¡Por mi propio bien, te digo adiós!
Este periodo legislativo está dejando normativas interesantes sobre el divorcio y la salud mental, cada una pensada en el bienestar de los ciudadanos. Colombia, un estado social de derecho que ha estado saliendo de más de 200 años de desigualdad, enfrenta grandes retos cada día, especialmente para las mujeres, quienes deben justificar sus acciones como un desafío para avanzar en este sistema.
Hoy en día, muchas mujeres participan en política, pero pocas logran asumir cargos de elección popular. Los tiempos de cambio hacen más evidentes las críticas hacia ellas y también destacan los tipos de mujeres que queremos ver gobernando y legislando: mujeres deconstruidas, con enfoque de género, empoderadas, que escuchen y que sean conscientes de su rol, su imagen y sus recursos, a la vez que asumen su tarea de cuidadoras, un rol que es difícil de delegar.
A pesar de lo anterior, es importante reconocer que la legislación sobre el divorcio avanza de manera significativa. El valor de ese contrato social llamado matrimonio comienza a transformarse en un mundo donde existe el libre mercado, en un entorno de demanda y oferta, donde el matrimonio se convierte en una condición obligada y poco rentable.
No quiero decir que esté mal casarse o divorciarse; por el contrario, la salud mental es una herramienta poderosa. Decir adiós con la cabeza bien alta es fundamental. Para divorciarse, se necesita tener salud mental, y esta no se limita al uso de psicofármacos, aunque pueden ser necesarios. Hablamos de salud mental en el contexto del divorcio para entender que ya no hay una relación empática, no hay consideración por el otro. No se trata de buenos o malos, sino de la transformación de los procesos sociales. Es mucho mejor divorciarse que vivir en una relación revictimizada, tratando lo imposible.
No romanticemos las relaciones largas y duraderas; no impongamos el matrimonio como la única forma de vida familiar. Extendamos nuestro rol como cuidadores y avancemos hacia nuevas maneras de construir sociedad, utilizando las herramientas de la salud mental: escucha, respeto, empatía, y, si es necesario, saber decir perdón y adiós. Las mujeres facturan, deciden, se separan, se escinden y se divorcian, y está bien: la vida sigue.
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