Es alarmante el número personas que padecen cáncer en Colombia. Cada vez más jóvenes son diagnosticados con esta enfermedad, al punto que el Gobierno Nacional se vio en la obligación de impulsar la ley 2.360 de 2024, por medio de la cual a los pacientes diagnosticados con cáncer y a las personas que sospechen estar enfermas, se les declarará sujetos de protección especial constitucional. El cáncer es curable si se detecta tempranamente, la demora en el inicio de los tratamientos hace que la enfermedad tome ventaja. Entre los factores que inciden en su aparición, entre otros están, los antecedentes genéticos, psicosociales, ambientales, y por supuesto nutricionales; azúcar y harinas son los grandes percutores que pueden contribuir con la aparición de cáncer.
La desbordada ingesta de azúcar y harinas ultraprocesadas por la población colombiana produce particular preocupación. Es increíble cómo en muchas poblaciones, dentro de un radio de 100 m2, se puedan hallar múltiples expendios alimenticios de bebidas dulces, comidas azucaradas, harinosas y alcohol, particularmente, todo tipo de bollos, panadería y bizcochería que tienen como ingredientes a estos dos grandes enemigos de la salud: azúcar y farinaceas. Desde las cafeterías más sencillas hasta las grandes marcas como el arriero con la mula y la diosa-sirenada casi la totalidad de sus productos contienen azúcar y harinas. Promotores silenciosos del cáncer, son todos, sin importar el nivel del negocio alimenticio, contribuyen con la cultura cancerígena del excesivo consumo de azúcar. Amigo lector, visite un supermercado o una tienda de barrio y compruébelo, poco sirven los avisos de “Exceso de azúcares” en los envases.
Contiguo a un coliseo o a una sala de cine, siempre habrá un expendio de azúcares y harinas. Ahora hasta la crispeta es azucarada. ¿Hay consciencia entre los colombianos sobre la incidencia de la ingesta de azúcar en la aparición de diversos tipos de cáncer? ¿Son conscientes los emprendedores de la industria alimenticia sobre el hecho de que el azúcar es una sustancia adictiva? ¿Son conscientes las personas que se puede vivir sin azúcar, pero no sin sal? Hoy hasta las carnes las preparan con azúcar. Pareciera ser un asunto de inconciencia e irresponsabilidad social.
Las anteriores preguntas deberían provocar una profunda y seria reflexión sobre la forma cómo se alimentan los colombianos. Se ha malvendido la idea que, el azúcar es propulsor de la felicidad, y es habitual ver en series televisivas al despechado de turno consumiendo helados por montones, o ingiriendo licor que, en el fondo, es otra forma de azúcar para aliviar la pena. Combatir la adicción al consumo de azúcar y harinas no es fácil, sobre todo en una cultura donde no pueden faltar el pan, la arepa, la papa, la yuca, el plátano, la pasta y el arroz, acompañados de una bebida dulce disfrazada de jugo natural.
No se trata de demonizar el azúcar y las harinas, pero sí preguntarle al lector de esta columna ¿Es Usted consciente que cada vez que consume azúcar y harinas contribuye a enfermarse con un potencial cáncer?
La libertad de empresa todo lo permite, qué viva la libertad de empresa, por cierto. La libertad de empresa también es idear, innovar y ofrecer productos alimenticios de calidad que contribuyan a la buena salud y al bienestar. No hay derecho a que todo sea azucarado. No se puede creer que Colombia va a lograr el anhelado desarrollo humano a punta de panes, amasijos y todo tipo de chucherías endulzadas. Consumir azúcar seca el cerebro y afecta negativamente las funciones cognitivas, así muchos digan lo contrario. El problema real es la oferta exagerada de productos azucarados que no dan alternativa diferente a un consumo adictivo, excesivo e inconsciente de azúcar y harinas. El colombiano promedio es adicto a comerlos. Seguramente el dicho en adelante será “Pan y azúcar al pueblo” ¿Hasta cuándo?