En los últimos días ha habido una nueva ola de polarización alrededor del cierre por tres días del negocio de doña Segunda, una fritanguería famosa que queda en el barrio12 de octubre de Bogotá que lleva 6 décadas en el mercado.
De la misma forma la DIAN había cerrado por tres días otros 18 negocios, como Jumbo (¡sí, Jumbo!!) del centro comercial Santa Fé, pero esa no era una noticia explotable políticamente hablando. En cambio, la de doña Segunda sí: una pobre mujer vieja a la que la DIAN estaba abusando; en realidad ella no es pobre desde hace tiempo, pero luce como tal y su imagen se puede explotar para tal efecto. El año pasado se cerraron 3300 establecimientos y este año ya llevan 119 (Morales, 2024).
El cierre, dijo la DIAN, es por no haber cumplido con el procedimiento de facturación electrónica (Valencia,2024), que ya le tocaba tener expidiendo las facturas electrónicas. “Los cierres de la @DIANColombia son el resultado de un proceso que agota cada una de las instancias en los tiempos establecidos por la norma, los cuales están sujetos a un riguroso sustento jurídico y probatorio” (DIAN, 2024). Nada excepcional, sino un procedimiento estándar, siguiendo un debido proceso: el establecimiento fue visitado el año pasado “para ver cómo estaba facturando y explicarles que debían implementar la factura electrónica, en una especie de capacitación. Como no lo hizo, el negocio fue sancionado…” (Salinas, 2024)
Pronto empezaron los medios a hacer su magia. Salió entrevistada con dolor, sorpresa e indignación. Habló de atropello, que ella ayudaba a mucha gente que dejaron sin trabajo; según ella no había hecho nada malo, que no le estaba quitando nada a nadie, que ella pagaba impuestos y tiene en orden todo (lo correspondiente a lo que le exige la ciudad para ese tipo de negocios).
Y las editoriales amplificaron el mensaje con frases altisonantes contra la DIAN; un ejemplo: “la pusieron a llorar… show mediático… no tener facturación electrónica no significa evadir impuestos… la prefieren llorando que haciéndole el acompañamiento… esas lágrimas de doña Segunda casi que son las lágrimas de los cientos de emprendedores… lo que se necesita es un plan de choque económico ¡claro! duro muy, duro con los pequeños empresarios…” (Gómez, 2024). En forma convincente, la periodista vuelve a doña Segunda una víctima y a la DIAN un ente victimario monstruoso. Usa cinco falacias lógicas en su discurso: la DIAN no puso a llorar a la señora; el show mediático realmente es el de los medios; no tener facturación electrónica no significa evadir impuestos es algo que la periodista no sabe; casi que son las lágrimas de los cientos de emprendedores… una generalización que no tiene cómo sustentar; lo que se necesita es un plan de choque económico, hubiera tenido que cumplir el mismo procedimiento así estuviéramos en una bonanza económica; ¡claro! duro muy, duro con los pequeños empresarios, el mismo procedimiento se le había aplicado a negocios muy grandes como Jumbo, pero le permite hacer un cierre que despierte rabia. En el mismo medio aparece una entrevista a doña Segunda, la que el periodista prácticamente le dice a la señora qué decir para que luzca dramática (Barragán, 2024). El meollo no es otro sino criticar al Gobierno al que le hacen oposición, no importando si se usan argumentos falaces.
Ya de estos medios se conoce su habilidad para intentar manipular a la opinión pública. Pero la enfermedad contagió hasta profesores universitarios que hacen una defensa al incumplimiento de la ley; un ejemplo: “Que triste el papel de la DIAN y del gobierno persiguiendo a personas vulnerables que trabajan día a día para salir adelante. Infame” (Jaramillo, 2024) quien es economista y administrador, director del Centro de Gerencia y Empresa de una prestigiosa universidad y columnista de un diario importante; la tristeza es que, con su trino, falaz también, hace implícitamente una apología a saltarse la ley porque es una persecución del Gobierno (que nuevamente, es el objeto de la publicación) … ¿que entenderán sus estudiantes y qué aprenderán con su ejemplo?
De exactamente la misma forma el director de Fenalco salió al ruedo solidarizándose con la señora, porque “la ausencia de la factura electrónica no puede ser vista ni tratada como evasión”, asunto que ya vimos que no puede saber un opinador sobre el caso, argumentando que “una persona de la tercera edad (dramatizando), que genera empleo y paga impuestos (mientras no lo demuestre con documentos no puede saberlo y por tanto, no puede usarlo como argumento) merece un trato digno (exigir el cumplimiento de una disposición legal no puede ser considerado como indigno), como miles de colombianos que luchan día a día por sacar adelante a su familia (dramatizando) (Cabal, 2024).
Lo primero que hay que recordar es que la facturación electrónica fue aprobada en el anterior Gobierno, y que la DIAN es una institución del Estado colombiano y no del Gobierno de turno. Por lo tanto, los ataques se basan en argumentos falaces para mostrar a la DIAN de Petro como la mala del asunto, perdiendo completamente la perspectiva: el que no cumple con lo dispuesto en las leyes es el malo de este tipo de casos. Vergonzoso viniendo de gente tan ilustrada e importante.
Como doña Segunda es (o se parece) a una vieja pobre y llorosa e indefensa es una buena víctima para llevar un mensaje de ataque al Gobierno Petro. Esto recuerda la frase de Nietzsche: “…Si matas a una cucaracha eres un héroe. Si matas a una mariposa eres malo. La moral tiene criterios estéticos” (Dominguez, 2022). La instrumentalización de doña Segunda para servir a un propósito diferente al drama que ella misma se propició, está basado en la que la ética se aplica con relatividad estética: a nadie conmovería que se hiciera todo este despliegue mediático con opinadores tan ilustrados luciendo indignados, si el caso fuera el de Jumbo.
Esta reflexión, y no una sonsa defensa a este Gobierno, es lo que nos ocupa: la ética se relativiza según se necesite por personas que, por tanto, no son éticas.
Es parte de la doble moral que nos caracteriza a los colombianos en todo lo que alegamos (generalizando). Y eso que no hemos traído la mejor “razón” de todas: “para qué pagar impuestos si se los roban” (de la (no)sabiduría popular).
Los que no pagan impuestos hacen que los que sí pagan, paguen más y, por lo tanto, aunque no les estén robando directamente, sí los están perjudicando de hecho. ¿Con base en qué razón ética tendríamos que defender esta posición? A no ser que seamos del grupo de los evasores y corruptos, o de los que son capaces de instrumentalizar a una señora de edad para hacerle oposición al Gobierno, oficio en el cual, la ética es desconocida.