El sí y el no del abstencionismo

Luego de analizar los datos suministrados por la Registraduría Nacional del Estado Civil sobre la cantidad de votantes en las elecciones presidenciales del siglo XXI en Colombia, el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC), a través de la Infraestructura de datos Espaciales, ICDE, elaboró el mapa de la abstención electoral para los años 2002, 2006, 2010, 2014 y 2018.

En los cinco años electorales, el común denominador ha sido una abstención de más del 50 por ciento en todo el país a la hora de elegir presidente. Solo la primera vuelta de este 2018, contienda liderada por Iván Duque, Gustavo Petro y Sergio Fajardo, rompió con este esquema e inclinó la balanza hacia un despertar político positivo.

Con una abstención del 47 por ciento, la primera vuelta de este año se convierte hasta ahora en el periodo con mayor participación electoral del siglo XXI, un resultado que podría cambiar este domingo con la votación entre Duque y Petro. (IGAC, 2018)

El “despertar político positivo” que nombra el IGAC, es un despertar pírrico. El 47% de abstención en unas elecciones es demasiado, para tener una democracia saludable, unas instituciones sólidas, y unos partidos que deben pasar de la maquinaria electoral y la clientela, a canales de transmisión entre la ciudadanía y el Estado.

En Colombia y América Latina la abstención son tradicionalmente parte de nuestras defectuosas democracias. Esto les deja un espacio enorme a las redes clientelares, la compra de votos (tamal, teja, y/o pago), para que elijan a los mismos politiqueros, que no aportan nada, y si roban mucho.  La abstención es la puerta de entrada a la reproducción de “los mismos con las mismas” y las elites corruptas que han gobernado a nuestros países por siglos.

Esa falta de asistencia a las urnas nos ha costado sistemas absolutamente ineficaces y abusadores, que como en el caso colombiano, tiene hoy a 2.7 millones de hogares subsistiendo con dos comidas al día, donde la pobreza es de 39.3% (2021), y una pobre base de profesionales formados, con un total de 1’557.000 jóvenes inscritos para título universitario, 598.000 a tecnólogos, 84.000 a especializaciones, 78.000 a técnicos y 68.000 a maestrías (Ministerio de Educación Nacional de Colombia).

Las razones para el abstencionismo que perpetúan esta cleptocracias, radica en la desconfianza en las instituciones, la desconfianza en los partidos políticos y sus lideres, el sentimiento de los ciudadanos de haber sido traicionados por los gobernantes al no cumplir sus promesas de campaña, y/o la presión que hacen los grupos armados. Todas razones válidas y comprensibles porque la gente no vota.

Sin embargo, debemos saber que, si seguimos en este ciclo de no votar por alguna de estas razones, seguiremos con los mismos gobernantes, y nosotros quejándonos porque nada cambia, y cada 4 años escuchando las mismas promesas vacías, promesas irrealizables, o un concurso entre candidatos para decidir cuál es el menos (o el más) corrupto.

El abstencionismo colombiano y latinoamericano, pone en entredicho “el gobierno de las mayorías”, porque de hecho no importa el candidato elegido, siempre es elegido por una minoría. Tristemente, una parte considerable de esa minoría suele ser parte del voto clientelista y corrupto.

Sin embargo, adecuándonos a la realidad del Rio Bravo a la Patagonia, y conviviendo con el abstencionismo, existen las antinomias (conflicto o contradicción entre dos leyes, principios racionales, ideas o actitudes) de Kant. Dos ideas racionales recíprocamente contradictorias que carecen de toda posible resolución, por lo menos, dentro de la lógica de las formas simbólicas y proposicionales. El gran mérito de Kant fue reunirla, estructurarla y llevarla a la cima del pensamiento, hasta devenir código e instrumento de la cotidianidad.

Kant dice que cuando la razón rebasa toda experiencia posible, queda atrapada en la formulación de sus propias antinomias, esto es, en perspectivas o puntos de vista que por el hecho de ser racionales no dejan de ser contradictorios, por ejemplo, Mundo, Alma y Dios.  Paradojas, las llaman los filósofos de la ciencia.

En este sentido, frases como “los demócratas defienden el voto votando”, que en el fondo es una acusación al abstencionismo, es una paradoja. Porque en el caso de los narcoestados latinoamericanos (que no nos asombre esa calificación), se puede afirmar lo contrario: el voto no se defiende votando según las normas establecidas por los corruptos, sino exigiendo reglas efectivamente democráticas.

Por ende, como en muchas otras situaciones, la contradicción, la ficción y la realidad se juntan en las realidades latinoamericanas, donde el abstencionismo es justificado, y ese mismo abstencionismo nos condena al ciclo interminable de nuestra historia republicana y bananera.

Aun con esto, el mejor escenario en las elecciones del próximo domingo en Colombia es arriesgarnos a dejar la paradoja (porque es un Estado de corruptos para corruptos), y salir a votar masivamente para quitarle espacio a las maquinarias, las clientelas y a los politiqueros.