Columnista invitado
En estos días se insiste, con toda razón, en que se quiere negar la tesis de la existencia de un conflicto armado interno por las declaraciones y la postura del historiador y nuevo director del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), el señor Darío Acevedo; pero la verdad es que esta pretensión y este tema no han sido cuestiones exclusivas de estos últimos días, son parte de una agenda muy clara del uribismo y que, si se mira en detalle, tiene unas explicaciones de fondo que nos deben alertar.
Ya lo había vociferado el presidente del Senado, Ernesto Macías, en su rabioso discurso de posesión de Iván Duque el pasado 7 de agosto en la Plaza de Bolívar, allí dijo: “en Colombia no ha existido una guerra civil ni un conflicto armado, sino una amenaza terrorista contra el Estado”. No puede ser más claro, con ese “no ha existido” es lo suficientemente contundente para que nos detengamos a mirar en retrospectiva desde dónde y por qué razones surge esta tesis que en cierto modo sustenta toda la oposición del uribismo a los Acuerdos de Paz con las Farc, y de paso con cualquier otro grupo insurgente con alguna ideología o pretensión política manifiesta (ya vimos el limbo en el que quedó la posibilidad de negociación con el ELN). Si le damos un repaso rápido y muy especulativo al asunto podemos llegar a conclusiones nada descabelladas.
Que Álvaro Uribe, durante sus dos mandatos, haya decidido implementar una supuesta desmovilización con las AUC y un proceso de paz con este grupo armado antes que con cualquier otro ya genera una serie de suspicacias; si le sumamos a eso la intención de negar la existencia de un conflicto armado interno, todo cobra mayor sentido. Sacar al paramilitarismo del escenario de guerra civil e interna eliminaba a ese actor que operaba en consonancia (muchas veces con beneplácito y en acción conjunta) con el Estado, en su interés de vencer militarmente a la insurgencia guerrillera, pues ese enfrentamiento de bandos opuestos es el que define y determina el conflicto interno de nuestro país, de modo que si solo quedaban los grupos guerrilleros insurgentes (FARC o ELN), era mucho más fácil defender la tesis del terrorismo contra el Estado y así justificar tranquilamente la respuesta armada cada vez más dura para derrotar a estos grupos. Esa tesis culmina por librar de toda responsabilidad al gobierno de Uribe con respecto a las acciones nefastas que hubiera aceptado implementar para “defender al país del terrorismo”. Algunas incluso las logró, como el bombardeo en la frontera con Ecuador, por citar un ejemplo destacado.
Javier Morales
“Así que no se trata solo de un asunto coyuntural ni de estrategias o posturas políticas recientes, esta es una preocupación ya añeja del expresidente Uribe”
Pero una posible alerta en esta cuestión la revivió recientemente el ex jefe negociador del gobierno Santos con las Farc, Humberto de la Calle. En una entrevista en W Radio aseguró que es muy grave desconocer un conflicto interno, que eso significaría “llevar a la ruina a los militares”, pues las acciones de las Fuerzas Armadas, como los bombardeos, responden a unos parámetros del Derecho Internacional bajo el marco de un conflicto, sin la existencia de ese marco todas esas acciones violarían un debido proceso al momento de ajusticiar en combate a miembros de grupos subordinados. Lo paradójico es que con esas acciones, tácitamente, se estaba reconociendo que había un conflicto, lo que deriva en una gran contradicción si el uribismo insiste en sostener su tesis. Sin embargo, a De la Calle se le escapa que eso se podría justificar bajo una declaratoria de guerra contra el terrorismo, que si se legitima desde el Estado como una respuesta de defensa ante una amenaza, como justamente lo hizo Estados Unidos en sus guerras contra Afganistán e Irak, pues la legitimidad de las acciones militares estaría más que dada. Por eso mismo es que el padre Francisco de Roux, director de la Comisión de la Verdad, también en respuesta al resurgimiento de esta tesis negacionista, asegura que “decir que no hubo conflicto es deslegitimar la paz”; es decir, negar la existencia de un conflicto lo único que legitima es las acciones de guerra, sean cuales fueren, por parte del Estado.
Consideremos entonces que el tema no es menor y no es solamente de carácter académico o histórico, como lo ha tratado de reducir el señor Darío Acevedo, apelando a su objetividad como docente y como profesional, el tema tiene unas repercusiones que bien pueden generar nuevas violencias bajo la idea de la necesidad de eliminar al enemigo interno, al terrorista, visión y modo de actuar del propio paramilitarismo que quiso “desmovilizar” Uribe para abrir el camino a su guerra contra el “terrorismo”.
Así que no se trata solo de un asunto coyuntural ni de estrategias o posturas políticas recientes, esta es una preocupación ya añeja del expresidente Uribe, y el empeño del uribismo en conjunto de solucionarlo, ahora en el ámbito de la historia, sin tener en cuenta las posibles repercusiones, se debe ver como un punto crucial pero nefasto en la agenda del actual gobierno.