Si seguimos en el mismo rumbo que llevamos lamentablemente profundizaremos nuestra crisis estructural aumentando la desesperanza, la violencia, el sufrimiento, la zozobra y la inestabilidad. Para no merecernos ese funesto destino es necesario reinventar nuestra forma de vida en sociedad a partir de nuevos valores compartidos. Esa construcción requiere de una verdadera actividad política que exige a su vez que tengamos que repensar qué entendemos por política y cómo se hace política en el país. Es nuestra única posibilidad inteligente para empezar a mejorar la vida de todos los colombianos y de nuestras futuras generaciones. Un reto muy grande pero esperanzador.
La derecha y la izquierda, identificadas como típicamente se hace hoy en día (ver el origen de esta dicotomía en política) nos han metido en la dinámica de que es necesario vencer al contrario para mantener o alzarse con el poder; pero el poder para ellos, no el triunfo de la democracia, de la libertad, del progreso para todos, ni menos el triunfo del bienestar sobre el hambre, o de la educación sobre la falta de oportunidades para todos.
Los de derecha tratando de mantener sus privilegios a costa de lo que sea, incluso la violencia, sin importar las carencias de la mayoría, y los de izquierda prometiendo solucionar las carencias de esa mayoría quitando los privilegios de los primeros a costa de lo que sea, incluso la violencia, sin importar sus derechos. Unos usando el miedo y la fobia a los pobres, y los otros el odio y la lucha de clases para enardecer a sus seguidores. Esa es su ideología en síntesis. Su discurso es politiquero y populista porque la historia nos ha enseñado que en últimas están detrás de sus intereses personales y no los ilumina el bien común, aunque usen su locuacidad para lograr votos en su nombre.
No necesitamos partidos que tengan vocación de poder, sino políticos que tengan vocación verdadera para ayudar a progresar a cada colombiano.
Ahora que las encuestas han identificado que la gente está hastiada de los extremos, ahora todos quieren ser de centro. No necesitamos politiqueros tratando de esconder su ideología refugiándose en los matices que se le pueden dar a los dos bandos: los de derecha un poco socialistas, mostrando sensibilidad por las carencias del pueblo, los de izquierda un poco capitalistas, mostrándose respetuosos con el capital productivo. Si las promesas que han hecho en las campañas nunca se han cumplido, menos se van a cumplir ahora que están manifestando sus amañados ataques de conciencia social, moralidad y de comprensión en negocios y mercados libres.
Pero ese centro ni siquiera se trata de una aproximación ideológica de los extremos del espectro político (reducido a dos dimensiones), como una medianía. La mayoría de la gente no obedece a la necesidad de comprensión de la política que nos urge tener, sino más bien a una reacción a los abusivos y molestos efectos de la polarización que han llevado hasta ese hastío. La gente de ese centro quiere identificarse con ser buenas personas, con buena moral, que invita a no polarizar, a no caer en extremos, y últimamente a protestar pasito y sin molestar (parafraseando un mensaje que circula en las redes). Una estrategia basada en la omisión, en el no compromiso y en el desentendimiento. Realmente tibios como se ha criticado desde los dos extremos, más frecuentemente desde el ala izquierda (como venganza por no haber votado por ellos en las pasadas elecciones, lo cual es erróneo puesto que está demostrado que no les hubiera otorgado el triunfo).
Pero tibios no por no alinearse a uno de los extremos sino especialmente por la tibieza que implica no tener criterio político ni estar buscándolo basados en argumentos importantes ni fuertes.
Requerimos una reinvención del significado de la política. Una que nos construya un país mejor para todos, fuerte y clara, pero que sea práctica y que podamos entender fácil y por ende, participar decididamente. Una política que nos lleve a que todos los colombianos tengamos privilegios, que a nadie se le estén amenazando los que ya tiene y a que ninguno de nosotros tenga carencias. No es una utopía puesto que, como ejemplo, los daneses actúan bajo ese objetivo (Diana Uribe, viaje por Dinamarca) y esto nos deja soñar con aquello que ya hace una colectividad de humanos, así sea muy difícil y nos demoremos varias generaciones en lograrlo.
Esa sí sería una política ética. Una política en que sus ejecutores, los políticos estarían permanentemente buscando el bien común, cómo mejorar a todos partiendo de donde están, incluso aquellos que ya se encuentran con privilegios. Por supuesto, ayudar a que los que tienen más carencias para que dejen de tenerlas mediante la construcción de la inteligencia colectiva que tanto nos falta.
Eso pasa por estrategias exitosas que ya el mundo conoce muy bien, aunque a todas hay que adaptarlas para filtrarles sus asuntos extremos negativos. Ellas son la libertad, la democracia, un capitalismo mejorado que como sistema económico genere menos desigualdad y compense lo necesario con el sistema fiscal y que su faro sea el bienestar de las personas (y no el crecimiento per cápita)(ver el concepto de economía ética). Pero también pasa por la dura lucha contra la contaminación de corrupción y narcotráfico que nos ahoga. Y claro, pasa por cambiar a los politiqueros de siempre por verdaderos políticos, que practiquen esta política ética. Estas dos últimas condiciones nos deben llevar a lograr la independencia del poder político del poder económico (no politiqueros al servicio de los poderosos de espaldas al resto del pueblo) y la independencia de los poderes políticos (legislativo, ejecutivo, judicial y los organismos de control) (ver más).
Los nuevos políticos éticos hay que escogerlos y elegirlos en las urnas para que sean los líderes constructores del nuevo país. Su perfil debe iniciar con ser íntegros sin tacha alguna (cero actos de corrupción en su vida) y tener amplia experiencia en las diversas disciplinas que confluyen en las profesiones de la vida actual, no solo derecho y economía (entre estos dos grupos nos han legado el pésimo país que tenemos hoy), de todos los rincones del país y de todos los estratos socioeconómicos que tenemos. Lo que menos necesitamos es expertos en politiquería. Necesitamos expertos en vida digna, en empatía, en prosperidad, que mantengan un apetito infinito por aprender ya que necesitaremos de su inteligencia y persistencia para encontrar los caminos para lograr privilegios donde hoy solo hay carencias y aumentar los que ya se tienen.
Cada colombiano tiene el reto de volverse un verdadero ciudadano político, experto en política ética, preocupado por entender y participar decididamente para cambiar el rumbo por uno que nos lleve a una prosperidad compartida. Esa prosperidad que si nos proponemos podemos merecer.
@refonsecaz – Ingeniero, Consultor en competitividad