Por: Jaime Polanco
Confidencial Colombia. Con qué buena sensación se queda uno cuando termina el Hay Festival de Cartagena. Buenas charlas, diversos temas, necesarias reflexiones y una mirada más abierta, poderosa y diferente de las que nos acompañan habitualmente en nuestro entorno político e intelectual colombiano.
Muchas enseñanzas y aprendizajes, verdades abiertamente discutidas y contrastadas incluso con el público. Muchas recomendaciones para nuestras dolencias locales, pero sobre todo mucho entrecomillado a las propuestas de gobierno, de convivencia y de progreso que nuestros dirigentes locales, quieren aplicar con la anuencia despistada de la ciudadanía.
Las palabras mas usadas fueron; engaño, mentiras, corrupción, desgobierno, precariedad. También en inglés fake news, impeachment, recesión, dictatorship, pero sobre todo en ambos idiomas demagogia o demagogy.
Demagogia la que utilizan los políticos para seguir engañando a la ciudadanía con propuestas populares que no llevan a ningún sitio. La misma que utilizan para ganar los votos en época electoral. La misma que utilizan para subir o bajar en las encuestas o en la apreciación de las redes sociales.
Demagogia la que utilizan las empresas para decir lo bien que estamos en los ratios de reputación social, las aportaciones a los planes para la rebaja las emisiones de CO2, o las cuotas de igualdad de oportunidades para las mujeres.
Demagogia de la barata, la que utilizan nuestros gobernantes locales para prohibir lo que sea por el interés general, subir los impuestos arbitrariamente para ‘quitarle’ a los ricos sus fortunas, demagogia por hacer de las ciudades un caos pensando que un día sin carros, soluciona un problema de contaminación o hábito al uso de los mismos.
Demagogia la de los medios de comunicación, que coquetean a sus audiencias haciendo guiños a los gobiernos de turno para que subvencionen foros, y conferencias o jornadas sobre cualquier tema para engrosar las raquíticas cuentas de ingresos.
Cientos de páginas patrocinadas por industrias interesadas en mostrar compromisos con el medio ambiente, la lucha por la sostenibilidad y la conciencia por el cambio climático.
Demagogia la que utilizan un sinfín de organizaciones, supuestamente sin animo de lucro, para defender lo indefendible buscando financiación por los pecados cometidos por los democracias más avanzadas, para poder estar en la vanguardia de cualquier protesta social que lo requiera.
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Demagogia del gobierno con mensajes infantiles tratando de minimizar los efectos de unas movilizaciones que buscan ser una plataforma para ser escuchadas y así proponer vías de solución a los problemas sociales que existen el país.
Demagogia del Ejército, la Iglesia y tantas instituciones colombianas que llevan años mirando hacia otro lado, mientras aumentaban en el país los grupos ilegales, la violencia, las desigualdades y la miseria social.
Demagogia la que ejercen en el Congreso de la República los ilustres representantes de la patria, aquellos que salvo en honrosas excepciones aplican el ‘interés personal’, transando leyes, reglamentos, presupuestos y tantas reformas como aquellas que se necesiten, para ser intercambiadas en intereses políticos o económicos.
Menos mal que nos quedan algunos políticos, escritores, comunicadores, intelectuales, científicos y empresarios, dispuestos a debatir abiertamente caminos que beneficien a la ciudadanía y animen a los líderes a ejecutar políticas más justas y equitativas que reduzcan la brecha entre generaciones.
Quizás aunando todos esos esfuerzos, se puedan abrir ventanas que dejen entrar aire fresco. Brisas para ayudar a una sociedad contaminada por el ego, la avaricia y ciega de sus propias convicciones, así sean erradas.