¿Supieron que las conversaciones de la COP26 se prolongaron por un día más? ¿Se enteraron de los puntos tratados y los compromisos alcanzados? Ojo que esta reunión es clave para todos nosotros y dejarla pasar inadvertida demuestra nuestro compromiso real con el efecto que producimos en el mundo, que es por demás y hasta el momento, altamente peligroso para nuestra continuidad en el planeta.
Se puede decir sin rubor alguno que esta última reunión que desde el 31 de octubre y hasta el pasado 13 de noviembre sesionó en Glasgow, Escocia, fue clave para que entendamos las complejas contradicciones que hacen tan especial a nuestra especie. Por una parte, para nadie es un secreto que todas las empresas, absolutamente todos los gobiernos y en general todos los seres humanos en este planeta, deberíamos hacer cambios sustanciales para evitar un colapso climático que cada vez será más difícil de controlar.
Pero por el otro lado vemos que aún existen muchos vacíos en cómo dar el salto del cambio en ciertos puntos críticos como por ejemplo energías o manejo de desperdicios, por mencionar un par. Algunos apuntan a que dichos vacíos son el resultado de politiquería y otros a que son puros intereses comerciales basados en la famosa ley de la oferta y la demanda, en donde mientras exista un producto que funcione y un mercado que lo pida, será negocio para alguien. Esto llevará a que no se reemplazará dicho producto hasta tanto no exista una alternativa que de forma estable lo pueda sustituir.
El reflejo de este duro sinsabor se ve en las declaraciones que hiciera António Guterres, secretario general de la ONU, quien aseguró que: “Nuestro frágil planeta pende de un hilo. Todavía estamos llamando a la puerta de la catástrofe climática”. Esta frase no es puro titular, es real y refleja una inmensa frustración de una serie de reuniones que terminan con un documento firmado por casi la totalidad de los países reunidos, que no es vinculante y que presenta una serie de recomendaciones que lamentablemente no parecen ser tremendamente innovadoras. Al menos hay un documento, dicen algunos expertos, peor sería que no hubiera quedado nada.
Sin embargo, se esperaba más de la COP26, ¿Pero era realista poder esperar más que unas declaraciones conjuntas y algunos acuerdos? Estamos abocados a pensar que sí, porque parece que no tenemos otra alternativa que creer como humanidad que deberíamos hacer nuestros mejores esfuerzos para que los cambios se aceleren aún más, y ahí si que se necesita la conjunción de los intereses económicos, políticos y sociales, tanto individuales como colectivos.
Tomemos el caso de los vehículos, en este punto solamente 31 países acordaron acabar con los carros a gasolina o diésel para el año 2035 y lo iniciarán en mercados que denominaron como claves, dejando su eliminación del resto del mundo para 2040. Este acuerdo, “Emisión Cero de Vehículos”, dio un debate interesante en donde se hace evidente que aún muchos tienen dudas sobre la fecha exacta en que sea viable que el mercado de autos se pueda garantizar al 100% por fuera de los motores de combustión. Nuevamente, es claro que el modelo de negocio tiene que hacer sentido, si no, firmar una declaración de este estilo puede resultar igual a pegarse un tiro en un pie. Estados Unidos, China y Japón, grandes fabricantes de autos, se quedaron por fuera del acuerdo, y en América Latina los únicos firmantes fueron Chile, El Salvador, México, Paraguay y Uruguay.
Este caso, es uno de muchos otros que resultan incomprensibles para miles de personas, y que son el ejemplo de lo que aún está por discutirse. Sí que son importantes estas COP, porque hacen evidente que los problemas aún están sobre la mesa y en proceso de resolverse y que las soluciones no son de blancos y negros, pero el tiempo pasa y los efectos de no movilizarnos rápidamente pueden ser cada vez más irreversibles. Hay que encontrar soluciones concretas, con planes de acción y de medición específicos. Si algún aprendizaje podemos ofrecer desde Colombia, es que con declaraciones a medias se llega a soluciones mediocres, y los grandes puntos jamás se trabajan, nunca se enfrentan y los males siguen ahí, haciendo carrera y creciendo día a día enfrente de nuestras narices. ¿Será que necesitamos una especie de Covid climático para entender la dimensión real del problema?
Tiendo a pensar que algunos dejamos estos temas del calentamiento global en acciones que deberían venirnos dadas por alguien más, liberándonos de nuestra propia responsabilidad y dejando nuestra conciencia tranquila y liviana de toda culpa frente a puntos de consumo responsable, reutilización de materiales, medición de emisiones, uso adecuado de recursos, etc. Claro que el gran impacto lo hacen los grandes productores y los inmensos mercados consumidores, pero hay cosas que indudablemente los usuarios de a pie forzamos a que sean cambiados y en eso podemos marcar la diferencia. Para poner un pequeño ejemplo, ¿no les parece absurdo que aún estemos discutiendo en el país cómo lograr que en las viviendas se dispongan de buena manera las basuras? Aquí si que es innecesaria una ley o una obligación, pareciera que es falta de sentido común…
Como decía Guterres al cierre del evento en Glasgow: “No lograremos nuestro objetivo en un día o en una conferencia. Pero sé que podemos llegar allí. Estamos luchando por nuestras vidas. Nunca rendirse. Nunca echarse para atrás. Sigan avanzando.”
Nos leeremos en un año al cierre de la COP27 que será en Egipto, solamente recomiendo llevar las expectativas claras y más sincerados los intereses para evitar malos entendidos, por ahora cada quien ponga su grano de arena que eso ya hace mucho.
Alfonso Castro Cid
Managing Partner
KREAB Colombia