Por: Juan Camilo Clavijo
Como producto del impacto creado por las redes sociales, las cuales invadieron toda la privacidad del ser humano, sumado a la capacidad inmensa de procesar cantidades de información increíbles a través del big data e internet de las cosas, increíblemente, los seres humanos no han dejado de ser manipulados y engañados: noticias falsas (fake news). En coronatiempos, la pregunta es: ¿después de esta pandemia el ser humano será más o menos vulnerable a las noticias falsas?
Si vemos la historia de cómo nos relacionamos en los últimos 30 años, vemos cómo las redes sociales han cambiado para siempre nuestra comunicación con los demás. La realidad y lo virtual parecen fusionarse en un solo estado. Por ejemplo, el bullying no termina cuando termina el colegio, los estudiantes llegan a sus casas, se conectan a Snapchat o Instagram y siguen siendo víctimas.
Esto lleva a la unión entre lo real y lo virtual, donde los likes y los corazones nos miden que tan aceptados somos socialmente, donde las empresas de recursos humanos analizan las capacidades y habilidades de sus candidatos, y donde los gobiernos (en el caso de China) dan puntos de cuan afín se es al régimen para dar pases de viajes dentro del país, créditos hipotecarios o recomendaciones laborales.
Ese impacto ha llevado a que toda la información que se consume a través de estas redes invada lo más profundo, escondido e inimaginable de nuestras vidas. Influyen en nuestra manera de tomar decisiones, como miramos a los otros, que consumimos, como lo consumimos o simplemente como nos relajamos.
El salto tecnológico nos ha llevado a: 1) compartir datos personales con la red, de hecho, hoy es más peligroso que le roben el celular que le roben la casa; 2) entre más conectividad entre la humanidad, se percibe más soledad. ¿o por qué aumentan año a año los hogares unipersonales?; y 3) un consumo enorme de información sea cual sea.
En consecuencia, este cambio social y salto tecnológico nos ha llevado a convertirnos en víctimas de cualquier información, lo que nos llega lo apropiamos y circulamos entre conocidos como si fuera nuestro; en seres egocéntricos (sin desconocer que antes también lo éramos) donde sólo leemos y vemos aquello en lo que nos vemos reflejados, desconociendo la importancia del punto de vista contrario; y en seres sin capacidad de análisis, ya que ese trabajo fue reemplazado por los algoritmos y maquinas que seleccionan la información por nosotros.
Ahora con los confinamientos, cuarentenas y aislamientos sociales causados por el COVID–19, estamos viendo una aceleración en el proceso que se venía desarrollando con las redes sociales. Es decir, al estar solos en nuestros hogares sin interacción con nadie, la penetración por parte de las redes sociales es mayor, el suministro de información personal crece debido a que la necesidad de interacción con otros aumenta. Ya es común escuchar celebraciones por Skype o reuniones de amigos por Zoom, y las noticias falsas tienen más eco porque estamos encerrados sin tener nadie con quien contrastar esta información en la vida cotidiana, lo que nos lleva a una confianza absoluta en cadenas de WhatsApp o trinos.
¿Cuál es el siguiente paso en el comportamiento social después del Coronavirus?
Cuando mirábamos a los adolescentes entre 2010 y 2020 pegados a sus celulares, los criticábamos porque no interactuaban con los demás, pero este fenómeno podría llegar a acentuarse no sólo porque ya todos estamos haciendo eso, sino que se sumaría a la distancia física entre unos y otros que ya estamos practicando.
Siguiendo el camino trazado hace más de un cuarto de siglo, estos cambios se acentuarán cada vez más en nuestras sociedades después de esta pandemia. Como después de toda crisis, la humanidad tardará en cicatrizar las heridas que deje esto. Esa cicatrización continuará con la distancia social y las prácticas asépticas en exceso, lo que nos llevaría cada vez más a una confianza total en las redes sociales y la creencia en informaciones que allí se publican.
¿Queremos darle más fuerza a las noticias falsas?