Vivimos en una sociedad marcada por el dolor. Entre 2020 y 2021, la pandemia del COVID-19 se llevó la vida de 14,9 millones de personas en el mundo, según la OMS. El encierro nos obligó a reflexionar sobre la vida, la muerte y la convivencia. Nos transformó: nos acercó, nos rompió, nos reconfiguró. La salud mental, por fin, dejó de ser un tema invisible.
En pleno 2025 y justo en el mes del Orgullo, se promulgó la Ley 2460 de Salud Mental. Esta normativa nos recuerda la urgencia de ejercer la psicología sin prejuicios, con humanidad, con respeto. Porque la salud mental también es un derecho de quienes aman distinto.
Este año, 45 personas LGBTIQ+ han sido asesinadas en Colombia. Crímenes de odio, alimentados por la ignorancia y el miedo. ¿Hasta cuándo?
Pero este pasado domingo marchamos miles. Miles que, como el Quijote, quizás estamos locos… locos de amor, de dignidad, de sueños.
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Y aunque no sepamos aún cómo se definirá el nuevo sistema de salud, algo sí es claro:
¡No hay nada que curar!
La enfermedad no está en la identidad, el deseo o el amor.
La enfermedad está en el odio, en la estigmatización, en el rechazo a lo diverso.
Ahí es donde la salud mental cobra verdadero sentido.
Marchar, dar abrazos, escuchar, fue profundamente sanador. Vimos a tantas personas llenas de amor, pero también de vacíos, porque en sus hogares no hay un lugar seguro.
Si odias a tus vecinos por ser una pareja diversa, pide ayuda.
La homofobia, sí, tiene cura.
Ir a terapia, cuestionar creencias, abrirse al mundo, sanar. Porque ser diverso no se pega ni se impone. Se es. Y si un día te enamoras de alguien del mismo sexo, o de alguien no binario o bisexual, no pasa nada extraño.
No hay pecado ni castigo. No hay delito. No hay nada que curar. Solo hay amor.
Hace más de 35 años que la homosexualidad fue eliminada del manual de enfermedades mentales. Ya es hora de que entren en él la homofobia, la lesbofobia, la transfobia, la bifobia. Porque odiar lo diferente no es normal. Porque dañar, discriminar, rechazar lo diverso está mal.
Pero hay esperanza.
Estamos aquí para acompañarte, para ayudarte a ver que sí se puede ser feliz en un mundo diverso, y que respetar la diferencia te hace más grande, más humano.
El cambio ya comenzó. Cada vez más personas LGBTIQ+ acceden al empleo formal. Y porque también envejecen, también merecen una pensión.
La ley ya está cambiando. Ahora nos toca a nosotros.
Yo ya cambié.
¿Y tú, cuándo cambias?

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