El abrazo del padre

El abrazo del Padre es la posibilidad de reencontrarse con la energía creadora y vital, es el aliento que llega hasta el alma. El Padre da la vida, la fecunda, la Madre la conserva, la cuida. El abrazo del Padre inspira la adoración de la humanidad y sana del resquebrajamiento de la depresión, hace mejores personas y muestra que en el camino por difícil que sea aún aguarda la esperanza de la sanidad divina. El Padre abraza hasta lo más profundo, conduce por el camino con la esperanza que alivia del dolor infectante que impide ver con precisión en la penumbra de la noche. Gracias al Padre se es quien se anhela ser en esta vida de vicisitudes y caídas que no dejan otra alternativa diferente de ponerse sobre los pies y retomar la faena. Un abrazo, tan sólo un abrazo del Padre, redime, sana y salva.

El Padre es fecunda energía creadora que se transmite de célula en célula y de mente en mente. Vibración cósmica, energía total, el abrazo del Padre estremece y hace vibrar. El abrazo del Padre es la mente universal inmersa en la humanidad que señala el camino para cada brote del Ser. El abrazo del Padre es un abrigo para el alma, la expresión de la seguridad en el presente y la confianza en el futuro. Padre es la palabra más poderosa que hay, es un mantra que invoca al Creador omnipotente, no en vano Jesús, el Cristo, al momento de su muerte en cruz, clamó con su último estertor: “(…) Padre en tus manos encomiendo mi espíritu (…)” (Lucas 23:46), procedemos del Padre y retornaremos al Padre. El Padre es el inicio y es el fin, cual ouroboros que se crea y se recrea en su infinito devenir.

Con el abrazo del Padre son posibles las siete maravillas del mundo, como expresiones del ser: Se posibilita ver la luz que, encandila, pero muestra el camino con la confianza de llegar hasta el final; escuchar para auscultar su voz cálida pero poderosa que musita la palabra que tanto se desea; tocar la materia y cada fibra del Ser; probar del agua de vida que mana de su copa; sentir en lo más hondo del Ser la sustancia infinita de la generosidad y la bondad; la sonrisa que precede a la risa, la carcajada que aflora en su esplendor; y el amor, de tal manera ama el Padre al mundo que ha dado a su hijo por todos (Juan 3:16).

No hay hijo sin Padre, no hay Padre sin hijo. Los hijos son de las Madres y las Madres son de los hijos, pero el hijo viene por el Padre. De la relación con el Padre dependerán el éxito o el fracaso de las relaciones futuras de los hijos y en especial de las hijas para con sus parejas. Mucho del odio, del resentimiento social, de la enfermedad mental y de las troneras afectivas  parten de la pésima o nula relación para con el Padre, por ello la imperiosa necesidad del abrazo del Padre. Si los humanos fuesen conscientes de ello, saldrían presurosos a abrazar al Padre. Dicen que Madre no hay si no una y es verdad, pero también es verdad que el Padre es único porque suministra el aliento vital que fecunda el óvulo.

Sanar la relación con el Padre es sanar la vida, sanar la existencia y sanar el mundo. Reconciliarse con el Padre, no importa quién sea Él, es una obligación personal. No le corresponde al hijo juzgar al Padre, si es o ha obrado correcta o incorrectamente, simplemente es el Padre la célula que se requería para forjar la vida. Es un privilegio proceder del Padre, al hijo le corresponde sólo agradecer por la energía vital, con ello basta. Hallar el tórrido abrazo del Padre es encontrar el sentido de la vida, jamás habrá depresión alguna. Nunca se amará bastante, pero como el abrazo del Padre no hay. ¿Aún sigues sin reconciliarte para con el Padre?

 

Post escriptum: Felicitaciones al Diario El Frente de Santander y a sus lectores por su Octogésimo aniversario, ¡Enhorabuena!