El espectáculo más hermoso

Aún no somos conscientes de la magnitud de lo que estamos viviendo con esta pandemia, creo que solo en algunos lo habremos digerido para poder verlos con claridad.

Dentro de un tiempo cuando esta pandemia pase seguramente seremos un mundo más higiénico, pero como dice el profesor Rodolfo Llinás, “volverán los abrazos y los besos”. En unas décadas cuando tengamos que explicarle este capítulo de nuestra historia a los jóvenes, niños y niñas que nacerán, les diremos que la gente se moría sola en los hospitales sin poderse despedir, que las personas de la salud fueron nuestros héroes pero también mártires; que el mundo retrocedió 10 años en pobreza pero que los ultra millonarios multiplicaron por 10 su riqueza; les diremos que quebraron medio millón de pequeños negocios porque el Gobierno solo les dio subsidios a algunos, además de ser insuficientes y tardíos.

Pero dejando a un lado lo negativo, quiero referirme a muchos hechos que reflejan la grandeza humana a en esta pandemia, porque de eso, y sobre todo de eso, habrá que hablar en algunas décadas cuando esto pase. Por ejemplo, de la forma como los médicos entre lágrimas despedían a los pacientes que salían vivos de cuidados intensivos hacia su casa, de los niños y niñas en clases con sus caritas con tapabocas y láminas de plástico cubriéndoles las caritas; del personal de la salud agotado, trabajando 18 horas, mal pago pero que aun así con sus celulares ayudaban a que la gente se despidiera de sus familias antes de morir, y hablaremos de la gente que hace domicilios y aseo público que pasaron de ser “mano de obra no calificada” a “trabajadores esenciales”.

Sin embargo, hay algo que está pasando en estos momentos en el mundo a lo que me quiero referir con especial detalle, y es ese maravilloso espectáculo de ver ancianos, adultos y adultas mayores, vestidos con sus mejores ropas, maquilladas y listos para recibir la vacuna.

Les confieso que este trino me conmovió el alma, porque mucha gente no ha entendido lo que significa para nuestros viejos haber estado encerrados un año entero, prácticamente desahuciados socialmente, deprimidos viendo pasar los días, sin futuro ni esperanza… y por fin poder salir a vacunarse, y convertir esto en un ritual al que van como a un acto social, quizá el más importante de sus vidas… saber que como humanidad y como estado del bienestar les cumplimos y los logramos liberar… eso no tiene precio. Vean ustedes mismos:

Somos un país donde la mayor parte de los adultos y adultas mayores no se pensionan, trabajan hasta el último día de sus vidas, si ampliamos más la mirada hacia EEUU y Europa, a los adultos mayores los mandan a los llamados “hogares de ancianos” como si fueran muebles viejos porque los hijos ya no se hacen cargo de ellos; somos una sociedad donde luego de los 50 años ya no te da trabajo así tengas toda la experiencia el mundo. Esa es la verdad, somos un mundo donde se olvidó el respeto por las canas, le reverencia a la experiencia y la gratitud generacional.

De modo que ver a los viejos felices y triunfantes con sus mejores galas llegándose a vacunar es sin duda una es un recuerdo que se nos quedará en el corazón.

@JuanLuisCasCo