Se equivoca la Ministra de Salud, Carolina Corcho, al describir a las Entidades Promotoras de Salud (EPS) como meras intermediaras financieras. Lo que el Estado les ha delegado es mucho más complejo e importante para el sistema y para todos los colombianos. Al mismo tiempo, es innegable —e inaceptable —que un gran número de ellas, a juzgar por las que se encuentran en medidas especiales por la SuperSalud, no están cumpliendo con sus funciones, poniendo en riesgo la vida de millones de colombianos.
La relevancia de este error —espero, involuntario —de la Ministra, es que esconde un elemento crítico de la función de las EPS para obtener los mejores resultados en salud y lograr cierto grado de estabilidad fiscal, el cual es necesario en cualquier sistema de salud, sin importar su naturaleza pública, privada o mixta. Se trata de la gestión del riesgo en salud, la cual, engloba a su vez, dos componentes: el riesgo en salud propiamente dicho (algunos lo llaman, el riesgo técnico) y el riesgo financiero.
Para entender este concepto fácilmente, pongamos un ejemplo de la vida real. Imaginemos una persona de sexo masculino, 55 años de edad, con sobrepeso y que no hace ninguna actividad física —¿suena familiar? —. Esta persona acude a su médico por un dolor lumbar y “malestar en el pecho cuando camina rápido.” El profesional de salud decide, sabiamente, prescribir una serie de exámenes, actividad física y cita con el internista. Si asumiéramos la postura de la Ministra, y retiramos del sistema de salud a las EPS por ser simplemente intermediarias financieras sin ninguna estructura que las reemplace, la persona del ejemplo (que ya es un paciente) acudiría espontáneamente a sus citas de laboratorio y especialista de forma desorganizada y descoordinada. Aquí se hace relevante la gestión del riesgo en salud, la cual va mucho más allá: significa introducir a esta persona en una cohorte de riesgo, asegurarse que sus exámenes no evidencien alguna complicación mayor, seguirlo en el tiempo, orientarlo hacia un programa de educación para la actividad física y dieta saludable, anticiparse a otros riesgos futuros, en el caso de nuestro paciente hipotético, realizando tamizajes para cáncer de próstata, entre muchas otras actividades. Si esto se hace de forma juiciosa, se evitan problema de salud futuros, con sus consecuencias para la calidad de vida de las personas, y sobrecostos para la sociedad y el sistema de salud (riesgo financiero).
Como podemos observar, la gestión del riesgo en salud es algo inmensamente más complejo que derivar a los pacientes de un centro de salud a otro, requiere de personal entrenado, bases de datos robustas con capacidad de rastreo de los individuos, inteligencia artificial y muchos otros tantos elementos. Ahora, imaginemos la magnitud de esta tarea si cada semestre 40,4 millones de personas usan algún servicio del sistema de salud colombiano, de acuerdo con la Encuesta de Percepción de Calidad del Ministerio de Salud—por cierto, ¿por qué este año no se licitó por parte del Ministerio? — y se prestan, entre los dos regímenes contributivo y subsidiado cerca de 900 millones de servicios al año.
No comprender la importancia de la Gestión del Riesgo en Salud, es perder la oportunidad de una buena reforma estructural, como bien lo entiende el Presidente Petro y, más bien, puede llevar al país a diseñar una reforma que coloca en manos de políticos y estructuras inmaduras, poco transparentes e ineficientes, aspectos del sistema, como la gestión del riesgo en salud, los cuales, aunque complejos, son fundamentales para la vida y la salud de todos nosotros. Confío que el debate que comienza, logre ampliar y profundizar la conversación para abordar los problemas del sistema de forma más responsable, construyendo sobre lo que hemos construido durante estos últimos 30 años, así implique cambios radicales en los agentes, pero técnicamente bien pensados.