Confidencial Colombia. El facilismo o el mundo Alicia hacia un futuro de esclavos e inútiles. Y lo explico. O ponemos un freno natural a esta dinámica frenética o vamos, como caballos desbocados, hacia el borde del precipicio. Cada vez tomamos más decisiones de manera apresurada porque nos devora el día a día. Todo es para ayer. No tenemos tiempo para casi nada. No nos dan respiro; y al mismo tiempo, y aquí está lo más grave, cada vez echamos menos mano de la capacidad de razonar. Apenas ejercitamos el cerebro porque hay millones de chips que piensan, actúan y ejecutan por nosotros. Es el mundo ‘cómodo’ que hemos decidido tener, pero traerá consecuencias. Arrinconar nuestra mayor capacidad, el pensamiento complejo, nos pasará factura más pronto que tarde.
Que la tecnología sea cada vez más rápida y nos ahorre esfuerzos no tiene nada de malo a priori. Al eliminar automatismos, nos debería dejar más tiempo para las acciones y raciocinios más complejos, pero no es así. Al contrario, cada día somos más irracionales y simplones. La velocidad tecnológica y las ganas de tener todo de una manera inmediata, está haciendo que nos olvidemos de cultivar virtudes esenciales para un desarrollo complejo, especialmente el raciocinio.
Que todo sea más fácil se ha ido filtrando en nuestra conciencia colectiva de diferentes maneras. La peor, la que apunta a hacernos creer que lo fácil, lo rápido, son atributos deseables. Por el contrario, lo complejo, lo elaborado, lo que necesita un esfuerzo extra, son valores de los que debemos huir, como huía Alicia de su mundo en el clásico de Lewis Carroll. Esa forma de pensar es el sustrato del facilismo y el comienzo de una decadencia intelectual y cultural, por ejemplo, en las artes. Considerando que el arte, la música, el cine o la literatura son herramientas esenciales para el cultivo del espíritu, es muy importante que estemos alertas a lo que consumimos y no distorsione nuestro crecimiento personal. En no pocos casos, la producción artística contemporánea va en picado por este sesgo facilista y de la inmediatez y se nos presenta como arte auténticas mediocridades.
La generación del único ‘click’
Ya hay dos generaciones que nacieron a un ‘click’, y pocos segundos, de cualquier respuesta en la vida. Además, tampoco se esfuerzan mucho más en buscar más allá de la primera página de Google. Ese facilismo en los más jóvenes, se entremezcla con una generación de padres acomplejados. Acomplejados porque crecimos en un mundo ya bastante cómodo y, por supuesto, los padres lo último que queremos es que los hijos tengan menos de lo que tuvimos nosotros. El resultado es una educación laxa, con excesos materiales que rozan lo obsceno, pocos valores, menos convivencia familiar y un proteccionismo mal entendido.
A los jóvenes se le está construyendo un ideario falso: el ideal de vivir en un mundo sin problemas. Se extendió la idea de que no hay nada positivo en tener un problema. Peor aún, muchos se creyeron que de verdad existe un mundo sin dificultades, sin obstáculos.
Antes, el concepto de la pérdida de la inocencia se vinculaba con las primeras experiencias sexuales. En la actualidad se relaciona con jóvenes de 25-30 años, con estudios superiores o maestrías, desencantados con la vida porque no encuentran su sitio. Con sueldos de miseria y llegando a la conclusión de que les engañaron por completo. La generación del desencanto. Y es verdad, le engañaron desde sus padres hasta los colegios o las universidades. Les vendieron un mundo de fantasía, un mundo fácil, el mundo de Alicia. Cuando se dieron cuenta de que la vida no es de color de rosa, que golpea duro, para muchos es un sentimiento de frustración irremediable.
