Siempre han existido los fenómenos climatológicos como las Depresiones Aisladas en Niveles Altos -DANA- en la región de Valencia, España. El que acaba de pasar en octubre fue muy grande y la probabilidad que se vuelva a presentar es mayor que en años anteriores, debido a los cambios de comportamiento del clima, que cada vez son más evidentes.
¿Qué es una DANA? La DANA que ha azotado el este de la península Ibérica es una bolsa de aire frío a mucha altura, que al chocar con el aire caliente y húmedo del Mediterráneo genera lluvias torrenciales. “En el argot meteorológico este episodio se conoce como un tren convectivo, una situación en la que tormentas muy intensas se regeneran continuamente en la misma zona, lo que deja en esa área cantidades desorbitadas de precipitaciones”, explica el portavoz de Aemet (EL PAÍS, 2024). Este fenómeno es la amenaza. Aunque también hay habitantes que piensan en conspiraciones.
Los desastres naturales no existen. Para explicarlo volvamos a las diferencias entre riesgo, amenaza y vulnerabilidad. La amenaza es la ocurrencia de un fenómeno como la DANA, la vulnerabilidad es la falta de características de los asentamientos humanos para que no se vean afectados por la amenaza, y el riesgo es la combinación de los dos. Con la misma amenaza, pero sin asentamientos en el recorrido de la creciente, riada o avalancha que genera, no hay vulnerabilidad de nadie, y por supuesto, no hay riesgo de desastre para humanos. En forma conceptual, el desastre no es natural porque sucede cuando los humanos nos situamos en lugares que pueden ser afectados por ese tipo de eventos naturales, conocidos, pero no predecibles totalmente, y nos hacemos vulnerables ante su ocurrencia; tal combinación se traduce en lo que calificamos como desastre.
Después del desastre que produjeron las dos riadas de 1957, en Valencia se construyó el Plan Sur, que desviaba el río Turia para proteger el centro de la ciudad, y evacuar hacia el sur los posibles eventos comparables, cuya medida indicativa se estableció en 3700 m3/segundo (casi dos veces el caudal del río Cauca), para lo cual, el canal de desvío se diseñó para 5000 m3/segundo (hay quienes dicen que ambos datos no estaban bien calculados, uno por defecto y el otro por exceso).
En el 2014, un informe advertía que “Los registros históricos y arqueológicos, así como las estadísticas, nos alertan de que tarde o temprano la meteorología volverá a repetir, o incluso empeorar, una situación como la que Valencia experimentó en 1957 y el cauce del Turia tendrá que soportar ingentes caudales. Situación en la que sin duda influirán los fenómenos asociados al cambio climático. A la vista de los datos expuestos en el presente estudio informativo, existen riesgos de que dicha situación meteorológica pueda derivar en una inundación catastrófica para Valencia. El Plan Sur está incompleto pues, por ejemplo, incluso actuaciones proyectadas y presupuestadas como la presa de Vilamarxant o el recrecimiento del Nuevo Cauce no han sido ejecutadas a día de hoy. Deducimos que el cauce actual es insuficiente para una riada como la del 57”. (Actualización del Plan Sur de Valencia, 2014). Este informe premonitorio fue escrito hace 10 años.
Para la época del desastre del 57, la zona al oeste de la l’Albufera (laguna costera y parque natural ubicado a unos 10 km al sur de la ciudad de Valencia) era dedicada a las actividades campesinas. Hoy, la urbanización es una realidad, cubriendo de calles y edificaciones lo que una vez fue campo abierto, lo que agrava la condición para toda la zona por la impermeabilización del suelo con la cual la escorrentía (lluvia que se convierte en corriente de agua) es mayor.
“El expresidente del Gobierno José María Aznar ha reivindicado este lunes el Plan Hidrológico Nacional (PHN) que aprobó su Gobierno y que incluía obras e inversiones en el sur de Valencia, como en el barranco del Poyo, y ha criticado que el PSOE lo derogara a partir de 2004 al llegar a Moncloa” (Sport45, 2024). El barranco del Poyo fue el mayor causante de la tragedia.
Los barrancos (caños o arroyos con cauces profundos que han labrado las mismas aguas torrenciales, pero que en otras estaciones permanecen secos), se llenan de materiales que ayudan a crear pequeñas presas que cuando se deshacen causan avenidas, que sumadas todas, forman las impresionantes riadas que se han registrado y que causaron tantos daños.
