En el artículo (1) de esta serie mencionamos el reporte recientemente publicado sobre los datos de la OCDE en la que Colombia tristemente puntea la desigualdad de ingresos en la región, medido a través del índice Gini: Colombia 0.542 por encima de Costa Rica 0.497, Chile 0.460 y México 0.418. Es el momento de entender la forma de medir la desigualdad de ingresos.
Primero veamos la curva de Lorenz (economista norteamericano, 1905) que permite entender en forma sencilla el concepto (gráfica ajustada de esta base).
En el eje horizontal se encuentra el acumulado de la población expresado en %. En el eje vertical se encuentra el acumulado de los ingresos de la población expresado en %. La población hay que ordenarla de acuerdo con rangos de ingresos, desde los que menos ingreso tienen hasta los que más ingresos reciben para que la curva tenga la posibilidad de explicar la realidad de la situación económica.
En la recta llamada “igualdad en la distribución del ingreso” (a 45 grados) siempre se encuentra la siguiente condición: el % acumulado de población recibe el mismo % de ingreso. Ejemplos: el 20% de la población recibe el 20% de los ingresos de la población; el 60% de la población recibe el 60% de los ingresos de la población.
Pero la realidad es la que muestra la curva roja “distribución real del ingreso” que refleja la situación en que un % acumulado de la población recibe menos que el % acumulado de ingresos que le correspondería si hubiese igualdad en la distribución. Ejemplo (en la gráfica exhibida): el 20% de la población recibe el 7% de los ingresos. Debe leerse correctamente de la siguiente manera: el 20% acumulado de la población de menores ingresos (debido a que se ordenó la población previamente en rangos de ingresos de menores a mayores) recibe el 7% de los ingresos.
La flecha roja es una representación visual de la desigualdad, o sea, qué tanto se aleja la curva de distribución real de la condición de igualdad (la recta a 45 grados). Entre más se aleje, más desigualdad. El índice Gini (estadístico, demógrafo y sociólogo italiano) mide esto en forma estandarizada así: el área entre la línea recta a 45 grados y la línea curva (roja) se divide entre el área de todo el triángulo formado entre la recta a 45 grados y los dos ejes (horizontal y vertical); tal división arroja un número entre 0 y 1: entre más cercana la curva roja a la recta, menos desigualdad habrá (la flecha más pequeña) y por tanto el coeficiente será más cercano a 0. Por el contrario, si la curva roja es más lejana mayor desigualdad habrá y el coeficiente será más cercano a 1.
Sabiendo esto, ahora si es interesante mirar los últimos resultados que arroja el Banco Mundial (último reporte en su web) para 60 países y fijarse en qué posición relativa estamos, cuáles son los menos desiguales y cuáles los más.
Lamentablemente, también en el mundo Colombia está liderando el campeonato de los más desiguales. Las comparaciones con otros países permiten levantar alertas, en este caso fuertes, y también la muy importante visualización de que hay sistemas económicos mejores, teniendo en cuenta que la desigualdad también se correlaciona en forma inversa con el bienestar. Esto nos debe preocupar, tanto a ricos como a pobres. Lo hemos repetido en anteriores columnas: a los pobres evidentemente por sus malas condiciones de vida, a los ricos porque a pesar de su acumulación de riqueza no viven ni tienen su riqueza fincada en un país seguro (especialmente inseguro para no llamarnos a engaños), y a todos porque podrían tener un nivel de bienestar mucho mejor al actual si tuviéramos un país menos desigual.
Pero hay más sobre esto, y es qué pasa con las acciones que emprende el Estado para mitigar la desigualdad a través de los impuestos y las trasferencias, que marca un antes y un después (de impuestos) en el índice Gini. En el próximo artículo podremos comprender cómo los países del norte de Europa bajan fuertemente la desigualdad que se produce en sus economías con una importante acción del Estado, cómo en Corea del Sur su economía no produce mayor desigualdad y por tanto no requiere de esas acciones, y cómo en Colombia, donde su economía produce enorme desigualdad este tipo de acciones del Estado no bajan prácticamente nada (significativo) la desigualdad, que ya vimos, es de las mayores del mundo.
Como se ve, cada vez más nos alejamos de esa percepción fofa de que “la desigualdad no es mala” o que la “desigualdad es natural” o que “el pobre es pobre porque quiere” y demás tontadas, a punta de estudiar en forma fácil lo que realmente significa. Y eso que no hemos aún tocado la desigualdad en la justicia y en otros derechos fundamentales, en los que la situación es aún más preocupante. Ya vamos llegando al meollo.