Después de muchos ires y venires de la fallida registraduría, al parecer ya se está depurando lo que será el nuevo congreso para los próximos 4 años. Se observa una mayor representación de los sectores de izquierda y alternativos, que aún no alcanzan a ser mayoría, y al mismo tiempo una reducción en los escaños por parte de los partidos tradicionales y de los sectores de derecha. También cabe resaltar la elección de al menos 17 congresistas afrocolombianos. Un congreso más diverso es un buen síntoma para la democracia.
Esta elección al igual que la importante votación que recibió la consulta presidencial del Pacto Histórico, muestran que el gobierno actual no logró satisfacer las expectativas de las personas en muchos frentes.
Primero, el incremento en la pobreza y la falta de oportunidades para la población en general después de los terribles años de la pandemia aún siguen afectando a millones de colombianos.
Segundo, el abandono de las regiones por parte del Estado que con una visión centralista y con su testarudez para no desarrollar los acuerdos emanados del proceso de paz, sin tener una alternativa viable o planificada para el país, permitió que se incrementara la violencia en los territorios, incluyendo masacres de líderes sociales, ambientales e indígenas que mostraron la ausencia del estado y el aumento de control territorial por parte de los grupos al margen de la ley. Un gobierno que prometió seguridad generó un retroceso de décadas en la misma.
Mientras todo esto pasaba, cada vez que el gobierno debía hacer una rendición de cuentas, en el país o en el exterior, solo hablaba de cifras maravillosas que no se congraciaban con la realidad del país, ni reflejaban los problemas que más de la mitad de Colombia estaban viviendo. Prueba de ello fue lanzar una de las reformas tributarias más ambiciosas de los últimos años, en medio de la crisis económica que había generado la pandemia, entre otros muchos episodios, que lo hicieron ver como un gobierno arrogante y mentiroso y que además no escuchaba a los líderes regionales a menos que fueran de su propia línea política.
Toda esta panorámica fue aprovechada por el pacto histórico que obtuvo casi 6 millones de votos. Un grupo conformado por políticos tradicionales que fingieron haber descubierto la sensibilidad social después de 20 años en política, pero también de líderes y lideresas que estuvieron viviendo y trabajando durante 4 años en las comunidades, de ese país que este gobierno ignoró por ser algo incómodo para sus estadísticas. Un ejemplo de una persona valiosa que fue vindicada en las urnas fue Francia Márquez, que solo con su buen juicio y un trabajo comunitario responsable, le ganó en votación a grandes caciques políticos y exfuncionarios exitosos.
Este grupo amplio y heterogéneo escuchó y magnificó las preocupaciones de las personas y a su vez canalizaron todas ellas a través de un único líder que sabe mejor que nadie decir las cosas que le duelen a la gente y prometer soluciones que suenan brillantes, fáciles de implementar y oportunas; la mala noticia para todos esos sintonizados con este candidato, es que no lo son.
Por otro lado, la falta de coherencia y de concertación en la coalición de centro, les obliga ahora a mirar como espectadores lo que sucede entre los dos extremos en la contienda presidencial. Es muy triste que los programas más estructurados, las personas mejor preparadas y en general los mejores candidatos hayan decidido tomar la campaña como un concurso de vanidades puritanas en lugar de una plataforma para mostrar su trabajo y sus propuestas. Ellos conocen la realidad del país, tiene los mejores diagnósticos y propuestas, pero están alejados del electorado que son quienes sufren todos los problemas que ellos diagnostican desde sus escritorios.
Volvemos a una realidad como la de 2018 en donde en la primera vuelta el centro quedará tercero, seguido del líder de derecha y ganará la izquierda y en la segunda vuelta todos se unirán en contra de Petro, pero quien sabe si les alcance, porque ya la gente no cree que nos van a venir a salvar de algo que ellos mismos ocasionaron. Por el contrario, Petro se perfila como un salvador que solo necesita una oportunidad, la carta que nunca hemos jugado, la oportunidad que hemos desaprovechado. El no es nada de eso, solo es un político, sin buenos resultados de gestión, algo autoritario y con ansias de poder.