Petro tiene razón al abogar por una economía más sostenible y productiva que extractiva. También en buscar una sociedad con menos brecha sociales. Pero la clave está en los detalles de la gestión y transición. Una planificación técnica, no ideológica, y a largo plazo de los recursos de hidrocarburos de Colombia puede convertirse en una gran palanca para el cambio que busca para el país.
La relación del nuevo presidente electo de Colombia y el petróleo fue complicada durante toda la campaña electoral desde que al comienzo de la misma anunció que una de sus primeras acciones de gobierno sería “el cese de la contratación de exploración de petróleo en Colombia”.
Petro engloba esta iniciativa dentro de un marco más general en el que busca transitar de una economía “extractiva” basada en la explotación de recursos naturales a otras más productiva, ya que él considera que este modelo genera violencia. “¿Qué exportamos nosotros? Carbón, petróleo y cocaína. Los tres producen violencia, no solo la cocaína. Para sacar petróleo matan comunidades”, llegó a afirmar el primer presidente de izquierdas de la historia de Colombia en la primera fase de la campaña.
Como muchas cosas en la vida, la clave está en los detalles y la ejecución. Los datos científicos han demostrado que el cambio climático es una realidad y por lo tanto hay que realizar una transición a un modelo más sostenible desde un punto de vista ecológico de la matriz económica y por supuesto energética. También, especialmente en el caso de Colombia, hacia un modelo económico más sostenible e inclusivo desde el punto de vista social que permita que el crecimiento económico beneficie a toda la sociedad.
Por todo eso, el objetivo de Petro de hacer transitar la economía colombiana hacia modelos más sostenible no solo legítimo, por el apoyo que ha obtenido en las urnas, sino también lógico y positivo desde un punto de vista ambiental y social. Siempre que se haga con lógica económica, tecnológica y social.
Las exportaciones energéticas no producen violencia y corrupción necesariamente, como afirmó Petro. Existen ejemplos en otras regiones del planeta. Es el entorno social y político el que la produce. No hay mejor ejemplo de esto que Noruega, país exportador de gas y petróleo europeo que goza de uno de los estándares de vida más alto del mundo, unas diferencias sociales muy bajas y unos niveles de protección al medioambiente altísimos.
De hecho, Noruega se transformó de un país con una renta per cápita por debajo de otras potencias de Europa a uno de los más ricos del continente gracias a los hidrocarburos de su subsuelo. También invirtió esa riqueza en convertirse ahora también en uno de los más ecológicos y limpios.
El país nórdico es hoy el principal productor de gas y petróleo del viejo continente, pero genera casi el 100% de su electricidad de energías renovables, principalmente mediante hidroeléctricas, aunque también solar y geotérmica. También es el país con más coches eléctricos del mundo per cápita, 470.000 automóviles son eléctricos, y el año pasado el 64% de los vendidos utilizan esta tecnología.
A nivel social y económico, ha utilizado esas riquezas para desarrollar otras industrias como la tecnología o el turismo de cara a un futuro sin hidrocarburos, y además creó el mayor fondo soberano del mundo que amasa hoy 1.000.000 millones de dólares, es decir cada ciudadano noruego tiene en un fondo del Estado 220.000 dólares para cuando el petróleo y el gas se acabe o para cuando se elimine de la matriz energética mundial.
La clave de este uso inteligente de los recursos naturales ha sido, sin duda, la buena gestión de los ingresos y un plan a largo plazo que ha permitido utilizar los recursos naturales para desarrollar y modernizar su economía y, además, planificar un futuro en el que no dependerán de la su industria extractiva. Sobra decir que ha sido un plan coordinado entre el Estado, el sector empresarial y la sociedad por encima de ideologías.
Petro hace bien en proponer una sociedad que no dependa de la extracción de recursos naturales, que sea más sostenible y ecológica y más justa socialmente. Ello pasa, sin duda, por impulsar las energías limpias en el país, impulsando proyectos con la industria local y abriéndola a la inversión internacional, desde los grandes proyectos eólico y solares hasta los proyectos de autoconsumo en comunidades pequeñas. Estas tecnologías, además de necesarias, ofrecen una oportunidad de crear cientos de miles de empleos bien remunerados en el país y hacer la energía más accesible para los ciudadanos.
Pero una transición hacia una Colombia más sostenible, y más justa socialmente, va a requerir además de medidas políticas, una gran cantidad de recursos económicos como probablemente sepa el nuevo presidente. Un nuevo modelo tributario que dote al Estado de mayores recursos quizás sea inevitable.
Pero dejar de aprovechar las oportunidades que los hidrocarburos ofrecen al país como fuente de estos necesarios ingresos para su transformación sería más un freno que un acelerador de ese necesario cambio social, económico y ambiental. Los ingresos del petróleo podrían ayudar a Colombia ha superar, paradójicamente, la era de los hidrocarburos.
Igor Galo Anza
Director Asociado de Comunicación para América Latina
@igorgaloanza