Jorge es sueño del niño que hace algo más de cuatro decenios en una carta le decía que quería ser escritor. Razón de tantos espacios copados y ausentes, respuesta a la pregunta sobre qué es el amor, la seguridad, la protección y el cuidado. Jorge como tantos de su generación no la tuvo fácil: Niño campesino del periodo de entreguerras en una vereda suramericana, donde todo escaseaba y también todo abundaba.
Jorge fue testigo presencial de la violencia partidista que campeó por Colombia a finales de los años cuarenta del siglo pasado, vivió en carne propia los vejámenes de una lucha fratricida entre godos y liberales que, incrementó las brechas de pobreza y aportaría material humano para los cordones marginales las florecientes ciudades. Colombia dejaba de ser un país rural.
Las razones de la sinrazón le llevaron a perder su padre a temprana edad, a alejarse de la protección materna que debía priorizar a sus hermanas, solitario debió afrontar el mundo; alguna vez, le escuché decir que se vio obligado a tomar agua con barro y eructó barro. Volvería a ver a su madre siendo un muchacho volantón con pelo en cara, de aquel niño que vieron partir, no quedaba nada.
Presenció el Gobierno del Teniente General Rojas Pinilla, la paz “se logró” con los acuerdos de las guerrillas liberales de los Llanos Orientales, revulsivo para la violencia partidista. Una nueva Colombia en Paz fue también la de Jorge. Jóvenes como él, excluidos del sistema educativo, se vieron abocados a emplearse en cuanta labor hubiere, el impulso del desarrollo vial fue campo de empleo para miles de jóvenes que como Jorge soñaron con un mejor destino.
Llegó el Frente Nacional, el clientelismo hizo de las suyas, un cuatrienio los liberales, otro los conservadores, alternaban la nómina estatal y las obras públicas. La repartija burocrática fue la cereza para pacificar el País. La violencia partidista era cosa del pasado, hubo acuerdos para que las castas políticas se repartieran el Estado. Jorge fiel a sus convicciones liberales, se negó a fingir ser conservador para asegurar un laburo. Como muchos jóvenes de los 60s y 70s que formaban familias, la bonanza petrolera del vecino hermano País, fue alternativa y alimentó de la migración de aquellos que buscaban un mejor futuro, qué paradoja, hoy vienen los vecinos.
Jorge hizo patria, dedicó largos años de trabajo arduo, sacrificó tiempo con su esposa e hijos en pro del sustento familiar. Por fortuna, la vida le permitió fundar familia con una mujer excepcional, fuerte y trabajadora como pocas, que pudo también compartir las riendas del hogar. Jorge hizo de la honestidad, la decencia y el decoro estandartes en su vida. Su trabajo fue honesto y correcto. Hizo literal aquello de ganarse el pan con el sudor de su frente, como él lo decía, al rayo del sol, a la intemperie, abriendo vías contra todo y todos, para evitar fatigas a sus hijos.
Cuando la bonanza terminó en el vecino hermano país, porque la economía es de ciclos, crecimiento y decrecimiento, su alternativa fue volver a casa. La felicidad de Jorge de volver a su hogar no se comparaba con la felicidad de sus hijos de tenerle en casa para que nunca más volviere a partir en busca del sustento.
Como la vida es sabia y hay caminos que sólo El Eterno conoce, Jorge volvería definitivamente para un viaje más. La dureza de sus condiciones de vida, le habían pasado cuenta de cobro en su salud. Completado medio centenario del ciclo vital, la enfermedad afloró y logró su cometido. Jorge partiría hacia la presencia del Eterno y cerraría el libro de su vida, cuarenta años atrás en un día como hoy que se publican estas líneas. Gracias Jorge por su vida. Gracias Papá por la vida, por tanto amor y por la maravillosa madre que supo escogernos.