¿Nos estamos escuchando? Definitivamente no. Estamos perdiendo el tiempo rasgándonos las vestiduras al escuchar declaraciones y discursos sin sustentos técnicos y cifras inventadas de acuerdo con el calor del momento. Maldecimos infructuosamente por el riesgo que implica la falta de rigurosidad, la inexistencia de datos verificables y la violación de lo que nuestras reglas de juego, las marcadas por nuestra democracia, esas que esperamos que sean inquebrantables y defendidas por la institucionalidad, dictan.
Si estuviéramos escuchando estaríamos apoyando más vehementemente a quienes elegimos para representarnos o aquellos que están más cerca a nuestro norte democrático. Esos que están en las juntas de acción comunal, en los concejos municipales, en las alcaldías y gobernaciones, en el Congreso de la República y demás entes de la ya mencionada institucionalidad. Si estuviéramos escuchando estaríamos organizando conversaciones, no para acabar con el otro, sino despertarnos, para brindar más información a quienes no la tienen, para sentarlos y sentarnos en sus mesas hoy, y realmente entender lo que les está doliendo para brindarles ayuda, abrirnos conjuntamente los ojos frente a temas que parecen responsabilidades ajenas, pero son propias de cada ciudadano.
Si estuviéramos escuchando perderíamos el miedo a convertirnos en objetivo, para transformarnos en articuladores. Miles de voces dejan de ser un susurro de quejas de un grupo social que ve los riesgos pero que no sale a la periferia para alertarlos, que no suma a esos que no leen los principales periódicos o escuchan las emisoras que todos los días le hablan a los mismos que nos estamos quejando.
Si estuviéramos escuchando hoy veríamos que los peores escenarios, esos que creíamos no llegarían, poco a poco pasan de la casuística a la realidad. En donde las cifras y el valor técnico pueden descartarse en segundos y desvirtuarse con argumentos viscerales de una deuda histórica jamás compensable, semejante a un pecado original, que por más arrepentimiento que tengamos, nunca pagaremos en esta vida.
Si estuviéramos escuchando tendríamos más claro qué mensajes debemos llevar, con quienes los podemos conectar y cómo podemos aportar nuevos enfoques a discusiones en las que las cifras y los datos no sirvan para nada.
Si estuviéramos escuchando estaríamos viendo que esos empresarios hoy atacados como el gran Goliat al que hay que destruir, fueron personas que, gracias al libre mercado, la democracia, las instituciones fuertes, entre otros, crecieron… su historia es hoy más valiosa que nunca, pero debemos perder el miedo y contarla con orgullo y demostrar que es así como se construyen sociedades más equitativas, no dejarnos apagar por el temor a ser señalados.
Si estuviéramos escuchando tendríamos más claridad que la partida de juego, no se asemeja a nada que hubiéramos tenido en el pasado. Las reglas no solamente cambian a la velocidad de los minutos, sino que el tablero y las fichas, como en una serie de una película mágica, en segundos se transforman en montañas y figuras mitológicas que nadie veía venir.
Es momento de escuchar para extender las conversaciones, tanto con quienes retan como
con quienes defienden, escuchar los silencios y las preguntas repetitivas, escuchar la diferencia, los opuestos y contradictores, los lagartos, los melosos y sensibles. Es momento de articular y abrir espacios, no cerrarlos y dejarlos para que otros cuenten historias fantasiosas.
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Kreab Colombia