Da vértigo pensar que en tan pocos años estamos viviendo hechos políticos y sociológicos de trascendencia aún no predecible. Pero los estamos viviendo. Da vértigo mirar al futuro y no saber como será el mundo en 15-20 años. No tenemos ni idea, pero sí tenemos la extraña sensación de que será muy distinto. Da vértigo imaginar que nuestros hijos tendrán una vida peor que la nuestra, y lamentablemente, también tengo esa sensación.
La repentina y humillante salida de Afganistán de la coalición internacional tiene muchas aristas, pero me centraré en las dos que más me llaman la atención: la primera, el fracaso de la OTAN, de la política internacional de EE.UU. y de la Unión Europea; y la segunda, la farsa de muchas organizaciones pro-derechos humanos, que sólo actúan por intereses económicos y en función de a quien haya que protestar.
Para los más jóvenes, a finales del año 2001, y con la caída de las Torres Gemelas, el Gobierno de George Bush Jr. inició a los pocos días del ataque terrorista la denominada ‘Operación Libertad Duradera’. El objetivo era dar caza al enemigo público Nº1 del mundo, Osama Bin Laden, autor intelectual del ataque, y desalojar del poder al gobierno talibán, que le daban cobijo en el país. La caza a Bin Laden no la lograrían hasta una década después, pero Kabul sí dejó de ser feudo talibán en menos de dos meses. Al menos, una victoria moral para EE.UU y occidente después de la catástrofe del Pentágono y Nueva York.
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Los talibanes se replegaron y resistieron en las montañas. Y desde allí, poco a poco, supieron jugar sus bazas políticas y militares, ganar terreno poco a poco y adeptos por el descontento del pueblo con el nuevo gobierno, para volver al poder 20 años después. Quizás suene exagerado, pero Afganistán fue un clavo en la tumba de la antigua URSS en los años 80’s, y quizás sea otro clavo para EE.UU como imperio hegemónico en la actualidad.
En estos 20 años ha cambiado el tablero geoestratégico mundial. El peso del eje Rusia-China es muy superior al de 2001. Sin el apoyo de estos dos países, es evidente que los talibanes no hubieran vuelto al poder. Rusia, y sobre todo China, ahora mandan mucho. Financian a los países y movimientos que pueden desestabilizar a sus rivales históricos como EE.UU o la Unión Europea. Son actores predominantes nuevos, con dinero y armamento al nivel de la OTAN. El equilibrio ahora es real y muy peligroso.
Ruina económica
Desde 2014, el presidente Barack Obama ya se advirtió que se iban de Afganistán, que no podían estar eternamente en tierras ajenas y que sobre todo, billones de dólares y miles muertos, eran un pozo sin fondo que no podían soportar por siempre. Posteriormente ni Trump, centrado de fronteras para dentro; ni ahora un despistado Biden, han dado el paso hacia adelante para permanecer y evitar el bochorno. Repito, mucho dinero y demasiados muertos para llevarlos a las espaldas.
Lo cierto es que aunque se sabía que esto iba a pasar, el cómo ha pasado es revelador. Las escenas patéticas de miles de personas en el aeropuerto suplicando salir para no caer en las garras del terror fundamentalista dejan en muy mal lugar a la coalición internacional. La ‘Libertad Duradera’ que prometió el Tío Sam en 2001, no lo era tanto. Sólo 20 años.
Estados Unidos se fue a la carrera, y con ellos, todas las delegaciones diplomáticas del mundo (salvo curiosamente Rusia y China). La historia de un fracaso político. Fracaso porque en estos años de relativa paz social y libertades, tampoco se logró el objetivo que no era otro sino implantar una democracia a imagen y semejanza de occidente. Trasladar un modelo de democracia occidental a un régimen tribal milenario y con profundas raíces musulmanas se ha demostrado inviable. Ya no funcionó en la Primavera Árabe, y tampoco ahora. En 20 años, lejos de lograrlo, la corrupción ha sido el principal efecto en la clase dirigente afgana. El pueblo no llegó a enraizar y al contrario muchos han visto en los talibanes la vuelta a sus raíces salafistas como el camino.
Silencios que señalan a muchos
Y lo otro que queda de esta huida es el vergonzante silencio de cientos de organizaciones humanitarias. Organizaciones feministas, ecologistas, pro-derechos humanos y LGTBI que callan estos días. Muy activos y valientes para protestar en las calles de Washington, Bogotá, París, Berlín o Madrid, en muchos casos por causas sobredimensionadas, pero ausentes (ni siquiera un trino) ante lo que se les viene encima a millones de afganos y afganas, que simplemente adoptaron modos de vida occidentales, y que ahora pagaran con torturas o la muerte. Se les debería caer la cara de vergüenza.
Por ejemplo, ¿Dónde está el colectivo #MeToo? tan activo para señalar sin pruebas y joderles la vida a actores y famosos, y ahora tan calladas ante las atrocidades que se le vienen a millones de niñas y mujeres afganas anónimas? ¿Y Greta Thurnberg, Greenpeace o sus satélites por el Medioambiente? Parece que los campos petrolíferos arrasados y el daño ecológico de los talibanes o el Estados Islámico de estos años no importa. ¿O donde está el poderoso lobby mundial LGTBI? Acaso no saben que miles de homosexuales serán colgados en grúas por la aplicación estricta de la sharía o ley islámica… claro que saben. pero no todas la vidas valen ni importan lo mismo.
Toda esta banda de organismos subvencionados y sectarios, empezando por las oficinas de Naciones Unidas y siguiendo por miles de ONG’s, solo se mueven por dinero y poder. Y ahora toca silencio porque el banco del mundo es China. Que todas estas organizaciones supranacionales, en cierto modo, sean el faro moral de Occidente, lo que les llega a los jóvenes, es la viva muestra de la decadencia que sufre nuestra civilización: cultural, moral y ahora militarmente. Otros vendrán para imponer sus principios. Igual es que no sabemos defender los nuestros. Ningún imperio ha sido eterno a lo largo de la historia, éste no iba a ser menos. Es cuestión de cometer muchos errores seguidos y de tiempo. Da la sensación de que queda muy poco para mirar a Asia como eje del poder del mundo.