Seguro estoy que el deportista y el deporte colombiano levantan sentimientos y emociones entre cualquiera de los compatriotas más desprevenidos. Siempre tendré marcado en mi mente históricos triunfos en los Juegos Olímpicos como el de Ximena Restrepo (medalla de bronce) en Barcelona 1992, pasando por María Isabel Urrutia (primer oro de nuestra historia) (@UrrutiaOcoro) y llegando hasta las leyendas de Mariana Pajón (@marianapajon) y Catherine Ibargüen en Londres 2012 y Río 2016. Solo por nombrar a las atletas más publicitadas hasta la fecha.
Con los hombres también reposan en los archivos digitales grandes proezas en unas justas orbitales como las de Helmut Bellingrodt en Múnich 1972 y los Ángeles 1984, obteniendo por primera vez para el país medallas olímpicas de plata. Sería injusto dejar a un lado las andanzas de Luis Herrera en su “caballito de acero” por las carreras ciclísticas más importantes de Europa, incluso ganando una Vuelta a España en 1987. A la par, con el deporte de masas: el fútbol y el agónico empate de la Colombia del “Pibe” Valderrama contra la potencia Alemana en 1990. En honor a la verdad, el deporte nos ha hecho erizar la piel.
Es imposible referenciar los triunfos de cientos de atletas, en su mayoría, salidos de estratos vulnerables, oriundos de las regiones más apartadas de las grandes capitales y casi abandonados por parte de la dirigencia deportiva y estatal, pero con agallas de sembrar en alto la tricolor, como rezan las redacciones deportivas cuando de describir en un medio de comunicación un destacado triunfo se trata, máxime si es del orden internacional. Debo recalcar en este aparte como un atleta literalmente debe “hacer vacas” para viajar al exterior a representar a la nación o en su defecto aceptar el apoyo de otras latitudes para realizar ciclos de preparación previos, a mundiales, Pre Olímpicos y Olímpicos.
Los deportistas criollos como protocolo siempre reciben en la Casa de Nariño por parte del presidente de turno y la dirigencia deportiva la bandera de Colombia engalanada con discursos propios de políticos exigiendo los máximos resultados a las delegaciones desde la parte individual y colectiva. Pero dónde está el apoyo de un gobierno serio con políticas públicas coherentes que apoyen a un deportista o equipo? En el caso del atleta individual, los ejemplos de denuncias abundan antes y después de las justas deportivas, que en ocasiones son aplacadas con la entrega de una casa y unos pocos recursos financieros. #Populismo puro.
Cuando se trata de competencias en conjunto la empresa privada siempre saca a relucir sus cartas. Tal es el caso de los equipos de ciclismo y el Fútbol Profesional Colombiano auspiciados desde hace décadas por Ardila Lule y su empresa de gaseosas Postobón. En esa línea, las selecciones Colombia de Fútbol reciben toda la ayuda de la cervecería Bavaria y su producto Águila. De no ser por esos incalculables recursos seguramente esas disciplinas jamás nos hubieran entregado la alegría de ser protagonistas en eliminatorias, mundiales o copas América. Como siempre sucede en nuestro país todo es improvisación para el deporte por parte los gobiernos, sus líderes políticos y la dirigencia deportiva. Esta última untada de politiquería, burocracia e incluso corrupción.
Es precisamente politiquería, burocracia y corrupción las causantes naturales de muchos desaciertos en esta despelotada Colombia. Esos tres factores son los que hicieron recientemente acabar con el sueño de los Juegos Panamericanos, son los que dejan en ascuas a cientos de atletas dispuestos a trabajar para ser alguien en la vida por medio de una actividad física, los que nos dejan mal parados ante el mundo y los que evidencian una inoperancia e ineptitud de la Ministra del Deporte (@MinDeporteCol), Astrid Rodríguez (@AstridBibianaR), quien pone aún más en entredicho la falta de seriedad del Gobierno Gustavo Petro.
En este último sentido, el periodista deportivo, Gabriel Meluk (@MelukLeCuenta) comentó: “El error gravísimo de la ministra del Deporte, Astrid Rodríguez, cometido ya hubiese sido por negligencia o impericia o falta de gerencia, y que generó la pérdida de la organización de los Juegos Panamericanos del 2027, le estalló en la cara al Gobierno Nacional. “El retiro indeclinable” de la sede asignada a Barranquilla por parte de Panam Sport, la organización deportiva panamericana, al no recibir el pasado 30 de diciembre el primer pago de los derechos causó la reacción de asombro y reprobación del país deportivo y de la mayoría de la nación política, incluyendo incluso algunos sectores oficialistas”.