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Mayor número de suicidios
Estamos en la pérdida de valores. En el ‘todo-vale’ para lograr los cinco minutos de gloria en Instagram o TikTok, el dinero rápido y bajo cualquier contexto. El triunfo de la frivolidad sobre el pensamiento. Un mundo en el que piensa uno y embisten 10.000, a la larga, esos 10.000 serán esclavos de ese uno. De esas frustraciones, se explica el significativo aumento de los suicidios entre adolescentes en este siglo XXI (los más elevados de la historia desde que hay registros). 800.000 suicidios se producen cada año y, en la franja de entre los 15-29 años, es la segunda causa más frecuente de muertes en el mundo.
La realidad y la dificultad van de la mano y así debe ser siempre. La existencia de la dificultad es lo que le permite mejorar a la humanidad: evolucionar. Desde el primer descubrimiento, el fuego, que no fue sino la respuesta a un problema, el ser humano siguió enfrentándose a problemas, y los siguió venciendo mediante el pensamiento y la incorporación de la ciencia más adelante. Y de esta manera también, como ya ha pasado en situaciones similares en la historia, venceremos al Coronavirus, con total seguridad.
Con una sociedad acomodada, en el plano laboral, muchos sueñan con el ‘falso paraíso’ de ganar mucho dinero sin trabajar, es decir una sociedad subsidiada y esquilmada con impuestos por una parte; y frívola y sin muchos principios por la otra. Valores como el esfuerzo, el mérito o el trabajo tienen muy mala prensa. Se reconoce más al débil-vago que al trabajador. Luchar por mejorar, puede llegar a ser un valor en declive dentro de un océano de mediocridad.
No pretendo con esto hacer una ‘apología romántica de los problemas’. Ni satanizar la tecnología. Eso sería de estúpidos. Más bien, es lanzar un grito de conciencia colectiva. De darnos cuenta de hacia donde vamos. De los pasos que estamos dando de una manera extraordinariamente rápida. Entender que los problemas no son algo bueno per se, pero salir de los problemas nos hace más fuertes. Debemos educar a los niños y jóvenes en la resiliencia a las adversidades, no ocultárselas. Hacerles ver desde pequeños que no viven en el país de las maravillas. Generarles conciencia. Que entiendan que el camino más corto no siempre es el mejor y, sobre todo, que los problemas son y serán siempre un reto para madurar y alcanzar nuestros límites en la autorrealización.
Disfrutar de las pequeñas pausas
Que nuestros jóvenes, a veces, y sólo a veces, se den el placer de disfrutar de la música desempolvando un vinilo, limpiando la aguja del viejo gramófono o tocadiscos (quien lo tenga) y se vean obligados a esperar varios segundos a que suene la melodía con sonido a lata… en lugar de darle al play en 1 segundo en Spotify. Que aprendan a disfrutar los tiempos y de sus pausas. Que entiendan que vivir pegados al smartphone les hace más rápidos, pero no más inteligentes; con más información, pero más analfabetos si no procesan bien todo lo que reciben. Y con un serio riesgo de idiotizarse al volverse totalmente dependientes de la tecnología. Lo que nos aleja de la estupidez humana es el pensamiento complejo, no un celular, aunque sea último modelo. En resumen: pensar, reflexionar y cuestionarnos más las cosas.
Durante las últimas 10 semanas he querido dejar de manifiesto en 10 artículos los riesgos que corre un mundo descontrolado y las causas de ese descontrol. El facilismo resume todos los ‘ismos’ que nos tienen contra las cuerdas porque tiene un poco de cada uno de los nueve anteriores. En tiempos donde el pensamiento está orientado por los grandes y oscuros poderes globales, mirarnos más al interior es un acto de rebeldía. El revolucionario contemporáneo es el que se cuestiona los paradigmas que nos venden como verdades absolutas. Huir del gregarismo, del borreguismo social es necesario. Entender que la libertad, en su sentido más amplio, es un tesoro individual que no nos podemos dejar arrebatar.
Puede leer más opiniones de Marcial Muñoz o el resto de la serie de ‘ismos’ que amenazan el mundo en este enlace: desde mi rincón