Creo que todos debemos asistir a las reuniones de copropietarios que se están realizando por estos días en el país. Lo recomiendo, no solamente porque me parece que es la forma de participar, de crear comunidad e influir positivamente sobre el entorno cercano en el que uno vive, sino porque es también, un ejercicio tremendamente entretenido. Una asamblea de este tipo es como si se mezclaran en un mismo espacio, una clase de niños de primaria, con una sesión de honorables congresistas y un debate en plena marcha callejera de Fecode.
Lo primero es que uno debe llegar con toda la buena intención de paralizar su vida por un número indefinido de horas. Los primeros sesenta minutos se pueden ir esperando a que se sumen los coeficientes, no intelectuales, de quienes efectivamente llegan a la reunión. En ese momento empieza una extraña negociación de poderes, en donde los administradores empiezan a buscar quién puede representar a un propietario que nunca viene y que delega su voz en el que a bien tenga hablar en su nombre. Cuando el conteo está llegando al porcentaje bajo el cual se puede iniciar, algunos asistentes deciden salirse de la reunión porque se les olvidó sacar al perro o quieren verificar que sí hubieran apagado la olla, entonces el conteo vuelve a empezar.
Aunque parezca imposible, ahora que las reuniones son virtuales, el famoso conteo para tener quórum dura justamente lo mismo y las excusas de los gentiles vecinos, son exactamente iguales, claro sumando ahora los anuncios vía Whatsapp o a través de la administración: “el Sr. Castro dice que no se ha podido conectar”, “Acá me pregunta el Sr. Castro, que si la clave para entrar a la reunión es con mayúsculas” o la otra que gana adeptos a dos manos “el Sr. Castro se disculpa pero es que desde esta mañana está teniendo problemas tremendos con su conexión a Internet”…
Inicia así el recorrido de una agenda que tiene, aproximadamente entre siete y 10 puntos, de los cuales la mitad deberían ser de trámite, pero entonces empiezan los copropietarios a sugerir que tienen un tema que es de la mayor relevancia para el edificio y que debería tratarse antes de revisar el presupuesto o nombrar al presidente y al secretario de la asamblea. El debate se enciende entre unos tres o cuatros interesados vecinos, que finalmente se dejan asesorar por la administración que lleva insistiendo desde el primer segundo, en que lo mejor sería dejar la agenda como está y que esa proposición vaya en el punto siete de la agenda, que es precisamente “proposiciones y varios”.
La reunión finalmente parece tomar camino y los primeros puntos son evacuados fácilmente: 1. Verificación del quórum. 2. Aprobación del orden del día. 3. Nombramiento del presidente y secretario de la reunión. Hasta el cuarto punto cuando la administración intenta, y reitero que intenta, presentar su informe… aquí la cosa se enreda porque la gente ni se había enterado de que la pintada de la puerta, los bombillos de las zonas comunes y el aseo del edificio, lo hace día a día la administración.
El otro punto de tremenda discusión, y esta parte sí parece una reunión del Congreso, es el famoso presupuesto, en el que en muchísimas ocasiones no coincide nada con nada, entonces viene la fórmula de nombrar un comité que ayude a proyectar y revisar el presupuesto. Ese comité nunca se vuelve a reunir y entonces, se le recuerda a la asamblea que el presupuesto ejecutado fue hecho por la administración, de acuerdo con las necesidades del edificio. Yesto sucede año tras año.
Finalmente llega el punto de “proposiciones y varios” que más bien debería llamarse “cuéntele a la administración” o “charlas con el edificio”, esto parece un programa de televisión o una sesión de terapia. Empiezan las reminiscencias, las historias de cuando el edificio se estaba planeando o de cuando hace dos años un vecino que ya se mudó, hacía reuniones con unas señoritas y unos jóvenes que se paseaban desnudos jugando ‘ríng-ríng corre corre’ por todos los pasillos. Llegan las propuestas con grandes ideas como las de ciertos sectores populistas en el país, “deberíamos bajar el costo de la administración en un 30% y dejar de pagar tanta energía”. Es así como entre grandes ideas y fascinantes discursos, nadie llega con presupuestos concretos, proyectos planeados o puntos claros y le queda a la administración la carga de sacar, en blanco y negro, unas conclusiones muy complejas de unas charlas llenas de anécdotas y remembranzas que más parecen el debate de una novela, que una reunión para definir cómo se pueden invertir mejor los cuatro pesos que se tienen para las ocho obras que hay que hacer.
Las reuniones de copropietarios son en sí mismas el resumen de nuestra sociedad, por ello hay que asistir, en ellas las personas muestran su más genuina cara, hasta los que nunca van, dejan ver qué tanto les importa su casa. Así que, si tiene el chance, cene bien, hidrátese, haga yoga y vaya preparado para una reunión en la que verá a Colombia en primer plano.
Alfonso Castro Cid
Managing Partner
KREAB Colombia