La retórica frente a esta Cumbre de las partes fue grandilocuente, sin cambios estructurales, la crisis ambiental sería inminente. Parecía avanzar hacia una victoria indiscutible: la eliminación gradual del carbón con fines energéticos; infortunadamente, la oposición de último minuto de China e India mutó el compromiso hacia disminución del uso del carbón. Es una victoria simbólica pero no trascendental, no hay mecanismo de verificación ni metas específicas. Lo importante de Glasgow es que la frustración colectiva parece estar generando consensos inatajables en el futuro. Por ahora, todo indica que los logros se posponen para la COP 27 en Egipto.
Puestos en contexto, los resultados moderados eran previsibles. La atención global ha estado en la pandemia. La disminución de emisiones de este año se debe al freno económico. Según la OECD, el Covid-19 disminuyó 7% las emisiones energéticas y 2% las agrícolas. Esto permitió a varios países mejorar sus metas nacionales. DNV, una consultora ambiental, estima que esto equivale a un año de emisiones mundiales. Según se dé la recuperación a nivel mundial, se podría duplicar la disminución de emisiones, pero frenar la economía no es sostenible.
Para cumplir con los propósitos de París, hay que disminuir las emisiones en un 45% en 2030 y ser carbono-neutros para 2050, de lo cual estamos lejos.
Los países desarrollados fallaron en su promesa de contribuir con US$100 mil millones anuales desde el 2020 para financiar los retos de cambio climático en países emergentes. Después del Covid, los presupuestos estatales saldrán disminuidos, por eso suena improbable la promesa de Glasgow de lograr US$500 mil millones en 2025. La contabilidad lo puede todo, pero si la idea de los países ricos es deuda blanda para fomentar la producción nacional, eso no cumple nada.
Lo que, si trajo el acuerdo, aunque sea meramente simbólico, fue reconocer el papel central de los hidrocarburos en el calentamiento global. Parece obvio, pero esto nunca había ocurrido entre las partes de esta Cumbre. El carbón es responsable del 40% de las emisiones globales de CO2, por ende, su disminución es crítica para mantener el calentamiento global por debajo de los 1.5c. Si bien no se logró un compromiso firme de acabar el carbón, antes de la Cumbre los países de la OECD se comprometieron a no financiar nuevas térmicas de carbón en el exterior. Notable fue la adhesión de China a este compromiso.
Reconocer el papel central de los hidrocarburos en el cambio climático es fundamental para empezar a encontrar soluciones estructurales. Gracias a ello, en Colombia, en 2016, logramos crear un mercado de créditos de carbono obligatorio que entiende que estos combustibles fósiles contribuyen a un daño ambiental que deben compensar. Un mercado global podría movilizar los recursos suficientes para aportar recursos, no deuda, que permitan promover proyectos con impacto duradero.
Si se hubiera hecho efectivo lo logrado en París, estaríamos en la senda de 52,4 Giga toneladas (GT) de emisiones para x2030. Asumiendo cumplimiento pleno de Glasgow, ese monto se reduce a 41,9 GT de emisiones. Aun en el mejor de los casos, quedan pendientes 15,3 GT de reducciones de emisiones para cumplir la meta requerida. Aunque avanzamos, aún no lo logramos.