Se viene el Mundial. Comienza el mayor espectáculo del mundo, durante un el foco informativo se traslada a Rusia para seguir las andanzas futbolísticas de 32 selecciones nacionales. Suerte para todos y ojalá Colombia haga un papel, al menos, igual de ilusionante que hace cuatro años en Brasil. Traerse la Copa Dorada hasta El Dorado es otro cuento, pero por ilusión que no quede…
En Rusia, Colombia debuta ante Japón este martes, bien temprano, a las 7.00 am, para entonces espero ya haya terminado el guayabo político después de un año de larga pre y campaña electoral que, como siempre pasa, ya cansa por larga y grosera al ciudadano y paraliza la economía del país. Ojalá dentro de cuatros años sea más corta, con menos debates en primera vuelta y al menos uno en la fase final. Benditas elecciones.
Ahora bien, hay un dato revelador para esclarecer el futuro político a medio plazo, ha pasado inadvertido para la mayoría de la ciudadanía: este domingo es muy posible que 20 millones de colombianos acudan a las urnas para elegir presidente, incluso se podría llegar a 21 millones. Algo histórico y que realmente debería ser motivo de orgullo democrático. La actitud habitualmente pasiva de los colombianos hacia la política parece que está cambiando. Y no es un tema menor. Ante un país dividido por como gestionar los acuerdos de paz que deja Santos, que el próximo presidente tenga un respaldo de 10 millones de votos sin duda le otorga legitimidad para tomar según qué decisiones (atrás quedan los años en los que entre 2-4 millones de personas ponían un presidente.
Por otro lado, es muy posible también que el elegido se convierta en el más votado de la historia del país. A buena fe va a necesitar esa legitimidad y templanza. Para ello solo tiene que superar los 9,2 millones de votos de Santos hace ocho años cuando batió en segunda vuelta a Mockus.
Entre los retos del presidente: los clásicos: educación, equidad social, seguridad y, especialmente, la economía, que sufrió un parón en los dos últimos años. La papa caliente del modelo económico que queremos como país eso será lo primero que tendrá que resolver el próximo inquilino de la Casa de Nariño. Supongo que no tan rápido como la primera alineación de Pékerman frente a los japoneses. Pero casi. El país no aguanta mucho tiempo sin caer en deflación una nueva crisis de confianza como la vivida en los últimos 18 meses.
A esta hora, y ya no hay más encuestas, todas ponen el candidato del Centro democrático como vencedor. La lógica tras la votaciones del 27 de mayo también hace indicar que un vuelco de la izquierda es poco probable en este punto por los 2,7 millones de votos que debería remontar. Básicamente, Petro tendría que absorber todos los votos liberales y los de Fajardo teniendo en cuenta que la mayoría de Vargas Lleras se los llevará Duque. Cosas más imposibles se han visto en los últimos años en la política internacional pero…
Petro sabe que su momento no es aún. Con una población joven sociológicamente más cercana a la izquierda que a la derecha, sabe que su tiempo puede estar en 4-8 años y por eso, al margen de alguna declaración más o menos fuerte, si se produce, aceptará la derrota con normalidad democrática. Un dato. Respecto a las elecciones pasadas, hay cuatro millones de votantes nuevos, gente joven. En 2022, se sumarán otros 3 millones más… mejor dicho, o la derecha tradicional se acerca a los millenials o ya sabemos quien gobernará en la próxima década, porque si hay algo que caracteriza a esta nueva generación es su interés por la política.
Lo que no puede ser bajo ningún concepto es que la clase política meta un gol a los colombianos, ni el domingo ni en el próximo gobierno. En este punto hay que ser claro: las instituciones no se tocan. Para bien o para mal este país funciona por la fortaleza del Estado. Otra cosa bien distinta son las personas que manejan la institucionalidad, el mal llamado sistema que lo que hace es opacar o fomentar la corrupción. Creo firmemente que no es momento de tocar la Constitución de 1991. Países como Estados Unidos, Alemania o Francia tienen Cartas Magnas mucho más antiguas que la colombiana y no hay debate, y los países funcionan. Como digo el problema no están en la institución sino en las personas y en los controles de esas personas.
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