La economía circular debe ser vista como el camino que se recorre en un proceso de transición, no simplemente como un punto de llegada. Esa transición de una economía lineal a la economía circular es un proceso enriquecedor y de aprendizaje constante, de co-creación, de observación y por supuesto, de innovación. Lograr impactar positivamente un proceso, una metodología, un material, un territorio puede llegar a ser un trabajo altamente complejo e innovador, pero es exactamente eso: un proceso. Ese proceso debe monitorearse, alimentarse y actualizarse.
Cuando la transición hacia la economía circular se ve como un punto de llegada, se pueden perder de vista importantes aprendizajes o dejar aspectos inconclusos en la integración de la cadena de valor. Siempre que se habla de economía circular, se debe hacer énfasis en que es un proceso que se diseña e implementa para una cadena de valor, que se observa a través del lente de la innovación y que se realiza no para un solo actor, sino para toda una cadena de valor, una comunidad, porque la economía circular se hace en conjunto, no en fenómenos aislados.
Además de tener una visión de cadena de valor, es importante comprender que esas cadenas de valor impactan uno o mas territorios porque algunos componentes proceden de otras ciudades e incluso otros países. Máxime cuando habitamos un mundo globalizado.
Al ampliar la visión a escala territorial, también es posible aspirar a tener ciudades circulares. Una ciudad circular propende por el uso eficiente de los recursos, la energía, la minimización de los residuos, las externalidades negativas y por supuesto, la regeneración de los ecosistemas, esto se traduce en unos flujos urbanos más eficientes. Cabe anotar que esta es una descripción general, pero para establecer la estrategia de circularidad territorial se debe realizar el análisis particular para la ciudad, de sus flujos, sus puntos críticos y el potencial de circularidad. Una estrategia efectiva y bien estructurada de ciudad circular, debe como resultado, mejorar la calidad de vida de los ocupantes de un territorio y la competitividad del aparato productivo que contiene. Si la implementación de la estrategia circular no mejora la calidad de vida de los ciudadanos y la competitividad, todos los esfuerzos serán inútiles.
Es importante que la economía circular se integre a las ciudades porque son territorios extensos, de alta concentración de población que demanda altas cantidades de recursos, energía, bienes y servicios, y por supuesto, son generadoras de residuos y contaminación. Otro aspecto importante es el fenómeno de migración desde el campo hacia las ciudades lo que exige que desde la planificación territorial se preparen para atender la demanda creciente de recursos y servicios. En este sentido, la economía circular permite que mediante la eficiencia de los flujos se reduzca la demanda de recursos y la generación de residuos. Pero la planificación territorial no resuelve el reto de la circularidad por sí sola, se necesita la presencia de un ciudadano circular, que tenga hábitos circulares, que haga consumo responsable, que asuma un rol activo en la protección de los recursos naturales y solo hay una forma posible de lograrlo: la educación.
Promover ciudadanos circulares implica varios aspectos: modificar los hábitos de consumo, aprender a valorar los productos locales, hacer compras inteligentes, hacer uso compartido cuando sea posible, no caer en el hiperconsumo, sino comprar objetos más durables y solo los que se necesiten. El consumo circular es determinante porque precisamente es el que valida la aceptación de los productos circulares en el mercado y gracias a quienes compran los productos circulares, cada vez mas empresas los siguen promoviendo.
El consumo circular exige transparencia por parte de los fabricantes para que las personas tengan herramientas objetivas de comparar los atributos de los diferentes productos. Sería deseable que todos los productos en sus etiquetas revelen sus atributos circulares o su nivel de toxicidad o biodegradabilidad, de esta manera, la gente sabría el impacto de los objetos que compra y las empresas se verían forzadas a mejorar su desempeño circular para estar a la altura de sus competidores.
Para que existan ciudadanos circulares se necesita mucha educación; la economía circular debe llegar a los colegios, universidades, empresas. La economía circular debería enseñarse como la cultura general y las ciencias naturales. Este entendimiento permitirá que los ciudadanos por convicción hagan uso eficiente del agua, de la energía, que generen menos residuos y los que se generen, los separen correctamente para facilitar su aprovechamiento.
Hacer uso eficiente de los recursos naturales se logra extendiendo la vida útil de los objetos, reparando, restaurando, reciclando. Aunque el reciclaje es la última opción después de haber intentado extender la vida útil. Un ciudadano circular puede compartir el uso de los productos mediante plataformas.
Es necesario que hagamos uso eficiente de los recursos naturales porque el principal problema y riesgo al cual nos enfrentamos como especie es el agotamiento de los recursos naturales lo que pone en peligro nuestra supervivencia, de hecho, ya estamos sobrepasando varios límites planetarios. Por tal motivo, se requiere con urgencia la adopción de modelos circulares y por supuesto, muchos ciudadanos circulares.
Un ciudadano circular debe ser parte de la solución y no del problema. Para ello deberá tomar acción, modificar sus hábitos de consumo y adoptar nuevos modelos de pensamiento que impactarán positivamente la forma como se relaciona con el planeta y su entorno.