El Proceso de paz e imagen de Colombia penden de un hilo

No creo que la gente le esté dando la dimensión real al problema en el que está Colombia desde ayer en la tarde. La detención por narcotráfico de alias Santrich ha significado un tsunami que amenaza con llevarse por delante a mucha gente. No se trata simplemente de la captura de un presunto delincuente por tráfico de drogas. Santrich significa muchas más cosas. Es uno de los negociadores en La Habana. Es, junto a Timochenko, Iván Márquez, Pastor Alape y Lozada, uno de los pesos pesados de la guerrilla, ahora reconvertido en fuerza política; y es una de las personas que más ha tensado la cuerda en los últimos años con el Gobierno en el proceso de paz y el postconflicto, y por ende sabe mucho de muchas personas. Todo ello, en una coctelera, es más que peligrosa.

Si se confirman las acusaciones y las pruebas que aportan la Fiscalía y la DEA, el futuro de Santrich es más que oscuro y deja en muy mal lugar las intenciones reales de paz de las FARC. No olvidemos que junto a Santrich, en el mismo operativo cayó el sobrino de Iván Márquez, no es un detalle de imagen menor. Con ello, la duda que nos queda es si el narcotráfico sigue siendo práctica habitual de las FARC o fue la conducta suelta de una facción más o menos importante.

Cada uno es mayorcito ya para tejer sus propias opiniones y uno no es nadie para pontificar sobre intenciones de personas que no conoce, pero en este caso, para mi, todo es evidente. Los corredores de la droga en Colombia siguen ‘intactos’ en las regiones históricas de cultivo y en manos de los ‘disidentes de las FARC’. Los contactos de Santrich con el Cártel de Sinaloa deja en evidencia que la estructura no es casual. Esta banda de mexicanos no son precisamente unos franciscanos, y 10.000 kilos de cocaína no es menudeo.

Independientemente del futuro del señor Santrich, que no es que me quite el sueño, sí me parece más preocupante el destino del país y como muevan ficha las FARC en próximos días. El Gobierno, con buen criterio, ha salido rápidamente a dar la imagen de país serio, donde las leyes se cumplen y no hay impunidad… pero ¿y la imagen internacional de Colombia? Si algo no se le podía reprochar a Santos era que el proceso de paz había relanzado la imagen de país de oportunidades que estaba dando al mundo en los últimos meses. Un lugar atractivo para la inversión y un mercado por explotar. Eso queda muy tocado.

La pelota ahora está claramente en el tejado de los farianos. Dudo que vayan a reprochar en público a Santrich y más al contrario la postura oficial del partido de apuntar a ‘confabulaciones gringas’ no hace sino desprestigiar más al nuevo partido. A las FARC les ha ido tan mal en política hasta el momento que su grado de desorientación debe ser desconcertante. Durante décadas creyeron ser los representantes legítimos de la lucha del pueblo, sin embargo, ese pueblo les ha dado la espalda siempre: en la legadlidad y en el monte.

Con un ejército de combatientes ya de por si debilitado y ahora desmovilizado y, presuntamente sin armas, no se contempla la decisión de un rompimiento total y vuelta a la guerra. Las FARC argumentan que durante décadas lucharon por su espacio político y ahora que lo tienen sin votos por el propio acuerdo, sería una necedad renunciar a ello, además de dejarles sin argumentos teóricos de su lucha.

Lo peligroso es que parte de la base se sienta desmotivada precisamente porque su incidencia en política es nula y esa frustración desencadene en que el grupo disidente se vaya fortaleciendo cada vez más con desmovilizados arrepentidos. Esa bicefalia de unas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) fuertes en el monte y otra Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) en el Congreso es el peor escenario posible.

La historia nos sigue demostrando que la droga es el cáncer que descompone el país durante décadas. Desde Escobar, a las FARC o los paramilitares, todos se valieron de ella para imponer su poder… y ahí sigue. Mientras esas 200.000 hectáreas de coca que hay en Colombia no desaparezcan, la paz queda solo para los titulares de prensa.