Lo paradójico del próximo 20 de julio fecha en la que tradicionalmente se realiza un imponente desfile de las Fuerzas Militares y de Policía para celebrar la independencia de nuestro país, este no se haga y en su lugar se convoquen marchas de sindicatos y de primeras líneas con el riesgo de que esto termine en desmanes y vandalismo.
Con este fin ya se encuentran los miembros de las llamadas “primera línea” de diferentes lugares del país en la capital de país, junto con los de las localidades de Suba, Kennedy, Ciudad Bolívar, etc., y al parecer poco les importa la prevención que hacia ellos hay de parte de la ciudadanía en Bogotá por los desmanes que puedan causar si hay enfrentamientos con la fuerza pública y actos de vandalismo, en una fecha en la que tradicionalmente los colombianos ven desfilar a los soldados y policías celebrando una fiesta patria.
Ojalá que esta idea de retornar a las protestas no terminen por destruir a Bogotá ni robarles la tranquilidad a la mayoría de sus ciudadanos, bastante afectados por los bloqueos en las vías y los actos de vandalismo en la infraestructura de TransMilenio y los bienes de propiedad privada en la capital.
Se critica a la Policía por los excesos que son inaceptables desde cualquier punto de vista, pero, ¿se han puesto a pensar en si lo que hace la contraparte es de aplaudir?
Comenzaré por decir que el reclutar menores de edad como se lo ha denunciado en diferentes medios de comunicación es algo que hay que rechazar. Ahora, no se puede decir tácitamente que las primeras líneas son una especie de guerrilla urbana como más de un fanático de derecha lo ha insinuado, pero si es cierto que se están convirtiendo en toda una asociación para delinquir, porque a ellas están llegando consumidores y vendedores de sustancias psicoactivas, diferentes personas asociadas al delito urbano que se camuflan en las protestas para hacer males y uno que otro resentido social que cree que la mejor manera de protestar contra el Estado es destruyendo todo lo que encuentra a su paso.
Miles de familias se sintieron intranquilas por los desmanes cometidos por quienes se hacen llamar primera línea, porque mientras estos rompían vidrios y destruían estaciones de TransMilenio, sus hijos, muchos de estos menores de edad, tenían que respirar aire con gas lacrimógeno arrojado por la fuerza pública para dispersar a los vándalos.
Para colmo, este nuevo ciclo de protestas se retoma justo cuando Bogotá sale de la alerta roja por el Covid19, que es otro mal que no cedió mientras los sindicatos y primeras líneas insistieron en llamar a la gente a seguir marchando.
Una cosa es la protesta y las marchas pacíficas que siempre apoyaré y a las que daré mi respaldo y otra es reunirse para causar males en nombre de una supuesta reinvindicación social.