La marcha del pasado miércoles, promovida por Petro, no fue más que una excusa libreteada para hacer proselitismo a favor de su candidato en Bogotá y, que tuvo como resultado, la afectación económica en los comercios formales masivos ubicados en el centro de la ciudad.
Durante la marcha, visité el sector de San Andresito de San José y haciendo un balance con base en lo que manifestaron los comerciantes, la jornada estuvo marcada por la disminución de un 50% en las ventas, sin hablar de los muchos negocios que, por miedo a los marchantes, prefirieron no abrir.
Según Fenalco, 5 % de los establecimientos comerciales de la capital han sido vandalizados durante estas jornadas que, en este último capítulo y a un mes de elecciones, fueron el espacio perfecto para promocionar al candidato del Pacto Histórico.
Lejos de ser una marcha autónoma, fue un día de campaña promovido por el Estado y pagado con nuestros impuestos. Es indignante, que el “gobierno del cambio” haya cambiado su discurso progresista de austeridad, por el derroche de dinero y peor aún, haciendo un llamado a la trashumancia ya no solo de carácter electoral, sino de marchantes.
Es decir, ahora las personas que “quieren marchar” son pagadas y trasladadas desde otras ciudades con el fin de llenar la Plaza de Bolívar en Bogotá, y todo, con el anzuelo de un concierto “protesta” y bajo el argumento de una “movilización cultural” teniendo de inspiración la última canción de Shakira, citada por el Petrismo y que hace referencia a la exclusión, la desigualdad, la injusticia, la explotación y el acoso.
El jefe, como se titula la última canción de la barranquillera y que tiene un corte más mexicano que colombiano, le queda como “anillo al dedo” al primer mandatario de los colombianos, pues su discurso de odio hacia la clase “privilegiada”, es una constante de quienes llevan en su diario vivir la bandera progresista, envidiando lo ajeno en vez de producir lo propio.
Hoy, “El jefe”, está sentado en la Casa de Nariño buscando promover marchas y visitas a las localidades de la periferia de Bogotá, con el único fin de ponerle otro “jefe” pero a los capitalinos y deja de lado, los miles de colombianos que han tenido que migrar dada la incertidumbre social, económica y política de este país desde que llegó el Petrismo.
La explotación laboral, problemática que toca esta canción y citan los “jefes” del Pacto Histórico, hoy, más que nunca, se da en Bogotá y el resto del país, pues los trabajos informales, para el trimestre mayo-julio de 2023, Bogotá tuvo un 33.6% y Colombia tiene una tasa de empleo informal de 53%, siendo de las más altas en el mundo.