El mundo que se nos viene después del Covid-19

Por: Marcial Muñoz Lorente


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¿Cómo será nuestra vida después de esta pandemia? No tengo ni idea, es más, seré todo lo claro y contundente que puedo ser en esta aseveración: NO TENGO NI LA MÁS REMOTA IDEA de lo que nos aguarda en las próximas semanas o meses, y desconfíen, al menos un poco, de los que presumen ser expertos y aportan gráficas y soluciones mágicas.

En estos días, uno habla con la familia o escribe artículos más con el pensamiento, con el deseo, que con información certera. Nos intentamos aferrar a las experiencias positivas de otros países, a las pequeñas batallas que vamos ganando al virus. Todo esto que está pasando es demasiado reciente, demasiado impactante, sorpresivo, demasiado extraño. Demasiado loco. Pero es lo que es. En ningún manual de crisis mundial estaba previsto el tener que parar la actividad durante meses para esconderse en las casas como títeres, como meros actores secundarios de una tragedia griega. Y las consecuencias también son desconocidas: económicas, de sociabilidad, de estilos de vida, psicológicas…

Nadie, y nadie es nadie, salvo el que creó el virus si es que alguien lo creó artificialmente para llegar a esto, o por accidente, como apuntan algunas informaciones en las últimas horas, puede venir a pontificar como será el mundo del mañana. La razón es sencilla: el Covid-19 aún es un pequeño gran (cabrón) desconocido. No sabemos a ciencia cierta como se contagia, no sabemos el periodo de incubación (lo de los 14 días ya está en serio cuestionamiento científico), no sabemos si habrá brotes futuros, desconocemos el porcentaje de los contagiados que se inmunizan y por cuánto tiempo lo hacen. Obviamente tampoco sabemos exactamente el tratamiento que lo combate con más eficacia ni, tampoco, donde y cuando llegará la vacuna. Y por encima de todo esto, no sabemos si el ‘bicho’ mutará en unos meses y como lo haga. Mejor dicho, aún no sabemos casi nada. Esta es una tarea de meses. Y ante esto, especular y jugar con el miedo de la gente es fácil, pero sobre todo muy irresponsable.

En estos 4 meses, sí hemos descubierto que la estrategia del confinamiento es la única válida para frenar la expansión brutal que acabe con cientos de millones de muertos en pocos meses. Los países que tomaron medidas de cierre tempranas están, de momento, a salvo del colapso sanitario, mientras que los que no hicieron lo debido, como Estados Unidos, Reino Unido o España, por poner algunos ejemplos, están sumidos en un oscuro túnel de difíciles consecuencias.

Algunos países de Asia y Europa, mucho más castigados que Colombia por el virus, por cierto, ya están intentando recuperar cierto grado de lo que era la vida pre-coronavirus. Veremos si ese aperturismo no les trae recaídas, y si llegan como se presume ¿en qué medida serán y como nos vamos adaptando a este nuevo estatus? Porque lo único cierto es que en casa no nos podemos quedar más tiempo a la espera de una vacuna milagrosa. Ninguna economía soporta un frenazo en seco de meses y menos las irregulares economías de Latinoamérica o la nuestra propia.

Lo anterior está muy bien, pero ¿cómo salimos de esta?, si lo único que medianamente ha resultado efectivo es no hacer nada, estarnos quietos, y eso nos mataría de hambre, es claro que hay que evolucionar en nuestra estrategia de guerra. La fase 1, la estrategia defensiva de corto plazo, ya está llegando a su fin, en Colombia se contuvo la embestida inicial, feroz en otros países. Entonces ¿Qué tecla del piano hay que tocar ahora para sacar la nota perfecta? Nuevamente, no creo que nadie tenga una solución mágica. Esta es una crisis 100% de ciencia: prueba y error. Integramiento progresivo, distanciamiento social, confinamiento inteligente: conceptos que escucharán en los próximos meses para ganar tiempo a la vacuna mientras actuamos y sobre todo, pensamos, y ahí está a mi juicio, una de las claves para ganar la guerra: la razón.

Los próximos meses serán de miedo, incertidumbre en todos los sentidos. Personalmente confío en la capacidad racional y de adaptabilidad que el ser humano ha ido demostrando por miles de años de evolución de nuestra especie. El hecho de poder reaccionar con ideas, pensamientos elaborados, estrategias (y tecnología) a los retos que nos pone en el camino la madre naturaleza es nuestro salvavidas frente al ejemplo simplista de los apocalípticos en estos días de la desaparición de los dinosaurios. No es lo mismo, queridos amigos simplistas.

Éste no es el primer gran desafío al que estamos sometidos en la historia de la humanidad. Lo que pasa es que somos cortoplacistas y llevamos 7 décadas y al menos tres generaciones de cierta bonanza económica y de ‘paz’ mundial global. En lo que estamos, lo que se nos viene, es algo nuevo, desconocido, y por ello, genera temor. Pero por esto ya pasamos otras veces y, de momento, el ser humano siempre ha ganado. Esta vez no tengo dudas de que será igual. ¿Cómo lo haremos? No tengo ni idea. Pero de algo sí estoy convencido: somos más inteligentes que el virus. Al contrario que nuestro enemigo, tenemos la capacidad de analizar, estudiar y racionalizar el problema, y eso es lo que nos llevará a derrotarlo.

@Marcial__Munoz

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