El presente sin pasado

Juan-Clavijo

Juan Clavijo

Dentro de la filosofía del tiempo, el llamado presentismo es la creencia que únicamente existe el presente, mientras que futuro y pasado son irreales. La otra ontología no-presentista es el modelo de universo bloque en expansión, que asume que el pasado es tan real como el presente, pero el futuro es irreal.


Centrémonos en la primera parte de la definición de presentismo: la creencia que solo existe el presente, mientras que futuro y pasado son irreales, no existen. ¿O en estos tiempos…se niega el pasado? Tal y como se muestra al tumbar estatuas de distintos personajes históricos, aludiendo a su racismo expreso.

A causa del movimiento #blacklivesmatter, los manifestantes en distintos lugares del mundo han comenzado a tumbar o a solicitar la demolición de distintas estatuas de personajes históricos como: Robert E. Lee, General Confederado en la Guerra de secesión de EE.UU, Jefferson Davis, Presidente Confederado, Edward Colston, traficante de esclavos del SXVIII en el Reino Unido o el Rey Leopoldo II de Bélgica, quien hizo de la República Democrática del Congo su finca personal. Pero me surgen dudas cuando también se tumban las estatuas de Cristóbal Colon.

Todos estos personajes tuvieron claramente un comportamiento racista y absolutamente despreciable, incluso el mismo marinero genovés. Todos hicieron uso de la explotación humana, unos defendiendo ese modelo económico, como en América del Norte, otros convirtiéndose en exitosos comerciantes de vidas, como en el caso del inglés, o simplemente, asumiendo su “superioridad racial”, tal como el rey europeo. Pero con Cristóbal Colon, tengo un conflicto.

No niego que Cristóbal Colon hacia parte del modelo donde indígenas y africanos eran menos que los europeos, donde los primeros fueron casi acabados por enfermedades traídas del viejo continente, para explotar a los pocos que sobrevivieron, y los segundos se convirtieron en un bien de comercio, como cualquier otro mueble o carreta. Esto es absolutamente desdeñable.

Sin embargo, siendo Colon quien puso a América en el radar europeo (no nos descubrieron), comenzó a edificar las raíces de este continente diverso y heterogéneo, abrió la puerta a la mezcla racial entre indígenas y europeos (de la cual la mayoría somos producto), marcó la senda de nuestra economía feudal y expropiadora, así como las instituciones que aun marcan nuestro destino. Al tumbar una estatua de Colon, ¿no negamos un poco nuestro origen?

Es con la llegada de los europeos que nuestro origen racial comienza, y es en esa fusión, que encontramos la política, la economía, la cultura, y todo nuestro entender, donde los orishas y santos se mezclan en el Caribe, y van hasta el tango del Rio de la Plata, interpretado por un supuesto francés (Carlos Gardel). Ahí comenzamos los mestizos de este continente, somos indígenas, somos afro, somos europeos (aunque el arribismo llegue a hacernos creer que somos exclusivamente los últimos), somos una mezcla, que para bien o para mal, nace de ese choque entre dos mundos (¿o tres?).

Si bien en América Latina no se ha tumbado ninguna estatua (que se haya mostrado en noticias), el hecho que amigos y artículos de prensa en la región apoyen derribar monumentos a ese personaje, reafirma mi dilema: ¿no negamos un poco nuestro origen mestizo? ¿Estamos en el punto de revisar todo en nuestra historia, para negar o borrar todo lo que no concuerde con nuestra visión de hoy? ¿No es por cuenta de todas estas experiencias atroces que tenemos la sociedad actual?

Por ejemplo, el DIH y los Derechos Humanos surgieron a partir de la II Guerra Mundial, junto con toda la estructura multilateral que los preserva, para evitar repetir esas prácticas. Es en esta autopista en donde las democracias transitan hoy. ¿Hubiera sido posible tener derechos de la niñez o derechos de pueblos originarios e indígenas, sin las terribles lecciones aprendidas con sangre en esa guerra?

De ser así, ¿no estaríamos en camino a una tergiversación del futuro negando el pasado en la actualidad? Es decir, ¿contando solo un lado de la historia, dejando los otros sucesos por fuera del relato? Con esto, ¿no estaríamos repitiendo la misma mecánica de…”la historia la cuentan los “vencedores” ?, pero en este caso, no serían los vencedores, sino quienes buscamos la equidad.

Entonces, ¿cuál es el punto medio entre la revisión crítica de la historia y el abuso presentismo?