En este siglo nuevos movimientos populistas de ultraderecha se impusieron en uno y otro lado del mundo, uno de ellos el de Álvaro Uribe (ÉL) y su “Centro Anti-Democrático”.

También se conocen como neofascismo o regímenes con políticas, estrategias y tácticas fascistas, lo cual es tan peligroso como si se tratara de un pleno estado de facto, pues al final los efectos son los mismos porque las palabras, gestos y estrategias son semejantes, tal como ocurre en Colombia.

La propaganda (mano firme corazón grande), el antiintelectualismo (nunca se escucha de ÉL un discurso sobre el desarrollo, la sociedad, la cultura, los jóvenes, las mujeres, la globalización y la humanidad, jamás una conversación con pensadores), la irrealidad (enemigos inexistentes – castrochavismo – o magnificación de los crímenes de la guerrilla para desviar la atención de los desmanes del gobierno, justificar la represión y haciendo silencio sobre los carteles del narcotráfico y los paramilitares), la jerarquía (Uribe, ÉL único), el victimismo (dirigentes y empresarios inquietos aunque nada sobre el despojo de tierras a sangre y fuego, o las gabelas tributarias a las grandes empresas sin retorno a la sociedad, a la economía y al estado), el orden público (uso de instrumentos inconstitucionales, Duque para reprimir la protesta pacífica, o la directiva 29 determinada por ÉL y firmada por el exministro Camilo Ospina para darle marco legal a la estrategia macabra de los falsos positivos), la ansiedad sexual (ÉL violador de la periodista), el llamamiento al espíritu de la nación (seguridad democrática igual a represión, confianza inversionista igual a débil estado regulador, y cohesión social, igual a pensamiento único en torno a la inequidad). Asimismo, desmantelamiento del estado de bienestar a través de un neoliberalismo radical, e invocación a la unidad nacional para ello asamblea constitucional con el fin de cambiar la constitución y destrozar el acuerdo de paz.

Se deshumanizan grandes segmentos de la población (pobres de las ciudades, campesinos, negros, indígenas, social demócratas y de izquierda) y se desdibuja la empatía por otros ciudadanos (pacifistas, social demócratas y socialistas que en Colombia no hay) y justifica su tratamiento inhumano (todas las prácticas de violencia posible: encarcelamiento, tortura, desaparición, asesinato, masacres que se configuran como crímenes de lesa humanidad, incluso, los desborda, como los falsos positivos por su ilimitada maldad: se planificaron a cientos de kilómetros, se buscaron de manera selectiva a los humildes jóvenes, los encontraron y engañaron, los transportaron de día y de noche, escogieron el lugar para asesinarlos por la esplada y en la obscuridad, ya muertos les pusieron uniformes de guerrilleros para simular combates, y luego cobrar al dia siguiente la recompensa, por eso los falsos positivos no son considerados crímenes de lesa humanidad ni crímenes de guerra, y ÉL lo sabe porque nacieron en su cabeza por eso ahora pide amnistía general.

Su estrategia política, la polarización, para diferenciar entre los “otros” que son los “malos” y “nosotros” que somos los “buenos”. El recurso, mucha propaganda y poco intelectualismo, atacando a las universidades y a las ONG que cuestionan sus ideas y sus prácticas, creando un estado de irrealidad. Los que escriben libros sobre ÉL son “terroristas comunistas”. Los estudiantes están en la calle reclamando por sus derechos y por los de sus padres, hermanos y amigos, los reprimen a sangre y fuego usando todas las tácticas posibles para deslegitimar la protesta, recurriendo a un vandalismo alimentado en las múltiples organizaciones que hay detrás de las múltiples violencias de Colombia: milicias, microtráfico, bandas organizadas, delincuencia común, sicariato, guerrilla, carteles de la droga y agentes de las fuerzas del Estado. Lo lograron porque los infiltraron y en pocas semanas cambiaron la imagen de la Primera Línea: a jóvenes con escudos, gafas protectoras, guantes y cascos de construcción, y otras estrategias de defensa contra los ataques del ESMAD, los convirtieron en “armas terroristas” y en “agentes del terrorismo”. Los muchachos se replegaron y sus madres y hermanos lloran a los hijos asesinados y desaparecidos.

En un régimen fascista la figura del líder equivale a la del padre en la familia patriarcal tradicional (la alta favorabilidad que alcanzó Uribe en sus gobiernos antes de caer en desgracia en los últimos dos años) porque la fuerza es el principal valor del tirano, como el expresado en la conversación del Presidente de la Comisión de la Verdad, padre Francisco de Roux, con ÉL. Éste se puso detrás de una mesa con un mantel blanco con estampado de flores, sentado en una silla más alta, como altar de una iglesia, mientras a De Roux y a los otros dos comisionados les dio una silla bajita como los feligreses en una iglesia. Irrumpió su hijo Tomás, que nada tenía que hacer ahí: arrogante, manipulador y cobarde, intimidado a Lucía González, comisionada de la verdad.

Elecciones 2022: el final.

Demasiado ha durado el proyecto de ultraderecha. Sin embargo, ni ÉL es el mismo, Colombia tampoco, el mundo de hoy es muy distinto al mundo de ayer. Solo el narcotráfico sobrevive al auge del uribismo. Ganó las elecciones del 2018 por la propaganda a favor de Duque y la propaganda en contra de Petro. Sus ideas se están apagando, aún amparado por tanto personaje con rabo de paja que se ha escudado detrás de ÉL y favorecido a través de ÉL. Sin embargo, Uribe ya no puede ir a las urnas, lo hará a través de Oscar Iván Zuluaga, pero quien sabe si los siete millones de votos de hace siete años aún los conserva, seguramente no, dada la estruendosa caída de la imagen de ÉL, de Duque y de sus congresitas, que solo son gritos en la obscuridad.

El partido de ÉL irá a las elecciones para el Congreso con lista cerrada, porque ÉL es la imagen, aunque sin saber en qué etapa estará el proceso por falsos testigos y fraude procesal. Si la jueza no precluye a su favor, Uribe será acusado, llevado a juicio y condenado, y su partido morirá.

☆ Esta columna es una interpretación a la realidad de Colombia del libro de Jason Stanley: FASCISMO. Jackie Books. 2018.

@acostajaime