Una revista argentina, hace un buen tiempo, le hizo una entrevista a un personaje demasiado supervalorado en el mundo: Jorge Luis Borges. El invidente famoso que no apreciaba el talento y genio de otros, el que consideraba un escritor de poca monta al gran escritor gaucho Ernesto Sábato y quien criticó acerbamente a otros considerados ilustres, hombres de letras, fue inquirido por el reportero que le preguntó: “¿usted es feliz?” y Borges que era bastante egocéntrico contestó: “lo estoy pensando… la única gente feliz, es la gente que uno no conoce”.
El autor de El Aleph y de otras obras bastante sobredimensionadas en su valor literario, sin embargo, agregó algo que me parece interesante: “He conocido gente que es orgánicamente feliz, es decir, gente construida para ser feliz”. Cavila el articulista sobre este extraño pero interesante pensamiento, es posible que existan organismos con genes y metabolismo inclinados a la dicha, la bienaventuranza y la serena felicidad.
No se descarta tampoco que existan organismos que contengan cantidades abundantes de adrenalina, dopamina y demás sustancias que, irrigadas en cerebro y sangre, causen alegría, dicha y felicidad en sus afortunados cuerpos. Quizá la naturaleza caprichosa y sabia de a unos más que a otros torrentes de hormonas que disparan la sensualidad, la alegría, el fervor de vivir plenamente y tampoco se descarta que no falten los desdichados a quienes les falta en sus venas la combustión que anima y enciende el espíritu y alegra el alma.
No me fío mucho de considerar solamente felices y alegres a aquellos que despliegan una sonora carcajada. Otto Morales Benítez fue en vida un estruendoso de la carcajada, tal vez fue feliz a causa de su vasta y profunda cultura, pero no necesariamente una estridente risa demuestra que quien la desplega sea por eso mismo feliz. Giovanni Papini, que sabía bastante del alma y la condición humana, era del parecer que una sonrisa tenue puede denotar en quien la experimenta una gran felicidad y serenidad.
En días pasados Telemedellín y su exótico y singular periodista Luis Alirio Calle, realizó un reportaje a un personaje paisa que, al escucharlo y verlo, puede uno deducir que es orgánicamente feliz, de nombre y apellidos antioqueños aquel hombre nacido en la tierra de Ñito Restrepo, Concordia, cautivó probablemente a muchos televidentes con sus profundos conceptos a cerca de la felicidad. El que fuera un drogadicto conocido devino padre ejemplar y ciudadano emérito, samaritano de pobres, enfermos y ancianos. Optimismo rezuma aquel concordiano, Arango Restrepo, individuos de su talante es lo que necesita este mundo hiper cibernético, alocado y esquizofrénico. Falta hacen comunicadores como Luis Alirio y el entrevistado a esta sociedad materialista, triste, gris y opaca, que es la del siglo XXI.
Ese mismo día el canal RCN reprodujo en honor y homenaje al hombre de televisión paisa Jota Mario Valencia, una bella, humana e interesante entrevista realizada casi una década atrás. El entrevistado fue nada más y nada menos que el niño mimado de Linares, el monstruo de la canción, el baladista sin par Rafael Martos Sánchez, Raphael, el artista es suficientemente conocido por su portentosa voz y su inigualable estilo musical. Pero el Raphael hombre demostró que es un ser químicamente feliz, orgánicamente bienaventurado.
Valores humanos en declive fueron revividos por el ícono Andaluz. Contó que a los 8 años prometió a su madre, pobre y desprovista de lujos, que quería ser cantante para regalarle una casa, a los 14 años cumplió su sueño, a esa edad ya era un consagrado artista del bello canto melódico de la balada, creyó siempre en su talento y pudo más su vocación, indudablemente que es un feliz orgánico. Raphael nos recordó también que desde la niñez aprendemos más al mal vivir, que al buen vivir, “tómate este trago para que seas mucho”, “fúmate este cigarrillo y te sentirás grande”, son frases que nos llevan en la edad adulta por el sendero de la mala vida. Coincido plenamente con el grandísimo cantante de Jaén, España.
Puntilloso y acertado estuvo igualmente el Raphael humano, dijo con acierto que en la escuela debe enseñarse a vivir, a cambio de instruir a un infante con nombres de países, capitales, montañas, ríos, etc.
Uno, el paisa alegre bonachón y graduado en la escuela de la vida, y el otro, el trotamundos artista consagrado con más de medio siglo de éxitos musicales y personales, son referentes que deben servir de íconos, modelos o paradigmas a la juventud y a las nuevas generaciones del mundo. No esos musculosos engreídos y superficiales mujeres y hombres que nos presentan en los ramplones y poco educativos programas televisivos tipo” gran hermano”.
Bertrand Russell escribió un pequeño libro titulado “La conquista de la felicidad”; Rodrigo Jiménez Mejía, eximio feliz, nacido en Salamina, Caldas, nos legó muchísimos conceptos que conducen a una vida dichosa y plena. Jiménez Mejía, por demás ilustre jurista, nos legó una enorme enseñanza: “la cultura entendida en el gran sentido de la palabra agrega, cada día, nuevos motivos para vivir, todo puede desaparecer, afectos, destrezas y oficios, pero solo que el gran motor de la cultura impulsa la felicidad de mujeres y hombres”.
¡Qué pensarán muchos ricos y millones de necios seres que subestiman y desprecian la cultura! Los compulsivos y enfermizos navegantes on-line o internautas, deben tomar atenta nota.