El Brutalista es una película estrenada en el año 2024, dirigida por Brady Corbet (1988), protagonizada por Adrien Brody (1973), Felicity Jones (1983), Guy Pearce (1967), entre otros. Es una película de ficción que traza cincuenta años en la vida de un arquitecto austrohúngaro que emigra a los Estados Unidos en pleno conflicto de la Segunda Guerra Mundial, su prioridad es recuperar a su familia de la cual ha sido separado durante el conflicto bélico. El título de la película obedece a una manifestación arquitectónica conocida como el brutalismo, modalidad arquitectónica desarrollada a mediados del siglo pasado en Europa consistente en el diseño de grandes estructuras con base en hormigón en las que prevalecen la masa, las dimensiones estrambóticas y geométricas que muchas veces dejan ver a la vista los materiales de construcción. El brutalismo se popularizó como un nuevo concepto arquitectónico por su funcionalidad y bajo coste en respuesta a la necesidad de reconstruir las ciudades bombardeadas durante la Segunda Guerra Mundial.
El brutalista es la epopeya personal del protagonista. En sus más de tres horas y treinta minutos de duración permite hacer una doble lectura, por un lado, las vicisitudes de un inmigrante europeo que forja camino en un nuevo país, tras su propio sueño americano; por otra parte, la industria de la construcción, el particular uso del brutalismo como novedad arquitectónica en Estados Unidos sumado a los avatares propios de la industria como los retrasos habituales en las obras y la consecución de materiales como el apreciado mármol de Carrara, Italia.
En este escenario, la película ofrece un trasfondo mucho más interesante, el protagonista es un arquitecto reconocido en Europa educado en la célebre escuela Bauhaus, y su esposa es una periodista educada en Oxford, víctimas de la Segunda Guerra Mundial, particularmente, del holocausto Nazi contra la población judía. Miembros de la comunidad judía de Budapest, Hungría, han sido prisioneros en los campos de concentración de Buchenwald y Dachau en Alemania.
Ajeno de la ficción de la película, si el protagonista existió o es inspirado, el drama invisible para el espectador son las vejaciones a las que fue sometida la comunidad judía durante la Segunda Guerra Mundial por parte del ejército alemán y sus aliados. Conductas oprobiosas contra la humanidad materializadas en los campos de concentración, miles de familias fueron recluidas en estos centros de tortura y exterminio, en los que muchas personas fallecerían bajo la bota implacable del nacionalisocialismo.
El mundo está en deuda con el pueblo judío no sólo por haber sido violentado durante el Siglo XX, también porque durante más de cinco mil años, este pueblo grande y hermoso ha sido vejado por diferentes civilizaciones a lo largo de la historia. Gracias a la generosidad de El Eterno, a la capacidad de resiliencia y de autoconservación el pueblo judío ha resistido mientras otras civilizaciones tienen su momento de esplendor y de decadencia para luego sucumbir en las sombras de la historia, en tanto que, el pueblo judío siempre permanece y permanecerá.
El brutalista es un homenaje al arrojo judío y a su valor que, siempre se sobrepone y se sobrepondrá. La escena final de la película, explica cuál es el sentido de la construcción del Centro Cultural en torno de la cual gira la proyección profesional del protagonista, que no es otra que, el reflejo de los campos de concentración de Buchenwald y Dachau donde fueron recluidos por separado el protagonista y su esposa. En ese Centro Cultural estarían unidos para siempre y por siempre, la obra arquitectónica es un homenaje. La película es ficción, lo que no es ficción es la barbaridad nazi contra el pueblo judío. Lázló Thót, el protagonista, no es un hombre, son todas las víctimas del Holocausto.
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