También se ha hablado que el desmantelamiento de presas en desuso es parte del problema porque servían de amortiguamiento, precisamente en las crecidas de los ríos. Pero “no hay evidencia de que se hayan demolido grandes presas o embalses en la región de Valencia que pudieran haber mitigado las inundaciones de octubre de 2024. Las infraestructuras eliminadas en la cuenca del Júcar, la más afectada por las inundaciones, fueron principalmente azudes y pequeñas presas en desuso, no grandes embalses. Estas 28 estructuras se demolieron por motivos de seguridad y para restaurar ecosistemas, y su ausencia no influyó significativamente en la magnitud de las inundaciones recientes” (MalditoClima, 2024). “Por el contrario, la presa de Forata desempeñó un papel crucial al retener 37.000 millones de litros de agua durante las lluvias torrenciales, evitando que la situación en la ciudad de Valencia fuera aún más grave. Expertos señalan que, sin esta infraestructura, el impacto de las inundaciones habría sido mucho mayor”. (Antena3, 2024). Además de las presas, “los desvíos de cauces junto con otras soluciones de ingeniería y arquitectura han hecho que zonas como la ciudad de Valencia hayan evitado la catástrofe tras el paso de la peor DANA en el último siglo”.
Por otro lado, el criticado desmantelamiento de la Unidad de Emergencias Valenciana como uno de los primeros actos al posesionarse el presidente derechista de la Generalitat, que había sido creada tan solo 4 meses antes por su antecesor socialista, ofrece otra pista para entender que los políticos estaban más atentos a su refriega ideológica que en prevenir y atender los riesgos de la tierra donde han llegado a ser responsables por todo lo que allí pase (El País, 2024).
A continuación, un esbozo del mapa de posibles causas simultáneas que operan sobre un sistema nada simple.
1. Cambio Climático y Fenómenos Meteorológicos Extremos: las lluvias torrenciales y las DANAs son fenómenos que, aunque han ocurrido históricamente en el Mediterráneo, se han intensificado en frecuencia e intensidad debido al cambio climático.
2. Vulnerabilidad de la Infraestructura: muchas de las infraestructuras en Valencia, como drenajes, puentes y carreteras, fueron diseñadas antes de que se tuviera en cuenta la posibilidad de lluvias tan intensas y frecuentes. Esto implica que no sean suficientes para manejar estos volúmenes de agua, agravando el impacto de las inundaciones. Y la expansión de construcciones en zonas propensas a inundaciones, como las bien conocidas allí llanuras de inundación, zonas ribereñas y áreas bajas, ya sea por falta de regulaciones o por incumplimiento de éstas, aumenta la exposición al riesgo de la población.
3. Deficiencias en la Planificación Urbana y Gestión Territorial: el crecimiento urbano desordenado y la proliferación de superficies impermeables (construcciones, carreteras, pavimentación) aumentan el riesgo de inundación, ya que el agua de lluvia no puede filtrarse de manera natural en el suelo. Y por otro lado, la deforestación y pérdida de vegetación puesto que la urbanización ha llevado a una reducción de áreas naturales y vegetación, que son esenciales para la absorción de agua; al no contar con suficientes zonas de retención natural de agua, las ciudades quedan desprotegidas y aumentan las posibilidades de inundación.
4. Gestión y Respuesta a Desastres: la magnitud de la tragedia sugiere que quizás los protocolos de emergencia y respuesta no estaban suficientemente preparados para enfrentar un desastre de estas características. Y además, las autoridades pueden haber reaccionado de manera tardía o insuficiente debido a una planificación deficiente y a la falta de recursos adecuados. Y la falta de inversión en infraestructura de mitigación como canales de desagüe más grandes, sistemas de retención de agua y sistemas de alerta temprana, que podrían haber reducido significativamente el impacto de las lluvias; puede haber sido por restricciones presupuestarias como por la priorización de otras obras de menor urgencia.
La tragedia de Valencia es resultado de la confluencia de factores naturales, agravados por la acción humana y una insuficiente adaptación al cambio climático. Para evitar futuras catástrofes de esta magnitud, es urgente que las autoridades implementen una serie de reformas integrales: invertir en infraestructura de adaptación climática, controlar la expansión urbana en zonas de riesgo, y fortalecer la gestión de emergencia.
Que nos sirva de espejo esta tragedia para reflexionar sobre el estado de la gestión de estos riesgos en nuestro país, que es altamente expuesto: lo más probable es que tengamos muchas más falencias en todo sentido que los españoles, que son del primer mundo. En el gobierno de la vida, hay que priorizar la vida. La UNGRD con el Fondo de Adaptación, deberían tener mucho trabajo en prevención y consecuentemente menos en atención de desastres. Pero ya se vinieron las lluvias torrenciales…
Referencias recomendadas:
Actualización del Plan Sur de Valencia, Estudio informativo acerca de los riesgos de que Valencia experimente una nueva inundación catastrófica. ATENEO MERCANTIL DE VALENCIA – Grupo de Análisis “Impulso a Valencia” – 2014. (Actualización del Plan Sur de Valencia, 2014).
Una excelente referencia para entender de la tragedia y de todos los temas relacionados con gestión de riesgo de desastres es el blog del profesor Víctor Yepes, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, PhD, catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia. https://victoryepes.blogs.upv.es/