Ya empezó el pulso por hacerse elegir y por consiguiente, hacerse dueño del poder en Colombia. Eso es lo que está pasando hoy después de la expedición de la Constitución de 1991, que permite a los elegidos entregar el poder a quienes con sus recursos económicos se vuelven dueños de sus actos y enseguida amos de la presidencia, las gobernaciones y las alcaldías, exponiendo públicamente los patrocinadores durante cuatro años, como los pescadores, su mayor trofeo.
Aunque faltan exactamente 9 meses y 22 días para elegir 107 senadores y 171 representantes a la Cámara, más un senador (108) que será el perdedor de las presidenciales y un representante más (172) que fue el compañero vicepresidente del perdedor presidencial, todo indica que esas elecciones, repito, a las que le faltan 292 días, ya está la campaña vivita.
Todos esos paros, bloqueos, incendios, vandalismo y daños a la institucionalidad, muestran que no será tan suave ni tan amable la campaña al Congreso, teniendo en cuenta que los que quieren o mandan a ocupar silla o curul como le llaman, serán los encargados de buscar los votos a sus postulados a la presidencia.
Hay mucha preocupación en el país por los hechos violentos y manifestaciones pacíficas del último mes, pero aunque estaba previsto que pudiera ocurrir lo que está ocurriendo, el gobierno, este gobierno que no gobierna minimizó los fenómenos políticos que hemos visto, fenómenos políticos que nos avisan que el poder es por lo que hay que hacerse matar o mandar matar. Así estamos hoy; unos por tomar el poder como sea y otros por defender el poder como sea. Los que quieren tomar el poder para hacer con él lo que les dé la gana, y los que lo defienden para seguir haciendo con el poder lo que les dé la gana.
En Colombia se ha perdido el respeto por la democracia; ahora simplemente quieren y pagan para hacerse elegir para aprovecharse de los recursos públicos y como casi está probado que eso es lo que sucede, entonces resultaron animando a sus rivales para que hagan lo mismo. Así estamos. Nos llenamos de piratas, todos peleando por el mismo botín.
Para que todo lo anterior sea posible, hay que salir a hacer unas campañas a las que llaman “campañas políticas” con unos programas para convencer a la gente, programas que no dicen nada cierto pero que a la gente le gusta escuchar. Y ahí en ese gusto, está el voto que llaman de opinión, opinión que se convirtió en algo escaso porque hoy se vota por un contrato, por un puesto, por un amigo, contra un enemigo, pero jamás se vota por lo que le conviene al municipio y a la sociedad en la cual vive y se desempeña.
Los fenómenos políticos habían podido advertirse por la incomodidad y rabia de la gente cuando al gobierno poco le importó poner a pagar a la fuerza una reforma tributaria, o poco le importa que no haya empleo, o poco le importa no respetar los acuerdos de paz, o poco le importa que la gasolina incremente el precio, o poco le importa que se pague más en los peajes, o poco le importa que haya más peajes, o poco le importa que los fletes suban, o poco le importa importar productos que aquí se pueden producir, o poco le importa que todos los productos tuvieran IVA, o poco le importa que a los pensionados no les alcance la pensión para ponerlos a pagar más impuestos; o poco le importa que la papa, la leche y todos los perecederos perezcan, y también cuando poco le importa el incremento de atracos y muertes callejeras, sin el más mínimo recato por la cantidad de policías que renuncian y no se reemplazan.
Esos son los fenómenos políticos, los que se expresan con la conducta o reacción de los ciudadanos cuando se enfrenta a cada uno de ellos, mientras que por otro lado hay medios de comunicación nacionales pagados por el gobierno con el compromiso de que domestiquen a los usuarios y termine el oyente o lector haciendo lo que ellos dicen. Haciendo esta lista, no sabía que estábamos tan mal.
Y en los fenómenos políticos también debió advertir el gobierno y no lo hizo, la enorme capacidad de financiación que tienen en los vándalos (no en las marchas de protesta pacíficas) los grupos de narcotraficantes, o de contrabandistas, o los invasores de tierras, o los cultivadores de ilícitos, o los traficantes de armas, o la guerrilla o las disidencias, para alterar la normalidad del orden público. Y con esos dos ingredientes, el primero de descontento social por todos los golpes del gobierno a la clase media y para abajo y segundo, la incapacidad para detener la violencia pagada por los financiadores del desorden social, tenía Duque la obligación de estar informado y no lo estaba y estar al tanto de la caldera que le estaban calentando todos los inconformes, aunque no todos violentos ni vándalos, pero tampoco estaba informado.
Pues a eso es a lo que nos enfrentamos ahora.
Los nuevos senadores y representantes son elegidos con la obligación de defender desde el Congreso a su próximo presidente, para que él haga lo que cree que debe hacer (a lo mejor sea lo que a él le dé la gana) y ahí nos jugamos mucho de la estabilidad democrática de nuestro país. Las leyes que harán los nuevos congresistas nos dirán para donde giramos.
Para los que no han entendido que ya empezaron las elecciones, es bueno que vayan aterrizando porque esas manifestaciones populares traen un descontento muy grande con todo lo mal que está haciendo este gobierno y por eso la mayoría de los partidos se están haciendo a un lado, dejando que gobierne solo con sus amigos, en un desorden institucional horrible e incontrolable, del cual pocas referencias se tienen. Se hacen muchas marranadas, dicen.
Fue Duque quien sin querer, prácticamente adelantó las elecciones.
Ya nadie o casi nadie quiere hablar del presidente actual. Hoy los políticos están desesperadamente haciendo coaliciones, nuevos partidos, integrando nuevos grupos para escoger y tener desde ya nuevas posiciones políticas para impulsar o para defender, pero en todo caso, para elegir; lo que hay ahora no sirve. Por eso lo que mejor le puede suceder a Duque es que estemos pensando en el próximo presidente y no en él, que no lo miremos, y si pasa inadvertido sería un gran logro para él.
Gobernar no es fácil. Eso lo tienen que saber todos, pero no les importa; simplemente les importa llegar al poder y solo por eso no se les puede llamar gobernantes. El gobernante ejecuta, ordena, manda, es honesto y honrado, es ejecutivo y hace cumplir la Constitución y la ley. Los que no hacen eso y fueron elegidos, ya dijimos antes, son títeres de los dueños del poder.
Ahora nos queda la lucha por encontrar a quien elegir para que nos represente bien desde el Congreso como senadores y en su calidad de representantes.
Ya explicamos a que van. Hay que confiar en que quien sea elegido congresista, haga uso de las normas para que este Estado sea verdaderamente “un Estado social de derecho”, en donde las normas que se hagan sean para favorecer a todos los habitantes. Es también nuestra oportunidad de protestar ante los compradores de los cargos de presidente, gobernadores y alcaldes y quitarles ese poder de cargarse con los recursos públicos.
No lo duden ni lo olviden: lo que le sucede hoy al país, sucede porque ya empezaron las elecciones y hay una lucha por adueñarse del poder.