Colombia tiene la fortuna de estar ubicada en una zona geográfica privilegiada en términos de clima, recursos y biodiversidad. Sin embargo, no hemos logrado vivir a la altura de esta responsabilidad. En Colombia el 53% de su territorio está cubierto por bosques, sin embargo, desde 1990 hemos deforestado el 9% de estas áreas. Esto equivale a cerca de 6 millones de hectáreas, algo cercano al tamaño del departamento de Antioquia.
Las causas de la deforestación son muy diversas, sin embargo hay algunas que resaltan sobre la mayoría: la expansión de la frontera agrícola y ganadera, los cultivos ilícitos y la minería ilegal. Sin embargo, en algunos casos, este fenómeno resulta de la falta de oportunidades y olvido que viven las regiones más apartadas del país. El principal problema es que la deforestación no parece ser una solución a esta problemática. Un ejercicio estadístico sencillo muestra que no hay evidencia que se cierren las brechas en el PIB per cápita de los municipios con mayor deforestación con la media nacional, es más cuando se excluyen los de mayor renta, usualmente urbanos, las zonas con mayor deforestación amplían su rezago con la media nacional. Una conclusión similar se extrae del cambio en el indicador de necesidades básicas insatisfechas, una medida de pobreza, que muestra que su reducción es sustancialmente menor en los municipios con alta deforestación frente a los de baja deforestación.
Al final, la deforestación no es sólo mala para el medio ambiente, sino que tampoco ayuda a cerrar las brechas de pobreza ni mejora la productividad o producción en el país. Pero, entonces ¿qué se debe hacer para revertirla?, ¿cómo darle oportunidades a esas poblaciones? Estas son las preguntas centrales que abordaremos en la columna de la semana entrante.
Alejandro Reyes