El Pacto Histórico, la coalición que llevó por primera vez a un gobierno progresista al solio de Bolívar, ha dado un paso histórico al anunciar su transformación en un movimiento político unitario. Esta decisión no solo marca un antes y un después en la política nacional, sino que también consolida la mayor fuerza social y política del país, uniendo a diversos sectores en torno a una agenda de cambio y justicia social. En un contexto de fragmentación partidista, esta unificación representa una apuesta por la estabilidad, la coherencia y la capacidad de transformar el panorama político colombiano.
La historia enseña que los grandes cambios sociales nacen de procesos unitarios que trascienden las diferencias particulares. Como señaló Antonio Gramsci, “el partido es el instrumento principal con el que las clases subalternas pueden alcanzar la hegemonía, articulando sus demandas diversas en una dirección común que confronte al poder existente”.
Esta reflexión resuena hoy en la consolidación del Pacto Histórico como partido, un esfuerzo por transformar el mosaico de luchas sociales y populares en una fuerza organizada capaz de redefinir la política en Colombia. El reto no es menor: articular demandas diversas sin perder de vista el objetivo común, mientras se mantiene la conexión con las bases y se responde a las urgencias de la sociedad.
La historia nos enseña que los grandes cambios sociales y políticos nacen de la unión de fuerzas diversas. En América Latina, movimientos como el Frente Amplio en Uruguay o el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) en México lograron articular coaliciones de sindicatos, organizaciones campesinas, feministas y otros sectores populares, superando divisiones tradicionales para consolidarse como alternativas reales al statu quo.
La unificación que permitió la elección del primer gobierno progresista en Colombia fue un proceso complejo y sin precedentes. Sindicatos, comunidades étnicas, colectivos feministas, ambientalistas y muchos otros sectores dejaron a un lado sus diferencias para construir una plataforma común. Sin embargo, este proceso no ha estado exento de tensiones y retos. La tarea ahora es mantener esa diversidad como un activo y no como un obstáculo, asegurando que cada corriente interna siga aportando a la construcción colectiva. Como bien señaló el periodista Héctor Riveros, el Pacto Histórico es hoy la organización política más grande de Colombia, con la base social más amplia: sindicatos, grupos étnicos, organizaciones feministas y ambientalistas. Ningún otro partido se le acerca. Este es un logro monumental, pero también una responsabilidad enorme. La democracia interna, las consultas populares y la inclusión efectiva de amplios sectores sociales y políticos serán clave para mantener esta solidez.
De cara a las elecciones de 2026, el reto no solo es definir un candidato único que represente al Pacto, sino también a un frente progresista más amplio. Este candidato debe surgir de un proceso transparente y participativo que refleje las demandas y aspiraciones de las comunidades. Además, el nuevo partido debe permanecer conectado con la realidad de las calles, escuchando y atendiendo los problemas cotidianos de la gente. La representación legítima no se construye en oficinas cerradas, sino en el contacto directo con las bases.
Finalmente, el Pacto Histórico tiene la tarea de consolidarse como una fuerza transformadora y duradera. Esto implica garantizar que los principios de justicia social, equidad de género, defensa del medio ambiente y respeto por la diversidad no solo permanezcan en el discurso, sino que guíen cada acción del partido. El camino que sigue es desafiante, pero también lleno de posibilidades. Como dijo el presidente Gustavo Petro: este es el nuevo partido en el que quiero inscribirme. Y también el partido que debe ser capaz de transformar a Colombia para siempre.