Por: Jaime Polanco
En política todo vale, dicen los expertos, pero no todo es admisible. Ante una generación de políticos mediocres y poco capaces para defender los principios del Estado, también tenemos una nueva camada de políticos, fanfarrones, radicales e iluminados.
Radicales, porque de políticas extremas, y muchas veces carentes de sentido, llevan a sus países a situaciones de verdadera incertidumbre, principalmente para los ciudadanos, sin dejar atrás empresarios e inversores.
Iluminados, porque usando el nombre de Dios en vano, justifican algunas decisiones, que carecen de sentido común. Bien aconsejados, no perjudicarían la salud y la economía de millones de sus compatriotas. Bien aconsejados, no provocarían tampoco, una crisis de identidad patria, sin precedentes en su historia moderna.
Este es el caso del presidente del país más grande de la región, exceptuando los EE.UU. Como si de compañeros de colegio se tratara, el mimetismo de Jair Bolsonaro por el histriónico presidente del primer país del mundo, está acabando con la paciencia de una sociedad, cansada de escándalos políticos, cambios de gobierno y procesos de corrupción.
Bolsonaro, como si de un revolucionario se tratara, se ha echado al monte con su precario bagaje político. Al llegar al gobierno con sus proclamas anticorrupción, millones de brasileños quisieron pensar que estaban ante una nueva época política. Se equivocaron.
El perfil militarista de los nuevos ministros solamente fue opacado con la llegada de su ministro estrella, quien ocuparía la cartera de justicia. Moro como era de esperar, tardó muy poco tiempo en renunciar. Aprovechando, eso sí, la metida de mano del presidente al puesto de director de la policía federal. Los cercanos al mandatario buscaban tener una persona afín para “manejar” las denuncias de corrupción de sus hijos, involucrados hasta el tuétano en las grandes decisiones de la política brasileña.
Pero como no hay dos sin tres, la renuncia del nuevo ministro de salud, ahonda la brecha de quienes aún confían en la capacidad del presidente en el manejo de la crisis del Covid-19. En la creencia que el sistema de salud (probablemente el mejor de la región), aguantaría esa “pequeña crisis, sin ningún soporte científico que la avalara”. Esta errónea interpretación llevó al gobierno a minimizar las medidas frente el contagio. Hoy con más de 200.000 personas infectadas, deja un balance terrorífico. 15.000 muertes confirmadas.
Las negativas a reconocer los efectos de la pandemia y su poca o nula habilidad para consensuar con los gobernadores y alcaldes una política común, está destrozando la imagen que mantenía en las encuestas, gracias a sus incondicionales más feroces.
Con una subida rápida de su nivel de desaprobación (55%), Bolsonaro está perdiendo su capacidad de gestión política y parlamentaria. Ante la fragilidad de quienes le apoyan en el Congreso, está buscando aliados en los mercenarios partidos centristas. Coalición de intereses partidistas, quienes, en el pasado, a cambio de dádivas y puestos en la administración pública, dieron su apoyo a los dos últimos presidentes, con un sesgo político e ideológico, el de estos, totalmente contrario al que ellos se empeñan en reclamar.
No veo cercana la sombra de un impeachment político como añoran los partidos de la oposición. Dependerá mucho de la capacidad de gestión de alcaldes y gobernadores para resolver la crisis de salud y su efecto inmediato en la popularidad del presidente. Especialmente el de Sao Paulo, Joao Doria, quien se encara como nuevo líder alternativo, lo mejor de una nueva política brasileña, aún por llegar.
También serán claves los avances en las investigaciones en curso, sobre enriquecimiento y favoritismos políticos. El manejo de la desescalada social y económica, ayudará definitivamente a evaluar, quienes serán los verdaderos candidatos, que enfrenten las políticas ultraderechistas de Bolsonaro. La economía además, no ayudará. Todas las previsiones de los organismos multilaterales son escalofriantes. El empobrecimiento de los más necesitados y el alto nivel de desempleo, van a ser los ejes de una crisis, aun sin luz al final del túnel.
Por el bien del pueblo brasileño, quienes han permanecido con sus esperanzas estoicamente inalterables, esperemos que su presidente recapacite y sea capaz de definir líneas de gobierno, que ayuden a encarar satisfactoriamente la solución a la crisis más importante de los últimos tiempos.
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