A principios de este mes, varias instituciones financieras importantes de Estados Unidos se retiraron de Climate Action 100+, una coalición internacional de administradores de dinero comprometida a presionar a las grandes empresas para que aborden los problemas climáticos. Su retirada es el episodio más reciente de una tendencia creciente de Wall Street a retirarse de compromisos ambientales anteriores en medio de crecientes divisiones políticas y presiones financieras. (Lexology, marzo 5, 2024)
En el mismo artículo se afirma que, tras el furor inversor de finales de la década de 2010 y principios de la de 2020 por la inversión ESG, los últimos años han traído consigo una creciente reacción contra la inversión centrada en el clima a medida que ha crecido la división política en Estados Unidos. Varios estados gobernados por republicanos pusieron en la lista negra a administradores de dinero con compromisos públicos de sostenibilidad e introdujeron legislación destinada a limitar la capacidad de las instituciones financieras para incluir consideraciones ESG en las estrategias de inversión.
Temerosas de la contienda política, algunas instituciones financieras importantes han dado marcha atrás en sus promesas relacionadas con el clima. Un ejemplo es el reciente retiro de administradores de dinero, incluidos BlackRock, State Street, JPMorgan y Pimco, del Climate Action 100+, después de que el grupo pidiera a los miembros que se retiraron que presionaran a las grandes corporaciones para que redujeran las emisiones, un plan que, según los miembros que se retiraban, podría violar el compromiso fiduciario con los accionistas o entrar en conflicto con las regulaciones antimonopolio, ya que las instituciones financieras actuaban en concierto para moldear el comportamiento de otras empresas.
Por otro lado, uno de los argumentos anti-ESG está centrado en el impacto en los fondos de pensiones y otras inversiones. Si los administradores de estas operaciones dejan de centrarse en equilibrar adecuadamente el riesgo y el rendimiento, por alcanzar objetivos ESG, los contribuyentes podrían verse afectados en miles de millones en deuda.
Desde la perspectiva de quienes están a favor de esta ola anti-ESG, se afirma que obligar a los gerentes de esas operaciones a adoptar o rechazar estos criterios, podría privar a los contribuyentes de la innovación basada en el mercado, la resiliencia y el valor a largo plazo.
Según un informe del Consejo de Gobiernos Estatales (en EE.UU.), sólo a nivel estatal, los contribuyentes enfrentan 1,3 billones de dólares en pasivos no financiados provenientes de los sistemas de pensiones de los empleados gubernamentales. Los administradores de estos planes de pensiones necesitan todas las herramientas a su alcance para proteger a los contribuyentes contra rescates masivos.
Según la ola anti-ESG, aprobar leyes a favor de estos criterios restringe las operaciones financieras a nivel federal o estatal, y podría colocarlos en una posición fiscalmente insostenible. En varios casos, la búsqueda de resultados no financieros con motivaciones ESG ha llevado a menores retornos de la inversión, distorsiones del mercado y otras formas de daño económico.
Por ejemplo, cuando Texas aprobó una ley en 2021 que prohibía a los municipios trabajar con bancos que adoptaran políticas de mitigación de riesgos relacionados con los combustibles fósiles y las armas de fuego, investigadores de Wharton Business School descubrieron que esto impulsó a cinco de los aseguradores más grandes del estado a salir del mercado. Eso disminuyó la competencia local por el endeudamiento y aumentó las tasas, lo que costó a los contribuyentes $532 millones adicionales en intereses durante ocho meses.
Pero esto no solo se ve en Estados Unidos. Según la revista Fortune: Una ola de descontento por las políticas de sostenibilidad está atravesando el Atlántico, dificultando el crecimiento verde y presionando a los líderes y financieros que luchan por implementar políticas ambientales, sociales y de gobernanza (ESG). Y las próximas elecciones estadounidenses no les facilitarán la vida a las empresas que navegan por las poderosas corrientes de los lobbistas anti-ESG. (marzo 7, 2024)
La perspectiva que las finanzas verdaderamente sostenibles sean incapaces de preservarse está ganando gran importancia en 2024. La idea de una transición justa e integral de la economía estaría cambiando de abarcar todo el sistema a un sector muy pequeño que se enfoca en las finanzas sostenibles.
¿Qué ayudó a despertar esto? Las comunicaciones mal diseñadas en la UE sobre la inversión ESG, han contribuido a debilitar el movimiento hacia una economía responsable y con visión de futuro. Ante las furiosas protestas de los agricultores de los meses pasados, la unión ha renunciado a su objetivo de reducir a la mitad el uso de pesticidas para 2040.
El activismo ambiental financieramente analfabeto también está teniendo un efecto paralizador en las empresas. Por ejemplo, una investigación parlamentaria en Francia está examinando los compromisos medioambientales del gigante energético Total Energies. Con acusaciones de greenhushing (silenciar la ecología), greenwashing (lavado de imagen verde) y woke capitalism (capitalismo despertado), las tres letras “ESG” se han convertido en sinónimo de reacción violenta.
Lo anterior muestra la absoluta necesidad que los políticos, ambientalistas y barras bravas del clima se apropien del tema correctamente, entendiendo aún más del funcionamiento empresarial y de finanzas. Si bien existen empresas que hacen greenwashing,no se puede negar y esto se debe denunciar (dejando el activismo), también se puede trabajar con ellas para que aceleren su transición real. No se puede destruir todo, solo porque no cumple con los estándares idealistas de algunos sectores. Hay que ser realistas y construir sobre lo mucho, o lo poco que se haya construido.
El libre mercado se nutre de la competencia, la eficiencia y la adaptabilidad. La inversión puede coexistir armoniosamente con los principios ESG, al trabajar con inversores, las empresas pueden optar por adoptar voluntariamente prácticas sostenibles y priorizar la gobernanza ética, al tiempo que garantizan la libertad de tomar decisiones de inversión que permitan a las empresas mejorar su desempeño general.
Al mismo tiempo, las empresas que invierten en prácticas eficientes en el uso de recursos, como la energía renovable, pueden impulsar innovaciones que generen retornos financieros a través del ahorro de costos, una mayor eficiencia operativa y mantenerse a la vanguardia de los cambios regulatorios.
Además, en todo cambio social, económico o político, después de las aplicaciones de nuevas ideas, reformas o revoluciones (para ponerlo en términos más extremos), siempre hay un periodo de contra-reformas o contra-revoluciones, que busca reestablecer los viejos valores. ¿Estamos viviendo ese momento de contra – ESG?
Como en la política, con los criterios ESG, hay espacio para el consenso, y el trabajo mutuo. Hay que evitar ser reactivos, y ser más propositivos.