esto ya sabemos que en muchos casos termina con la muerte de alguno de los miembros de la propia familia.
Sabemos que no sólo existe maltrato contra la mujer, existen otros maltratos incluso menos visibles, como los que se imponen a los niños, a los adultos mayores, a las personas en condición de discapacidad, los agresores en muchos casos no diferencian, sólo descargan su rabia contra la persona más cercana que tienen, y esto en el contexto del confinamiento, causa las agresiones que ya conocemos y otros tantos vejámenes que seguro ignoramos.
La violencia intrafamiliar es el eje de un engranaje perverso en el que pueden quedar atrapados, tanto víctimas como agresores, destinados a repetir un ciclo infinito y perverso; este definitivamente es un problema de salud pública al cual urge con urgencia crear políticas públicas, implementar estrategias efectivas y generar una conciencia del verdadero significado de lo que es una familia.
Muchas veces la violencia viene de un hermano, de un tío, de los abuelos; hay que crear estrategias que fortalezcan la tolerancia y el respeto en todo el núcleo familiar, trabajar en la prevención, en el tratamiento efectivo con el agresor así trascienda el campo judicial, pero se trata de evitar más muertes y maltratos, donde se construye un hogar, una familia con bases sólidas en el amor, el respeto y la tolerancia, logramos un cambio en toda la sociedad.