Un rápido estado de arte en artículos de prensa sobre los acercamientos entre varios gobiernos, especialmente de partidos tradicionales y el Ejército de Liberación Nacional (Eln), para realizar diálogos dispuestos a llegar a unos acuerdos que permitan concertar la paz con este grupo guerrillero concluyen serias dificultades para lograr una luz de esperanza que permita acabar la guerra con los “elenos” ante su radical y particular posición ideológica, geográfica y política.
La revisión documental resume que entre 1975 hasta 2022 los intentos para lograr levantar una bandera blanca como símbolo de paz con el grupo guerrillero resume cinco ensayos en 48 años, con gobiernos que fueron desde Alfonso López Michelsen, pasaron por el liderazgo de Cesar Gaviria y el más reciente experimento con el actual mandatario, Gustavo Petro, líder cercano teóricamente a las causas sociales de los elenos.
Según el rastreo editorial, el Estado representado en los gobiernos de turno ha hecho su tarea. Invitan, convocan y divulgan en medios de comunicación la urgente necesidad de realizar reuniones y mesas de diálogo para empezar a llegar a puntos de equilibrio que permitan parar una guerra con otra de las tantas guerrillas históricas de esta devastada Colombia. Esa conflagración sigue dejando a un país cada día más pobre, más sub desarrollado y más cercano a seguir acabando con los sueños de la población civil, especialmente de las nuevas generaciones que ven en la delincuencia urbana y rural una salida a sus problemas.
Entre tanto, los Eln; terroristas, narcotraficantes, secuestradores, violadores, reclutadores de menores de edad, entre otros calificativos propios de grupos delincuenciales, como les señalan en varios artículos de prensa, se burlan literalmente de Colombia y los colombianos, pero además de una agenda propositiva amalgamada en países garantes, representantes de organizaciones reputadas del orden nacional e internacional, ideólogos políticos de todos los bandos inmiscuidos en este callejón sin salida y una serie de garantías sin precedentes.
Los guerrilleros sustentan su aislamiento de los acercamientos de amistad con el país porque cada gobierno les deja dudas o las garantías son banales para sus exigencias doctrinales, sociales y limitadamente políticas porque pareciera a ellos poco les interesa ser padres de la patria o llegar al Palacio de Nariño, como reseña un artículo en el portal digital de El Espectador. Es decir, los atentados terroristas, los secuestros, el negocio de las drogas y su doble nacionalidad con Venezuela para delinquir, entre otras “pilatunas” deben ser aceptados y pasados por la faja para seguir adelante con un dilatado diálogo de paz.
O tal vez, la Arquidiócesis de Bogotá tiene la razón al reseñar en El Espectador: “Es absolutamente ingenuo pensar que unos grupos que llevan décadas en la guerra, en el narcotráfico, en la trata de personas, en la explotación minera ilegal, es decir, ejerciendo el poder de hecho en amplios territorios y enriqueciéndose a manos llenas, van a renunciar a todo eso porque el Presidente de la República habla de paz total. ¿A cambio de qué?, dirán los violentos. ¿De un salario mínimo? ¿De una parcela en una lejana montaña inhóspita? ¿De someterse a la Ley, aun sin pagar penas?(…).
Las respuestas a estos interrogantes las debe tener el propio Presidente que en su pasado perteneció a un icónico grupo revolucionario, por ende debe conocer a diestra y siniestra las exigencias, o mejor, el camino estratégico para llegar a las mentes de estas máquinas manipuladoras del orden público, la estabilidad estatal y los contantes llamados para conseguir esa tan anhelada tranquilidad, que en esencia es para los millones de colombianos por los que según ellos, ideológicamente luchan.
El Gobierno debe dejar a un lado su afán de ganar titulares en la prensa tradicional, posicionarse en redes sociales, promover su proyecto político dictatorial, empezar a respaldar candidatos para las elecciones regionales y emitir mensajes ambiguos porque está claro que los elenos les van a seguir haciendo el quite. Estos desaciertos trabarán aún más los nacientes intentos de dialogar frente a frente. Del Afán por ganar opinión pública solo queda el cansancio y se deja otra gran oportunidad de acercarse a terminar de tajo con ese gran enemigo tradicional en Colombia, la guerra, la violencia…
No obstante, se hace necesario exigir de entrada a los guerrilleros su verdadero compromiso e interés con los vientos de paz. “(…) incluir el narcotráfico como un tema de agenda, dejar de reclutar menores de edad y que estos sean liberados antes de iniciar cualquier negociación y finalmente, que no sigan extorsionando en las regiones “como lo vienen haciendo”, dijo exministro de Defensa, Diego Molano, a El Tiempo, tras evaluar los recientes acercamientos entre gobierno y los insurgentes.
Analistas coinciden en que los elenos son una presa difícil de roer por sus variados matices para funcionar como grupo revolucionario en alrededor de 22 departamentos de los 32 en el país, lo que significa una agenda rígida pero nada imposible para un gobierno acostumbrado a negociar en medio de los más hostiles momentos en el ámbito político, social y económico. Gustavo Petro y el Eln tienen las cartas sobre la mesa. Que comience el verdadero juego.
Edgar Martínez