Colombia es conocida ante el mundo por muchos hechos negativos, que tristemente sus hijos suelen encargarse de reproducir una y otra vez en novelas y series de narcos, tetas, guerrillas y paramilitares, pero cuando se hace una buena producción que muestre lo mejor del país, como ese “café, con aroma de mujer”, es mucho más impactante, aunque menos popular en las bases extranjeras, puesto que ante la nueva realidad de la primacía de lo vulgar, plebe y rastrero, cuando se sale del País, si que se percibe, que suele pesar mucho esa realidad mal vendida.
Sin embargo, una de esas buenas historias que nos han dado a conocer ante el mundo, son los deportes, en unos el sinónimo es basado en la prosopopeya, casi personificación hiperbólica de los ciclistas con los escarabajos, ni que decir cuando hoy escuchamos dizque cumbias argentinas, mexicanas o peruanas. El mundo sabe y conoce que la cumbia es colombiana y que, gracias a nuestros músicos errantes, el continente americano y europeo la conoció y es nuestra marca ante el globo musical, gracias a los maestros Choperena y Madera y tantos más que han entonado por décadas esa “pollera colorá”.
También nos conocen, por todas esas deliciosas uchuvas, guayabas y su maravilloso sub producto, el bocadillo, esas piñas, el corozo, borojó, zapote, guanábana o feijoa, dignas frutas de los restaurantes Michelin en el mundo culinario, donde una gran mujer, Leonor Espinosa, fue destacada y con ella la patria como la mejor chef del mundo, gracias a la combinación en su cocina de sabores como el tamarindo entre otras delicias y aquí podríamos seguir haciendo una lista interminable de razones, buenas razones, por las que el mundo nos conoce, pero incurriríamos en un claro pleonasmo.
El futbolista James Rodriguez, recientemente en medio de una emoción futbolística, dijo una sencilla pero contundente frase, “los buenos somos más, los Colombianos somos buenos”, él, que es integrante de esa selección nacional, que también nos representa cual buque Gloria en el mundo y ese mundo la reconoce como la selección cafetera, sinónimo inequívoco que nos identifica ante propios y extraños, pero que lamentablemente ese gran título se esta diluyendo como ese café se diluye en el agua cuando en las mañanas lo preparan millones de seres humanos en todas las latitudes de la tierra.
Esta dilución se debe a varias razones, los sectores empresariales y gremiales le atribuyen a factores tales como la falta de control de los elementos exógenos del control de precios por la Tasa Representativa del Mercado (TRM), las compras futuras, la volatilidad en los mercados internacionales, la falta de apoyo a los caficultores, el contrato C, que en el año 2020 retrocedió un 20% y la permisión de importación de café de Brasil y México, de donde se importaron 2.1 millones de sacos entre agosto de 2022 y agosto de 2023, mientras que esos países prohiben la compra de nuestro café para su consumo interno.
Por otra parte, el gobierno estima entre los problemas, las bonanzas, pues sostiene que cuando esta se da, se reduce la producción, puesto que los cafeteros ganan más produciendo menos, en igual sentido señalan que hay un grave problema por la falta de renovación de las matas, dice el gobierno a través de la actual Min Agricultura, que se debió renovar 120 mil hectáreas de los 7 años correspondientes al ciclo de uso de la tierra, pero desde 2019, solo se ha logrado la mitad.
En igual sentido se habla de problemas con las cooperativas, la Contraloría General de la Nación ha hecho hallazgos fiscales en mas de 29 de las 34 cooperativas de compras de café futuros del contrato c, en donde el ente investigador tiene entre lineas y ojos a la cooperativa ANDES, por un monto de 120 mil millones.
Frente a este panorama, técnico, fiscal y gubernamental, se cierne la visión y sensación de aquellos que ven el tema desde la nostálgica historia de nuestro producto insigne, traída a las mentes colectivas por la literatura, la televisión y hasta la música, ese viejo ideario de la cultura y la zona cafetera, máxime cuando a raíz del bum turístico de la zona cafetera, se ven muchas piscinas, pero pocos cultivos de café, mucho ganado, pero pocas chapoleras, muchos caballos finos, pero pocos jepaos, mucho reggeton y poca guaca, mucha hamburguesa y poco santa rosano, mucho viejo con sombrero aguadeño y manos callosas pero muy poco joven labrando el campo.
Es así que la gran crisis se ve venir, sencillamente no hay quienes trabajen la tierra, no hay labriegos como antaño, no hay generación de relevo, según datos de la Federación Nacional de Cafeteros la edad promedio de hombres trabajadores en el café es de 52 años y de mujeres 42 años, la nueva realidad social es que la muchachada no quiere ser campesina, se movilizó a los centros urbanos a intentar estudiar, los hijos de las antiguos propietarios prefieren volver las fincas en hoteles campestres y los hijos de los antiguos labriegos, prefieren desarrollarse profesionalmente y buscar empleos con mejores condiciones, por lo menos esa es la aspiración, otra la realidad.
Producto de ello, los datos son claros, según datos de Min Agricultura desde 2013, se ha disminuido en un 14% las áreas cultivadas de café en el País y mas aun en el eje cafetero, 132 mil hectáreas menos, los departamentos con mayor producción y zonas cultivadas son el Huila, 35 municipios cafeteros y casi 87 mil caficultores, Antioquia con 94 municipios cafeteros y cerca de 77 mil caficultores, Tolima con 38 municipios cafeteros y cerca de 61 caficultores, Cauca con 32 municipios y cerca de 60 mil caficultores, del eje cafetero solo llega cerca a estas cifras Caldas con 25 municipios cafeteros y 32 mil caficultores.
Hay que hacer un llamado a los gobiernos tanto nacional como territoriales, a los federados y a los empresarios, este no es un tema menor, en lugar de estar en pugnas burocráticas y políticas hay que pensar en el país, en lo que se avanzó desde que el café llegó a estas tierras traídas y expandidas por los jesuitas a lo que hoy es Norte de Santander por allá en el siglo XVIII, su expansión que según la leyenda se dio gracias a que el cura Francisco Romero en un pueblo llamado Salazar de las Palmas, ponia de penitencia a sus feligreses que sembraran una mata de café en lugar de un Ave Maria o unos padre nuestros y así perdonar sus pecados ante Dios nuestro señor. Hoy Colombia es el tercer mayor productor de café arábigo del mundo, seguidos por Vietnam que nos viene pisando los talones y eso que ellos iniciaron su proceso apenas en 1990, este País le debe mucho al café, no solo en lo económico puesto que la exportación de este producto representa el 15 % del P.I.B. nacional, genera 2,5 millones de empleos, sino que después del Cóndor, al igual que el sombrero vueltiao sabanero y la cumbia, es nuestro principal símbolo, nuestro principal activo y nuestra identidad como País, eso se debe proteger y engrandecer