La causa raíz de los paros no son los que paran. Los paros son una consecuencia. Incluso los gobiernos heredan parte de sus causas de los gobiernos anteriores, porque en su conjunto no han mejorado las condiciones de supervivencia para la mayor parte de la población que vive mal y en pobreza, y de bienestar general. 200 años de república en la misma historia.
Parte de ello es la desesperación ya acumulada (antes de la pandemia se aplazó el paro, y ahora después de la pandemia había que tener gran cuidado con la situación de pobreza) de esa población que sufre pero ve en las noticias cómo sí alcanza para la corrupción, la evasión y las exenciones de impuestos, y los gastos superfluos del gobierno, y no para reducir la desigualdad y mejorar las condiciones de vida.
El desinterés y la ignorancia generalizada por los temas comunes y la política hace que los grupos de personas se puedan manipular por los polarizantes que quieren llegar o mantener el poder que da tener el Gobierno. Más fácil aún si del lado de los pobres ya hay desesperación por unas condiciones muy graves de hambre. Lo mismo en el extremo derechista de la población, a los que se creen los ricos, apelando al miedo para que se sientan amenazados, afectados y asustados con lo que el paro representa. Una carrera de locura calle abajo que no sabemos en donde parará, estrellada y violenta, eso sí.
También hay rabia acumulada, cultura violenta y grupúsculos que incendian la protesta, y no faltan los vándalos de siempre que quieren destruir y los hampones que aprovechan para robar. Y se generaliza y estigmatiza con ello a la protesta aprovechando que los noticieros solo trasmiten lo violento (una manipulación conocida como “sesgo de confirmación”), y con ello pretender que el paro es malo y hay que acabarlo, y que la gente que no protesta lo odie. Aquí todo esta bien, lo que pasa es que hay unos que protestan, desadaptados que son violentos y terroristas que hay que castigar, y seguiremos como vamos, parece ser la consigna.
Irresponsable azuzar a la fuerza pública para disparar contra la población. Imperdonable porque es una traición al mismísimo pueblo colombiano, que debería ser la razón de ser suprema de los políticos. La policía, solo la policía, debe estar entrenada para reducir a quienes los agreden cuando hacen su trabajo de control de los desmanes y llevarlos detenidos. De lo contrario estaremos en la antesala del totalitarismo. La violencia genera más violencia, se sabe bien: ahora no tenemos un paro de un día sino una protesta continua que puede tomar fuerza. Este era un paro suspendido, no hay que olvidarlo.
La reforma tributaria (y su mal manejo) sirve de motivo detonante, porque no apunta a mejorar los problemas estructurales del complejo sistema fiscal (impuestos y trasferencias), que hoy no corrige en casi nada la desigualdad en el país, y no arregla como debe la progresividad necesaria, para que todos entendamos que la prosperidad no es gratis y depende también de la prosperidad de los pobres porque genera estabilidad y crecimiento. Tampoco corrige las tasas bajísimas que pagan quienes más tienen y más deberían contribuir que se generan por las exenciones. Y solo avanza tímidamente sobre la evasión. No serían necesarias las reformas tributarias si tuviéramos una seria y decidida campaña contra la corrupción, la evasión, acabáramos las exenciones y redujéramos francamente los gastos superfluos del gobierno.
Mírese con detenimiento al presidente Biden en la tarea de corregir los graves problemas dejados por 50 años de un sistema económico concentrador de riqueza para unos poquitos y empobreciendo a la mayoría. Los principales agradecidos serán esos ricos para los cuales habrá un futuro sin amenazas de inestabilidad y seguirán siendo ricos, claro. Hay que aprender de ello porque empieza a aflorar una nueva etapa para el capitalismo, a la cual aún le falta incluir el costo de los recursos finitos de la naturaleza en la producción (el capitalismo se está vistiendo de verde) y que el bienestar de sus habitantes sea entendido como el éxito de las naciones y no el crecimiento (ya se sabe que no representa al bienestar) con todo lo que eso implica, y que por fortuna nos influenciará positivamente.
@refonsecaz – Ingeniero, Consultor en competitividad.